– ?Estan tratando este caso como un suicidio?
– El vagabundo, Harry Mack, no se mato. Mi opinion preliminar es la de que tampoco lo hizo su hijo. Es demasiado pronto para decir mas, hasta que dispongamos de los resultados de la autopsia y de las pruebas forenses. Entretanto, yo trato el caso como un doble asesinato.
– Comprendo. Gracias por ser tan franco.
Dalgliesh dijo entonces:
– Hay algunas preguntas que debo hacerle. Si prefiere usted esperar, siempre puedo volver en otro momento, pero, evidentemente, es importante perder el menor tiempo posible.
– Yo prefiero que no se pierda ninguno, comandante. Y dos de sus preguntas ya las puedo prever. No tengo ninguna razon para suponer que mi hijo pensara en poner fin a su vida, y que yo sepa no tenia enemigos.
– En un politico, eso resulta sin duda poco usual.
– Tenia enemigos politicos, claro. Y unos cuantos, sin duda alguna, eran de su mismo partido. Pero, que yo sepa, ninguno de ellos es un maniaco homicida. Y los terroristas, claro esta, utilizan bombas y pistolas, no la navaja de su victima. Perdoneme, comandante, si pretendo decirle lo que usted ya sabe bien, pero ?no es mas probable que alguien, desconocido para el, un vagabundo, un psicopata, un ladron cualquiera, le matara a el y a ese Harry Mack?
– Es una de las teorias que debemos considerar, lady Ursula. -Y pregunto-: ?Cuando vio a su hijo por ultima vez?
– Ayer, a las ocho de la manana, cuando me subio la bandeja con mi desayuno. Solia hacerlo siempre. Sin duda, deseaba asegurarse de que yo habia sobrevivido a la noche anterior.
– ?Le hablo, entonces o en cualquier otro momento, de que pensaba volver a Saint Matthew?
– No. No hablamos de sus planes para el dia; solo de los mios, y supongo que estos no pueden interesarle a usted.
Dalgliesh repuso:
– Podria ser importante saber quien hubo en la casa durante el dia y en que momentos. Su horario podria ayudarnos en ese sentido.
No dio mas explicaciones y ella tampoco se las exigio.
– La senora Beamish, mi pedicura, llego a las diez y media. Siempre viene aqui. Pase con ella mas o menos una hora. Despues fui a almorzar con la senora Charles Blaney en su club, el
– ?Vio usted a alguna otra persona de la casa durante el dia, aparte de su hijo, la senorita Matlock y el chofer?
– Vi por unos momentos a mi nuera cuando entre en la biblioteca. Eso ocurrio en la primera mitad de la manana. ?Cree que es importante, comandante?
– Hasta que sepamos como murio su hijo, es dificil saber con certeza que es o no importante. ?Sabia algun otro miembro del servicio que sir Paul deseaba visitar de nuevo Saint Matthew ayer por la noche?
– No he tenido oportunidad de preguntarselo. No creo probable que lo supieran. Sin duda, usted lo investigara. Aqui tenemos poco personal. Evelyn Matlock, a la que ya ha visto, es el ama de llaves. Esta tambien Gordon Halliwell. Es un ex sargento de la guardia, que sirvio a las ordenes de mi hijo mayor. Supongo que el se describiria como chofer y hombre para todo. Llego aqui hace poco mas de cinco anos, antes de que mataran a Hugo, y se quedo.
– ?Hacia tambien de chofer para su hijo?
– Rara vez. Paul, desde luego, utilizaba su coche oficial antes de presentar su dimision, pero de lo contrario conducia el mismo. Halliwell me lleva a mi casi a diario, y en alguna ocasion a mi nuera. Tiene un piso sobre el garaje. Tendra que esperar usted, comandante, para oir lo que pueda decirle el. Hoy es su dia libre.
– ?Cuando salio el, lady Ursula?
