parodia de una cocinera que esperase un juicio sobre la limpieza de la cocina. Y, ciertamente, no habia alli nada que reprochar. Al igual que el estudio, era curiosamente impersonal, carente de toda calidez pero sin resultar en realidad incomoda ni estar mal equipada. Habia una mesa central de madera de pino muy pulimentada, con cuatro sillas, y una cocina de gas, grande y muy antigua, ademas de otra mas moderna. Era evidente que en los ultimos anos poco dinero se habia gastado en la cocina. Desde la ventana pudo ver la parte posterior del muro que separaba la casa de los garajes en el pasaje contiguo, y tan solo los pies de las estatuas de marmol en sus hornacinas. Asi truncada, aquella hilera de pies con sus dedos delicadamente tallados parecia subrayar la mezquindad incolora de la estancia. La unica nota individual era un geranio rojo en un tiesto, en el estante sobre el fregadero, y junto a el otro tiesto con un par de esquejes. Dalgliesh dijo:

– Me ha dicho que sir Paul se preparo aqui su almuerzo. ?Lo hizo el mismo, o usted le procuro lo necesario?

– Lo hizo el. Sabia donde se guardan las cosas. Entraba a menudo en la cocina, cuando yo preparaba el desayuno de lady Ursula. El solia subirselo.

– ?Y que se llevo ayer?

– Media barra de pan, que el mismo corto en rebanadas, un trozo de queso Roquefort y dos manzanas. -Y anadio-: Parecia que estaba muy preocupado. No creo que le importara mucho lo que estaba cogiendo.

Era la primera vez que ella avanzaba una informacion, pero cuando el siguio interrogandola amablemente sobre el posible talante de Berowne, y sobre lo que este dijera, si es que dijo algo, parecio como si ella se arrepintiera de aquel momento de confidencia y adopto una expresion casi hurana. Sir Paul le habia dicho que no vendria a almorzar, pero nada mas. Ella no sabia entonces que el iba a la iglesia de Saint Matthew, ni tampoco si volveria para cenar. Dalgliesh pregunto:

– Por consiguiente, ?usted preparo la cena como de costumbre y para la hora usual?

Esta pregunta la desconcerto. Se sonrojo y sus manos se contrajeron. Despues contesto:

– No. No de la manera usual. Lady Ursula me pidio, cuando regreso despues de tomar el te fuera de casa, que le subiera una bandeja con un termo de sopa y un plato de canapes de salmon ahumado sobre pan moreno. No queria que volvieran a molestarla esa tarde. Yo le subi la bandeja poco despues de las seis. Y sabia que lady Berowne cenaba fuera de casa. Decidi esperar, y ver si sir Paul regresaba para cenar. Habia cosas que, si volvia, yo podia cocinar rapidamente. Tenia sopa, a la que solo le faltaba calentarla. Tambien podia prepararle una tortilla. Siempre hay algo.

Parecia estar tan a la defensiva como si el la hubiera acusado de faltar a sus deberes:

Dalgliesh dijo entonces:

– Sin embargo, tal vez fue un tanto desconsiderado por su parte no hacerle saber si volveria o no para cenar.

– Sir Paul nunca era desconsiderado.

– Pero supongo que debia de ser un poco inusual el hecho de que pasara fuera toda la noche sin decir nada al respecto, ?no cree? Podia haber sido motivo de preocupacion para todos los de casa.

– Para mi, no. No es de mi incumbencia saber lo que la familia piensa hacer. El podia haberse quedado en cualquier lugar de su distrito electoral. A las once, le pregunte a lady Ursula si podia acostarme, dejando la puerta principal con el cerrojo descorrido. Me contesto que si. Lady Berowne sabia que siempre se corre el cerrojo despues de haber entrado ella.

Dalgliesh cambio el rumbo de sus preguntas:

– ?Se llevo sir Paul cerillas consigo, ayer por la manana?

La sorpresa de ella fue evidente y, penso el, sincera.

– ?Cerillas? El no necesitaba cerillas. Sir Paul no fuma…, no fumaba. No le vi coger ninguna cerilla.

– Si las hubiera necesitado, ?de donde las habria sacado?

– De aqui, junto a los fogones. No tienen encendido automatico. Y tambien hay un paquete de cuatro cajas en la alacena.

