– A no ser que tengas que cancelar la cita. Buenas noches, Kate.

Ella creyo detectar un rastro de ironia en su voz, pero despues decidio que el cansancio le habia excitado la imaginacion. Era la primera vez que el le deseaba buena suerte en un caso, pero sin embargo no habia hecho ninguna pregunta. Penso que era tan puntillosamente discreto con el trabajo de ella como pudiera serlo ella misma. ?O seria, meramente, que no le importaba? Y, antes de que el colgase, pregunto rapidamente:

– ?Y que le ocurrio a ese noble?

– Amaba a una mujer llamada Rosaline, pero ella le dijo que fuese a cuidar a los enfermos. Por consiguiente, el fue a pasar todo un ano en un hospital.

Ella penso que no era este un punto que pudiera ofrecer gran inspiracion. Sonrio al colgar el telefono. Era una lastima lo de la cena del proximo jueves, pero habria otras cenas, otras veladas. El vendria cuando ella le llamase y se lo pidiera. Siempre lo hacia.

Sospechaba que habia conocido a Allan Scully en el momento oportuno. Su primera educacion sexual en los pasillos subterraneos de cemento de los bloques de apartamentos y detras de los cobertizos de bicicletas en su barrio al norte de Londres, la mezcla de excitacion, peligro y disgusto, habia sido una buena preparacion para la vida, pero muy mala preparacion para el amor. Muchos de aquellos chicos se habian mostrado menos inteligentes que ella misma. Esto no le hubiera importado, con tal que hubieran tenido mejor aspecto o un poco de ingenio. La divertia, pero tambien la decepcionaba un poco, comprender, cuando ella tenia dieciocho anos, que pensaba en los hombres tal como tan a menudo se suponia que ellos miraban a las mujeres, una ocasional diversion de tipo sexual o social, pero demasiado poco importante para permitir que se interfiriese en los asuntos serios de la vida: pasar sus examenes superiores, planear su carrera y alejarse para siempre de los Ellison Fairweather Buildings. Descubrio entonces que podia disfrutar del sexo al tiempo que despreciaba el origen de su placer. Sabia que esta no era una base sincera para una relacion, pero despues, hacia dos anos, conocio a Allan. Su apartamento en una callejuela estrecha detras del British Museum habia sido objeto de un robo y fue ella la que llego alli con el tecnico en huellas y los demas oficiales. El le explico que trabajaba en una biblioteca teologica de Bloomsbury y que era un coleccionista aficionado de libros de antiguos sermones Victorianos -a ella le parecio una opcion realmente extraordinaria- y que se habian llevado dos de los volumenes mas valiosos. Estos jamas fueron recuperados y, a juzgar por la tranquila resignacion con la que el contesto a sus preguntas, presintio que tampoco esperaba que llegaran nunca a serlo. Su apartamento, pequeno y abarrotado, un deposito de libros mas bien que un hueco donde vivir, era diferente de todos los lugares que ella habia visto hasta entonces, y tambien el era diferente de cualquier otro hombre. Tuvo que hacerle una nueva visita y esta vez pasaron casi una hora charlando y tomando cafe. Fue entonces cuando el le pidio, con toda sencillez, que le acompanara a ver una obra de Shakespeare en el National Theater.

Menos de un mes despues de aquella velada se acostaron por primera vez juntos y el acabo con una de las convicciones mas arraigadas en ella, la de que a los intelectuales no les interesaba el sexo. Ademas de interesado en el, se revelo como un excelente practicante del mismo. Establecieron seguidamente una comoda relacion amorosa, al parecer mutuamente satisfactoria, en la que cada componente contemplaba el trabajo del otro sin resentimiento ni envidia, como un terreno extranjero cuyo lenguaje y cuyos habitos estuvieran tan lejos de cualquier posibilidad de comprension, que rara vez hablaban de ello. Kate sabia que el estaba intrigado, no tanto por la carencia de ella en lo referente a fe religiosa como por el hecho de que, al parecer, ella no sintiera ninguna curiosidad intelectual acerca de sus diversas y fascinantes manifestaciones. Ella presentia, tambien, aunque el nunca lo dijera, que pensaba que su educacion literaria habia sido llevada con negligencia. Si la incitaban a ello, Kate podia citar versos modernos y airados sobre los jovenes en paro en las ciudades del interior o el sometimiento de los negros en Sudafrica, pero esto lo consideraba el como un pobre sustitutivo de Donne, Shakespeare, Keats o Eliot. Por su parte, ella le veia a el como un inocente, tan falto de las facultades necesarias para sobrevivir en la jungla urbana que le sorprendia que caminara con aquella aparente indiferencia a traves de sus peligros. Aparte del robo, que seguia envuelto en el misterio, no parecia que le sucediera jamas nada que se saliera de lo corriente, y, en caso de que algo ocurriera, el no lo advertia. A ella le divertia pedirle que le recomendara libros y se mostraba perseverante con las obras que timidamente el le ofrecia. Actualmente, su lectura en la cama era Elizabeth Bowen. La vida de sus heroinas, sus rentas, sus encantadoras mansiones en Saint John's Wood, sus camareras uniformadas y sus tias de aspecto formidable, y sobre todo la delicada sensibilidad de las primeras, no dejaban de sorprenderla. «No se lavan lo suficiente, y ese es su problema», le decia a Allan, pensando tanto en la autora como en sus protagonistas. Sin embargo, no dejaba de interesarle el hecho de que ella necesitara seguir leyendo aquello.

