muy a menudo. No eran una pareja muy entregada a la vida social.
– ?Que clase de pareja eran? -La voz de Massingham mostraba una cuidadosa despreocupacion.
– No se cogian las manos en el asiento del coche, si a eso se refiere usted. -Hizo una pausa y anadio-: Creo que ella estaba algo atemorizada por el.
– ?Con razon?
– Que yo sepa no, pero tampoco lo describiria a el como un hombre facil de entender. Ni tampoco como un hombre feliz, ya que hablamos de esto. Si uno no puede soportar un sentimiento de culpabilidad, lo mejor es evitar hacer aquellas cosas que puedan hacerle sentir culpable.
– ?Culpable?
– Mato a su primera esposa, ?verdad? De acuerdo, fue un accidente: la carretera mojada, mala visibilidad y una curva peligrosa… Todo eso salio a relucir en la encuesta. Pero el era el que conducia. Lo he visto otras veces. Nunca se perdonan a si mismos. Hay algo aqui -se dio un golpecito en el pecho- que les continua preguntando si realmente fue un accidente.
– No hay pruebas de que no lo fuese y corrio el mismo peligro de morir junto con su esposa.
– Tal vez eso no le hubiera preocupado en exceso. De todos modos, el no murio. La que murio fue ella. Y despues, cinco meses mas tarde, volvio a casarse. Se quedo con la prometida de su hermano, la casa de su hermano, el dinero de su hermano y el titulo de su hermano.
– ?Pero no con el chofer de su hermano?
– No. No se quedo conmigo.
Dalgliesh pregunto:
– ?Le importaba mucho el titulo? Yo no lo hubiera creido asi.
– Claro que le importaba, senor. Supongo que no era mucho, un simple titulo de baronet, pero era antiguo. De 1642. Ya lo creo que le gustaba esa sensacion de continuidad, su pequena participacion en una inmortalidad provisional.
Massingham dijo:
– Bien, todo esto es mucho suponer. No parece que le apreciara usted mucho.
– El aprecio no intervino nunca entre el y yo. Yo llevaba a su madre en coche y ella me pagaba. Y si a el no le agradaba yo, no lo demostraba. No obstante, creo que yo le recordaba cosas que hubiera preferido olvidar.
Massingham dijo:
– Y ahora todo ha desaparecido, ha terminado con el, incluso el titulo.
– Tal vez. El tiempo lo dira. Creo que yo esperaria nueve meses antes de estar seguro de ello.
Era una sombra de posibilidad que Dalgliesh ya habia sospechado, pero no insistio al respecto. Se limito a preguntar:
– Cuando sir Paul dimitio de su cargo ministerial, y despues de su escano parlamentario, ?cual fue la impresion que esto causo en la casa, entre el personal de la misma?
– La senorita Matlock no lo comento. No es esta una de esas casas en las que el personal de servicio se sienta en la cocina para tomar el te y contar chismes sobre sus senores. Ese tipo de ambientes lo dejamos para los seriales de la television. Sin embargo, la senora Minns y yo pensamos que tal vez nos encontrasemos ante un escandalo.
– ?Que clase de escandalo?
– Sexual, supongo. Siempre suelen serlo.
– ?Tenia alguna razon para sospecharlo?
– Ninguna, excepto aquel sucio articulo de la
Massingham le pregunto entonces acerca de las dos mujeres muertas y Halliwell contesto:
– Apenas vi a Theresa Nolan. Tenia una habitacion aqui, pero o bien se quedaba en ella casi todo el tiempo, o salia de la casa. Hacia su vida. La emplearon como enfermera de noche y no tenia que entrar de servicio hasta las siete. La senorita Matlock cuidaba a lady Ursula durante el dia. Theresa parecia una muchacha tranquila, algo timida. Demasiado timida para ser una enfermera, pense. Que yo sepa, lady Ursula no tenia ninguna queja de ella. Sera mejor que esto se lo pregunte a ella misma.