– O bien anoche muy tarde o esta manana a primera hora. Es su practica habitual. Ignoro adonde va. No hago preguntas a mi servidumbre sobre sus vidas privadas. Si la radio da la noticia de la muerte de mi hijo esta tarde, como espero que haga, sin duda regresara temprano. En cualquier caso, lo normal es que vuelva antes de las once. A proposito, hable ayer con el, por el telefono interior, poco despues de las ocho de la tarde, y otra vez alrededor de las nueve y cuarto. Aparte de Halliwell, ahora solo hay otra persona a nuestro servicio, la senora Iris Minns, que viene aqui cuatro dias a la semana para el trabajo general de la casa. La senorita Matlock puede darle sus senas.
Dalgliesh pregunto:
– ?Le habia hablado su hijo de esa experiencia en la sacristia de Saint Matthew?
– No. El no podia esperar que yo simpatizara con ese tema. Desde 1918, no he sido una mujer religiosa. Dudo haberlo sido alguna vez, en un sentido autenticamente real. El misticismo, en particular, es para mi algo tan carente de sentido como pueda serlo la musica para un sordo. Acepto, desde luego, que la gente tenga esas experiencias. Yo diria que las causas son fisicas y psicologicas: un exceso de trabajo, el
– ?La juzgaba tambien su hijo carente de resultados?
– Hasta que ocurrio eso, yo le hubiera descrito como un anglicano convencional. Sospecho que utilizaba los buenos oficios de su religion como recuerdo de una decencia fundamental, como una afirmacion de identidad, como un breve momento de respiro en el que poder pensar sin temor a ser interrumpido. Como la mayoria de los anglicanos pertenecientes a la clase alta, el hubiera juzgado mas comprensible la encarnacion si Dios hubiera optado por visitar su creacion como un caballero ingles del siglo XVIII. Pero, al igual que la mayoria de los de su clase, superaba esta pequena dificultad remodelando mas o menos a Dios como un caballero ingles del XVIII. Su experiencia -su supuesta experiencia- en esa iglesia resulta inexplicable y, para hacerle justicia, no intento explicarla, al menos a mi. Espero que no supondra usted que yo voy a comentarla. Este tema me resulta desagradable, y seguramente no ha tenido nada que ver con su muerte.
Habia sido una larga explicacion y Dalgliesh comprendio que la habia fatigado. Y penso que no podia ser tan ingenua como aparentaba; incluso le sorprendia que ella esperara que el lo creyera asi. Dijo:
– Cuando un hombre cambia toda la direccion de su vida y muere -posiblemente asesinado- al cabo de una semana de esa decision, eso debe de tener su importancia, al menos para nuestra investigacion.
– Si, no me cabe duda de que es importante en ese sentido. Pocas intimidades habra en esta familia que no sean importantes para su investigacion, comandante.
Pudo ver que en los ultimos segundos la fatiga habia llegado a abrumarla. Su cuerpo parecia haber disminuido de tamano, como empequenecido, en aquel enorme sillon, y las manos crispadas sobre los brazos del mismo empezaban a temblar levemente. Sin embargo, domino su compasion, tal como ella estaba dominando su pena. Todavia habia preguntas que necesitaba formular y no seria la primera vez que se aprovechara del cansancio o del dolor. Se inclino hacia adelante y extrajo de su cartera de mano el dietario chamuscado, envuelto todavia en la bolsa de plastico transparente. Dijo:
– Ha sido examinado en busca de huellas dactilares. En su momento, deberemos comprobar cuales pertenecen a personas que tuvieran derecho a tocar este diario. Sir Paul, usted, miembros del servicio de la casa. Yo querria que usted me confirmara que es, en efecto, el dietario de el. Seria muy util que pudiera hacerlo sin necesidad de desenvolverlo.
Ella tomo el paquete en sus manos y, durante unos momentos, lo tuvo en su regazo, mientras lo contemplaba. Dalgliesh tuvo la sensacion de que ella procuraba evitar sus ojos. La anciana se envaro, rigida en su asiento, y despues contesto:
– Si, es suyo. Pero seguramente carece de toda importancia. Un simple registro de citas. No era aficionado a los dietarios.
– En ese caso, es extrano que deseara quemarlo… si es que lo quemo el. Y hay otro detalle curioso: la mitad