cualquiera de sus ocupantes. Despues se retiro. Oyeron sus blandas pisadas en la escalera de hierro y nadie hizo el menor comentario. Cuando ellos se levantaron para marcharse a su vez, Massingham hizo su ultima pregunta:

– Todavia no podemos estar seguros de como murieron sir Paul y Harry Mack, pero creemos probable que ambos fueran asesinados. ?Ha oido o ha visto algo en esta casa, o fuera de ella, que le hiciera sospechar sobre la responsabilidad de alguien en estas muertes?

Era la pregunta que siempre hacia, una pregunta ya esperada, formal, casi crudamente directa. A causa de ello, solia ser la que menos se prestaba a que se soslayara la verdad en la respuesta.

Halliwell se sirvio otro whisky. Parecia decidido a pasar una noche entregado a la bebida. Sin levantar la vista, contesto:

– Yo no lo degolle. Si supiera quien lo hizo, probablemente se lo diria.

Massingham persevero:

– Que usted sepa, ?sir Paul no tenia enemigos?

– ?Enemigos?

La sonrisa de Halliwell casi fue una mueca. Transformo sus facciones morenas y correctas en una mascara a la vez siniestra y sardonica, como si quisiera confirmar la descripcion que Swayne habia hecho de el, arrastrandose con la cara ennegrecida entre las rocas.

– Debia de tenerlos, ?no cree usted, senor, toda vez que era un politico? Pero esto ya es cosa del pasado. Ha terminado. Como su hermano el mayor, el ya esta fuera del alcance de sus disparos.

Y con esa frase al estilo de Bunyan, que Dalgliesh sospecho que bien podia haber sido una deliberada cita a medias, se dio por terminada la entrevista.

Halliwell bajo con ellos hasta el garaje y cerro las pesadas puertas de este apenas los policias lo abandonaron. Oyeron como pasaba los dos pestillos. Las luces de las hornacinas estaban apagadas y el patio adoquinado sumido en la oscuridad, excepto las dos luces murales gemelas en cada extremo de la pared del garaje. En aquella semioscuridad, el olor a cipres habia aumentado, pero lo sofocaba un aroma mas enfermizo y funerario, como si alli cerca hubiera un cubo lleno de flores muertas y en estado de putrefaccion. Al aproximarse a la puerta posterior de la casa, la silueta de la senorita Matlock aparecio sin hacer el menor ruido entre las sombras. Entre los pliegues de la larga bata parecia mas alta, con un aspecto hieratico, casi gracil en su vigilante inmovilidad. Dalgliesh se pregunto cuanto tiempo hacia que les estaba esperando de pie y en silencio.

El y Massingham la siguieron, tambien en silencio, a traves de la tranquilidad de la casa. Al dar ella la vuelta a la llave y correr los cerrojos de la puerta principal, Massingham dijo:

– ?Quien gano en aquella partida de Scrabble que jugo usted anoche con el senor Swayne?

El cebo era deliberadamente ingenuo y la trampa evidente, pero la reaccion de ella fue sorprendente. Bajo la luz discreta del vestibulo, observaron el rubor que ascendio por su garganta y que despues cubrio su cara con un tono carmesi.

– Yo. Consegui trescientos ochenta y dos puntos, si esto puede interesarles. Jugamos esa partida, inspector. Tal vez usted este acostumbrado a hablar con personas mentirosas, pero yo no soy una de ellas.

La ira habia envarado su cuerpo, pero sus manos entrecruzadas temblaban como en un ataque de epilepsia. Dalgliesh repuso con voz suave:

– Nadie sugiere que lo sea, senorita Matlock. Muchas gracias por habernos esperado. Buenas noches.

Afuera, mientras abria la puerta del Rover, Massingham dijo:

– Me pregunto por que una sugerencia tan simple la ha estremecido literalmente hasta ese punto.

Dalgliesh habia visto antes esa reaccion, la torpe agresion de mujeres que eran a la vez timidas e inseguras. Deseo incluso poder sentir mas piedad por ella.

– No fue una pregunta particularmente sutil, John -dijo.

– No, senor, y no pretendia serlo. Desde luego, jugo esa partida de Scrabble. Lo que interesa saber es cuando.

Dalgliesh empuno el volante. Se alejo de la casa y, al entrar en un solar, a medio camino desde Campden Hill Square, llamo al Yard. La voz de Kate Miskin contesto con tanto vigor y viveza como habia mostrado en las primeras horas de la investigacion.

