Dalgliesh dijo:

– Pero seguramente no tan explicitos como este. Hubo despues un articulo, evidentemente basado en este escrito, en la Paternoster Review. ?Lo vio usted, lady Berowne?

Ella denego con la cabeza. Farrell pregunto entonces:

– Supongo que esto debe de tener su importancia, pero ?es necesario hablar ahora de ello?

Dalgliesh repuso:

– No, si lady Berowne lo considera demasiado desagradable.

La intencion era evidente y a Farrell no le gusto. Su cliente le ayudo entonces al volverse hacia el con una mirada en la que se mezclaban, acertadamente, la seduccion, la sorpresa y el disgusto.

– Pero es que no lo entiendo… Le he dicho al comandante todo lo que se. He tratado de ayudar, pero ?como puedo hacerlo? Yo no se nada de Diana Travers. La senorita Matlock, Mattie, se ocupa de la casa. Tengo entendido que esa chica contesto a un anuncio y Mattie la contrato.

Dalgliesh inquirio:

– ?No fue eso un tanto inusual en estos tiempos? No es frecuente que las jovenes quieran dedicarse a trabajos domesticos.

– Mattie dijo que era actriz y que solo pretendia trabajar unas cuantas horas cada semana. Era un trabajo que le convenia.

– ?Consulto la senorita Matlock con usted antes de contratar a la chica?

– No. Supongo que debio de preguntarselo a mi suegra. Entre las dos, se ocupan de la casa. A mi no me molestan con esas cosas.

– Hablemos de la otra joven muerta, Theresa Nolan. ?Tuvo usted algo que ver con ella?

– Era la enfermera de mi suegra y nada tenia que ver conmigo. Yo apenas la veia.

Se volvio entonces hacia Anthony Farrell:

– ?Debo contestar a todas estas preguntas? Yo deseo ayudar, pero ?como puedo hacerlo? Si Paul tenia enemigos, yo nada se de ellos. En realidad, nunca hablabamos de politica ni de cosas por el estilo.

El subito brillo del azul de sus ojos indicaba que ningun hombre hubiera deseado abrumarla con unas cuestiones tan irrelevantes para lo que ella consideraba como hechos esenciales. Despues anadio:

– Es demasiado horroroso. Paul muerto, asesinado… No puedo creerlo. En realidad, todavia no me hago cargo. No deseo seguir hablando de esto. Lo unico que deseo es que me dejen sola y poder retirarme a mi habitacion. Quiero que me acompane Mattie.

Estas palabras eran un llamamiento desgarrador a la compasion, a la comprension, pero su voz era la de una nina excesivamente mimada.

Farrell se dirigio hacia la chimenea y tiro del cordon de la campana. Despues dijo:

– Debemos reconocer que uno de los detalles mas desagradables de un asesinato es el hecho de que la policia se vea obligada a interferir en el dolor de una familia. Es su tarea. Han de asegurarse de que no haya nada que tu marido te dijera a ti y que pueda darles a ellos una clave que sugiera la existencia de un enemigo. Alguien a quien el conociera y que supiera que el estaria en la iglesia de Saint Matthew esa noche, alguien que le tuviera rencor, que tal vez quisiera eliminarlo. Parece lo mas probable que a Paul le matara un intruso casual, pero la policia ha de excluir otras posibilidades.

Si Anthony Farrell pensaba que iba a dirigir la entrevista a su antojo, estaba equivocado, pero, antes de que Dalgliesh pudiera hablar, la puerta se abrio bruscamente y un joven atraveso con rapidez la habitacion en direccion a Barbara Berowne.

– ?Barbie, querida! -grito-; Mattie me ha telefoneado para darme la noticia. ?Es algo horroroso, inconcebible! Hubiera venido antes, pero no pudo encontrarme hasta las once. ?Como te encuentras, querida? ?Estas bien?

Ella respondio con voz debil:

– Es mi hermano, Dominic Swayne.

El les dirigio una breve inclinacion de cabeza, como si la presencia de ellos fuera una intrusion, y se volvio de nuevo hacia su hermana.

– Pero ?que ha ocurrido, Barbie? ?Quien lo hizo? ?Lo sabes tu?