Se acercaba ya, ahora, la medianoche. Estaba a la vez demasiado excitada y demasiado fatigada para sentir apetito, pero penso que le convenia prepararse algo ligero, tal vez una tortilla, antes de acostarse. Sin embargo, primero puso en marcha el contestador automatico y, con el primer sonido de aquella voz familiar, desaparecio la euforia para ser sustituida por una confusion de culpabilidad, enojo y depresion. Era la asistenta social de su abuela. Habia tres mensajes, cada uno con dos horas de intervalo, con una paciencia profesional controlada que gradualmente cedia el paso a la frustracion y, finalmente, a una irritacion rayana en la hostilidad. Su abuela, cansada de su reclusion en su piso de la septima planta, habia ido a la estafeta de correos para cobrar su pension y, al regresar, habia encontrado forzada la ventana y descubierto que tambien se habia intentado violentar la puerta. Era el tercer incidente de esta clase en menos de un mes. La senora Miskin se mostraba ahora demasiado aprensiva para decidirse a salir. Se suplicaba a Kate que llamara a los servicios sociales del municipio tan pronto como llegase, o, si lo hacia despues de las cinco y media, que telefonease directamente a su abuela. La cosa era urgente.

Siempre lo era, penso ella con desaliento. Y por otra parte era ya demasiado tarde para llamar. Sin embargo, no era posible esperar hasta la manana siguiente. Su abuela no se dormiria hasta que llamara ella. Su llamada fue contestada despues del primer timbrazo y sospecho que la anciana habia estado sentada junto al telefono, esperandola.

– Ah, ya veo que eres tu. Bonita hora para llamar. Casi es medianoche. La senora Mason ha estado tratando de encontrarte.

– Lo se. ?Te encuentras bien, abuela?

– Claro que no me encuentro bien. ?Que puneta voy a encontrarme bien! ?Cuando piensas venir?

– Procurare ir manana en cualquier momento, pero tengo la impresion de que no sera facil. Me encuentro en medio de un caso.

– Sera mejor que vengas a las tres. La senora Mason ha dicho que ella vendra a esa hora. Quiere verte a ti, muy en especial. Las tres, recuerdalo.

– Abuela, es que eso no es posible.

– ?Como me las arreglare para hacer la compra, pues? No pienso dejar solo este piso, ya te lo he dicho muchas veces.

– Debe de haber en el congelador lo bastante para otros cuatro dias, como minimo.

– Es que a mi no me gustan esas porquerias congeladas. Tambien te lo he dicho otras veces.

– ?Y no puedes pedirselo a la senora Khan? Ya sabes que siempre se muestra muy amable.

– No, no puedo. Ella ahora no sale, a menos que la acompane su marido, desde aquella vez en que los del Frente Nacional la molestaron en la calle. Ademas, no es justo. Tiene ya bastantes problemas en su casa. Por si no lo sabias, los crios han vuelto a estropear ese maldito ascensor.

– Abuela ?esta arreglada la ventana?

– Si, han venido y han arreglado la ventana.

La voz de la abuela sugeria que eso no era mas que un detalle carente de importancia. Anadio:

– Has de sacarme de aqui.

– Lo estoy intentando, abuela. Estas en la lista de espera para un apartamento individual de un bloque bien protegido y con vigilante. Tu ya lo sabes.

– Yo no necesito ningun vigilante, puneta. Lo que deberia estar es con los de mi propia sangre. Ven a verme manana a las tres. Y no dejes de venir. La senora Mason quiere verte.

Y colgo el telefono.

Kate penso: «Dios mio, no puedo enfrentarme de nuevo con esto, no ahora, cuando estamos empezando un nuevo caso».

Se dijo a si misma, con una iracunda autojustificacion, que no era una irresponsable, que hacia cuanto podia. Habia comprado a su abuela un refrigerador nuevo provisto de un pequeno congelador, y la visitaba cada domingo

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