– He encontrado y visto a la senora Hurrell, senor. Confirma que ella llamo a la casa de Campden Hill Square poco antes de las nueve menos cuarto y pregunto por sir Paul. Contesto un hombre, que dijo: «Swayne al habla». Despues, cuando ella le dijo lo que deseaba, paso el telefono a la senorita Matlock. Esta dijo que ignoraba donde estaba sir Paul, y que tampoco lo sabia nadie mas en la casa.

Dalgliesh penso que no dejaba de ser extrano que Swayne contestara de aquel modo al telefono encontrandose en casa ajena. Casi inducia a creer que deseaba establecer su presencia alli. Pregunto:

– ?Algun resultado de la investigacion puerta a puerta?

– Todavia no, pero he hablado otra vez con los McBride y Maggie Sullivan. Los tres se muestran muy seguros sobre la salida de agua desde el desague de la iglesia. Alguien estaba utilizando el fregadero de aquel cuarto poco despues de las ocho. Los tres estan de acuerdo en la hora.

– ?Y el laboratorio?

– He hablado con el biologo jefe. Si pueden conseguir las muestras de sangre inmediatamente despues de la autopsia, digamos a ultima hora de la tarde, procederan a la electroforesis por la noche. El director me ha confirmado que no pueden trabajar durante el fin de semana. No sabremos nada acerca de las manchas de sangre hasta el lunes por la manana.

– Y supongo que todavia no habra tampoco noticias del experto en documentos. ?Y que se sabe del trozo de cerilla?

– El experto en documentos todavia no ha podido dedicarse al papel secante, pero le dara prioridad. Con la cerilla, los problemas de costumbre, senor. Haran un analisis con el microscopio electronico y buscaran huellas, pero no es probable que puedan decir nada al respecto, excepto que la madera es, como siempre, de alamo. Tampoco sera posible que nos digan si procede de una caja determinada, y es demasiado corta para hacer una comparacion de longitudes.

– Esta bien Kate. Daremos la jornada por terminada. Puede irse a su casa. Buenas noches.

– Buenas noches, senor.

Al dejar atras Campden Hill Square y enfilar Holland Park Avenue, Dalgliesh dijo:

– Halliwell tiene gustos refinados y caros. Esa coleccion de los Famosos procesos britanicos debio de costarle cerca de un millar de libras, a no ser que haya coleccionado un tomo tras otro a lo largo de los anos.

– Sin embargo, sus gustos no son tan caros como los de Swayne, senor. Llevaba una chaqueta Fellucini, de seda y lino, con botones de plata. Las venden a cuatrocientas cincuenta libras.

– Si usted lo dice… Me pregunto por que entro de repente alli. Fue una representacion poco convincente. Probablemente, esperaba averiguar que estaba contando Halliwell. Es significativo, sin embargo, que entrase sin llamar, como si tuviera costumbre de ello. Y cuando Halliwell no esta, no ha de serle un problema el hacerse con una llave, o incluso manipular la cerradura Yale si es necesario.

– ?Es importante, senor, saber si pudo entrar en el piso del patio de caballerizas?

– Creo que si. Ese asesino estaba buscando la verosimilitud. En la libreria de Halliwell, hay un ejemplar del Manual de Medicina Forense de Simpson. Con la claridad usual en este escritor, en el capitulo quinto se explica todo, incluso con una tabla que muestra la distincion entre las heridas de un suicida y las de un homicida, en la garganta. Swayne debio de verlo en algun momento, mientras lo hojeaba, y despues lo recordaria. Tambien pudo hacerlo cualquier otra persona de Campden Hill Square con acceso al piso del garaje, y con mayor facilidad, claro esta, el propio Halliwell. La persona que le corto el cuello a Berowne sabia exactamente que efecto estaba tratando de producir.

Massingham pregunto:

– Pero ?hubiera dejado Halliwell el Simpson a la vista, para que lo encontraramos nosotros?

– Si otras personas conocian su existencia, destruir el libro hubiera sido mas incriminador que dejarlo en su estante. Pero Halliwell ha de estar fuera de toda sospecha si lady Ursula dice la verdad acerca de esas dos llamadas telefonicas, y no me es posible verla ofreciendo a Halliwell una coartada para el asesinato de su propio hijo. Y tampoco a cualquier otro sospechoso, claro.

Massingham dijo:

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