La abrio y le enseno el paquete. El papel que envolvia las cuatro cajas habia sido desgarrado, y una de las cajas habia sido retirada de alli, al parecer la que ahora se encontraba junto a los fogones. Ella le miraba ahora con la atencion fija, unos ojos muy brillantes, la cara un tanto arrebolada, como si tuviera algo de fiebre. Sus preguntas sobre las cerillas, que al principio la habian sorprendido, parecian ahora desconcertarla. Estaba mas en guardia, mas alerta, mucho mas tensa. El era demasiado experto y ella una actriz demasiado mala para poder enganarlo. Hasta el momento, habia contestado a sus preguntas en el tono de la mujer que efectua una tarea necesaria, aunque desagradable, pero ahora el interrogatorio se estaba convirtiendo en una dura prueba. Deseaba que aquel hombre se marchara de una vez. Dalgliesh dijo:

– Nos gustaria ver su sala de estar, si no le causa molestia.

– Si usted lo juzga necesario… Lady Ursula ha dicho que se le deben conceder todas las facilidades.

Dalgliesh penso que era improbable que lady Ursula hubiera dicho eso, y, mucho menos, con aquellas mismas palabras. El y Kate la siguieron a traves del pasillo, hasta la habitacion del extremo opuesto. Dalgliesh penso que, en otro tiempo, debio de ser la estancia privada del mayordomo o del ama de llaves. Al igual que en la cocina, la unica vista era la del patio y de la puerta que conducia a los garajes. Sin embargo, el mobiliario era confortable: un sofa de dos plazas con tapiceria de cretona, una butaca haciendo juego, una mesa plegable y dos sillones junto a la pared, y una libreria llena de volumenes de identico tamano, procedentes sin duda de un club del libro. La chimenea era de marmol, con una amplia repisa en la que se acumulaba, sin ninguna pretension de orden, una coleccion de figurillas modernas y delicadamente sentimentales, mujeres con mirinaque, una nina que sostenia un perrito, pastores y pastoras, y una bailarina. Presumiblemente, eran propiedad de la senorita Matlock. Los cuadros eran reproducciones con marcos modernos: uno de Constable, El henil, y, lo que resultaba mas sorprendente, Mujeres en un campo de Monet. Ellos y los muebles eran anodinos, previsibles, como si alguien hubiera dicho: «Necesitamos los servicios de un ama de llaves; amuebladle una habitacion». Incluso los desechos del resto de la casa hubieran tenido mas caracter que aquellos objetos impersonales. Lo que de nuevo se echaba de menos era la sensacion de que alguien hubiera impreso en aquel lugar su propia personalidad. Penso: «Viven aqui sus vidas separadas en sus compartimientos. Pero solo lady Ursula se encuentra a sus anchas en esta casa. Los demas son meros inquilinos».

Le pregunto entonces donde habia pasado la tarde anterior, y ella contesto:

– Estuve aqui, en la cocina. El senor Dominic Swayne vino a comer y a tomar un bano, y despues jugamos al Scrabble. Llego poco antes de las siete y se marcho antes de las once. Nuestro vecino, el senor Swinglehurst, estaba guardando su coche en el garaje y vio llegar al senor Swayne.

– ?Le vio alguien mas de la casa mientras estuvo aqui?

– No, pero recibio una llamada telefonica a eso de las nueve menos veinte. Era de la senora Hurrell, la esposa del ultimo agente del distrito electoral. Deseaba hablar con sir Paul. Yo le dije que nadie sabia donde estaba.

– ?Y donde se bano el senor Swayne?

– Arriba, en el cuarto de bano principal. Lady Ursula tiene su propio bano, y aqui abajo hay un cuarto de ducha, pero el senor Swayne deseaba tomar un bano.

– Por consiguiente, usted se encontraba en esta habitacion o bien en la cocina, y el senor Swayne arriba, al menos durante parte de la tarde. ?Estaba cerrada la puerta posterior?

– Cerrada y con el pestillo corrido. Siempre lo esta despues de la hora del te. La llave se guarda en su llavero, en esta alacena.

La abrio y le enseno el liston clavado en la pared, con su hilera de ganchos y de llaves etiquetadas. Dalgliesh pregunto:

– ?Pudo haber salido alguien sin que usted lo advirtiera, tal vez mientras usted se encontraba en la cocina?

– No. Generalmente, dejo abierta la puerta del pasillo. Yo lo hubiera visto o lo hubiera oido. Nadie abandono la casa por esta puerta la noche pasada. -Parecia irritada y de pronto exclamo con un repentino vigor-: ?Todas estas preguntas! ?Que estaba haciendo yo? ?Quien habia en la casa? ?Quien pudo haber salido sin ser visto? Cualquiera creeria que lo asesinaron.

Dalgiesh repuso:

– Es posible que sir Paul fuese asesinado.

Ella le miro fijamente, atonita, y despues se dejo caer en una silla. El se percato de que estaba temblando. Despues, repitio en voz baja:

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