– ?Sabe que quedo embarazada mientras trabajaba aqui?
– Tal vez, pero no se quedo embarazada en este piso, ni tampoco en la casa, al menos que yo sepa. No hay ninguna ley que diga que uno solo puede gozar del sexo entre las siete de la noche y las siete de la manana siguiente.
– ?Y Diana Travers?
Halliwell sonrio.
– Una chica muy diferente. Vivaracha, muy brillante diria yo. A ella la vi mas a menudo, aunque solo trabajaba aqui dos dias, los lunes y los viernes. Extrano tipo de trabajo para una chica como ella, pensaba yo. Y tambien una coincidencia el hecho de ver el anuncio de la senorita Matlock cuando ella buscaba un empleo por horas. Estas tarjetas generalmente se quedan pegadas en los escaparates hasta que ya nadie las puede leer, tan amarillentas y borrosas estan.
Massingham dijo:
– Al parecer, el senor Swayne, el hermano de lady Berowne estuvo aqui por la tarde. ?Usted lo vio?
– No.
– ?Viene a menudo?
– Mas a menudo de lo que a sir Paul le hubiera gustado. Y tambien a otras personas, puestos a hablar.
– ?Incluido usted?
– Yo y su hermana, supongo. Tiene la costumbre de dejarse caer por aqui cuando le apetece un bano o una comida, pero es inofensivo. Rencoroso, pero poco mas peligroso que una avispa.
Dalgliesh penso que este era un juicio demasiado elemental.
De pronto, los tres hombres prestaron oido y levantaron las cabezas. Alguien se acercaba a traves del garaje. Oyeron un ruido de pisadas, de calzado con suela blanda, en la escalera de hierro, la puerta se abrio de par en par y Dominic Swayne aparecio en el umbral. Halliwell debia de haber dejado abierta su cerradura Yale. Era, penso. Dalgliesh, un curioso descuido, a no ser, desde luego, que hubiera esperado mas o menos aquella subita intrusion. Sin embargo, no dio ninguna senal de ello y se limito a clavar en Swayne su mirada oscura y hostil, antes de volver a dedicar su atencion a su taza de cafe. Swayne debia de saber que se encontraban alli, puesto que, presumiblemente, la senorita Matlock le habia dejado entrar en la casa, pero su expresion de sorpresa y la leve sonrisa de embarazo estuvieron perfectamente sincronizados.
– ?Oh, Dios mio! ?Lo siento, lo siento! Al parecer, tengo la mala costumbre de llegar cuando la policia esta cumpliendo con sus deberes. Bien, les dejo entregados a su tercer grado.
Halliwell le pregunto friamente:
– ?Y por que no llama antes de entrar?
Pero Swayne se habia vuelto hacia Dalgliesh:
– Solo queria decirle a Halliwell que mi hermana dice que manana puedo disponer del Golf.
Sin moverse de su asiento, Halliwell repuso:
– Puede usted sacar el Golf sin necesidad de anunciarlo. Es lo que suele hacer siempre.
Swayne mantenia su mirada fija en Dalgliesh.
– Entonces, de acuerdo. Ya ven que estoy aqui. ?Hay algo que deseen preguntarme? En ese caso, adelante con las preguntas.
Massingham se habia levantado y habia cogido uno de los elefantes tallados en madera. Su voz resono totalmente exenta de enfasis.
– ?Solo para confirmar de nuevo que estuvo usted en la casa toda la tarde de ayer, desde el momento en que llego, poco antes de las siete, hasta que salio, camino del Raj, a las diez y media?
– Exactamente, inspector. Tiene usted muy buena memoria.
– ?Y durante ese tiempo no salio del numero sesenta y dos de esta plaza?
– Acertado de nuevo. Mire, admito que dificilmente se me puede considerar como un cunado favorito, pero yo no tuve nada que ver con la muerte de Paul. Y no se por que Paul habia de tenerme tan atravesado, a no ser que