Aquello no era autentico; estaba representando una comedia, penso Dalgliesh. Y seguidamente se dijo que este juicio era sin duda prematuro y posiblemente injusto. Una de las cosas que ensenaba el oficio de policia era que, en momentos de sorpresa y dolor, incluso el discurso mas articulado podia sonar a comedia. Si Swayne estaba extremando el papel del hermano devoto y dispuesto a consolar, ello no queria decir necesariamente que no se sintiera autenticamente dispuesto a prodigar su consuelo. Sin embargo, no le paso por alto a Dalgliesh el leve estremecimiento de Barbara Berowne cuando los brazos de el rodearon sus hombros. Pudo haber sido, desde luego, una pequena manifestacion de emocion, pero Dalgliesh se pregunto si no lo habia sido tambien de una leve repugnancia.

A primera vista, no hubiera descubierto que eran hermano y hermana. Cierto que Swayne tenia los cabellos del mismo color amarillento del maiz, pero los suyos, ya fuese por naturaleza o gracias a la tecnica, estaban intensamente rizados sobre una frente palida y abombada. Tambien los ojos eran semejantes, con el mismo y notable color azul violeta bajo las cejas arqueadas. Sin embargo, aqui terminaba la semejanza. El no tenia nada de la clasica y sobrecogedora belleza de su hermana, aunque su rostro, de facciones delicadas, no carecia de cierto encanto infantil, con su boca bien formada y con un ligero rictus de malhumor, y unas orejas tan pequenas como las de un nino, blancas como la leche y ligeramente separadas, como si fueran unas aletas incipientes. Era bajo, pues mediria poco mas de un metro sesenta, pero ancho de hombros y con brazos largos. Esa robustez simiesca acoplada a aquella cabeza y cara delicadas ofrecia una nota tan discordante que la primera impresion era la de una leve deformidad fisica.

Pero la senorita Matlock habia atendido a la llamada y se encontraba ya en el umbral de la puerta. Sin despedirse y lanzando un breve gemido, Barbara Berowne se dirigio tambaleandose hacia ella. La mujer la miro primero a ella y despues, impasible, a los hombres que habia en la sala, y seguidamente le rodeo los hombros con un brazo y se retiro con ella. Hubo un momento de silencio y, a continuacion, Dalgliesh se dirigio a Dominic Swayne:

– Ya que esta usted aqui, tal vez pueda contestar a un par de preguntas. Cabe que pueda usted ayudarnos. ?Cuando vio por ultima vez a sir Paul?

– ?A mi reverenciado cunado? Pues sepa que no me es posible recordarlo. De todas maneras, hacia ya unas cuantas semanas. En realidad, estuve en esta casa toda la tarde de ayer, pero no nos vimos. Evelyn, la senorita Matlock, no le esperaba para cenar. Dijo que se habia marchado despues de desayunar y que nadie sabia adonde habia ido.

Desde su silla junto a la pared, Kate pregunto:

– ?Cuando llego usted, senor Swayne?

El se volvio para mirarla, con una nota de diversion en sus ojos azules, abiertamente escrutadores, como si senalaran una invitacion sexual.

– Poco antes de las siete. El vecino se encontraba ante su puerta y me vio llegar, por lo que podra confirmar la hora si es que eso tiene importancia. Yo no acierto a ver que pueda tenerla. Y tambien la senorita Matlock, desde luego. Me quede hasta poco antes de las diez y media y entonces fui al bar, el Raj, para tomar una ultima copa. Alli recordaran mi presencia. Fui uno de los ultimos en marcharse.

Kate pregunto:

– ?Y estuvo aqui todo ese tiempo?

– Si. Pero ?que tiene esto que ver con la muerte de Paul? ?Tan importante es?

«No puede ser tan ingenuo como parece», penso Dalgliesh, y dijo a su vez:

– Puede resultar util para averiguar lo que hizo sir Paul ayer. ?Pudo haber regresado el a la casa mientras usted se encontraba aqui?

– Supongo que si, pero no me parece probable. Yo pase una hora tomando un bano -esa fue la causa principal de mi venida- y es posible que el regresara entonces, pero creo que la senorita Matlock hubiera senalado este hecho. Yo soy actor, en este momento sin trabajo. Me limito a pasar por un periodo de pruebas, por lo que llaman, sabe Dios por que, un descanso. Personalmente, a mi se me antoja una actividad febril. Me aloje aqui durante una o dos semanas en mayo, pero Paul no se mostraba conmigo muy hospitalario y, por tanto, fui a casa de Bruno Packard. Es un disenador de escenarios teatrales. Tiene un apartamento pequeno, un piso reconvertido, en Shepherd's Bush, pero, entre sus modelos y todas sus tramoyas, no hay alli, que digamos, mucho espacio. Por

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