Se echo a reir, con una subita explosion sonora, agria y despectiva.
– ?Estrechamente relacionados! Vamos a suponerlo asi. ?Y todo esto es simple rutina! ?No es eso lo que suelen ustedes decir a sus victimas? -Dalgliesh no contesto y el silencio parecio irritar a Lampart, que pregunto-: ?Donde debo hacer esa declaracion? ?Aqui, o en el puesto local de policia? ?O acaso operan ustedes desde el Yard?
– Podria hacerla alli, en mi despacho, si ello le resulta conveniente. Tal vez podria venir esta tarde. Pero tambien se le puede tomar la declaracion en el puesto local si con ello se ahorra tiempo. No obstante, seria util conocer ahora la sustancia de la misma.
Lampart repuso:
– Supongo que habra observado que no he pedido que estuviera presente mi abogado. ?No cree que esto muestra una confianza conmovedora en la policia?
– Si quiere que su abogado este presente, desde luego esta usted en su perfecto derecho.
– No quiero que venga. No lo necesito. Espero no decepcionarle, pero creo tener una coartada. Es decir, si es que Berowne murio entre las siete de la tarde y la medianoche. -Dalgliesh seguia guardando silencio y Lampart prosiguio-: Estuve con Barbara durante todo ese tiempo, como sin duda ya saben ustedes. Deben de haber hablado ya con ella. Antes, desde las dos hasta las cinco de la tarde, estuve aqui, operando. La lista esta a su disposicion y la instrumentista y el anestesista pueden corroborarlo. Ya se que iba enguantado, enmascarado y con un gorro en la cabeza, pero puedo asegurarle que mi personal reconoce mi trabajo aunque no me vean la cara. Pero, desde luego, me la vieron tambien, antes de ponerme la mascara. Hago mencion de esto por si se les ocurriera alguna idea fantasiosa sobre la posibilidad de que hubiera persuadido a alguno de mis colegas para hacerse pasar por mi.
Dalgliesh dijo:
– Eso puede ocurrir en las novelas, pero dificilmente en la vida real.
– Y despues, Barbara y yo tomamos el te en esta habitacion y seguidamente pasamos algun tiempo en mi apartamento privado, arriba. Despues, yo me cambie y salimos juntos de aqui, alrededor de las siete cuarenta. El portero de noche nos vio salir y probablemente podra confirmar la hora. Fuimos al Black Swan, en Cookham, donde cenamos juntos. No es que yo observara con rigor la hora, pero supongo que llegamos alli alrededor de las ocho y media. Conduzco un Porsche de color rojo, por si eso importa. La mesa estaba reservada para las nueve menos cuarto. Jean Paul Higgins es el administrador y el podra confirmarlo. Sin duda, confirmara tambien que eran ya mas de las once cuando nos marchamos. Sin embargo, agradeceria que se empleara en ello un poco de tacto. No soy extremadamente sensible en cuanto a la reputacion, pero no puedo permitirme el lujo de que la mitad del Londres elegante se dedique a chismorrear sobre mi vida privada. Y si bien algunas de mis pacientes tienen sus pequenos caprichos, como el de parir bajo el agua o ponerse en cuclillas sobre la alfombra del salon, no creo que a ninguna le agradase que la ayudara a dar a luz un sospechoso de asesinato.
– Seremos discretos. ?Cuando llego aqui lady Berowne? ?O fue usted a buscarla antes, a Campden Hill Square?
– No. No he entrado en el numero sesenta y dos desde hace semanas. Barbara vino en taxi. No le gusta conducir en Londres. Llego hacia las cuatro, supongo. Estuvo en el quirofano, viendome operar, desde las cuatro y cuarto, aproximadamente, hasta que termine. ?No le habia mencionado este detalle?
– ?Estuvo con usted todo el tiempo?
– Casi todo. Creo que salio unos pocos minutos despues de ver la tercera cesarea.
– ?Y ella llevaba tambien bata y mascara?
– Desde luego. Pero ?que importancia puede tener esto? Seguramente, el no murio antes de las siete.
– ?Lo hace muy a menudo? Me refiero a verle operar.
– No tiene nada de raro. Es un capricho suyo… -Hizo una pausa y anadio-: De vez en cuando.
Los dos guardaron silencio. Habia ciertas cosas, penso Dalgliesh, que incluso Stephen Lampart, con su actitud de ironico desprendimiento y su desprecio por la reticencia, no llegaba a atreverse a decir. De modo que ella se excitaba asi. Eso era lo que la excitaba: ver, enfundada en una bata y con una mascara en el rostro, como sus manos cortaban el cuerpo de otra mujer. La carga erotica del sacerdocio medico. Las enfermeras ayudantes moviendose, como en una ceremonia bien ensayada, alrededor de el. Los ojos grises encontrando los ojos azules por encima de la mascara. Y despues observar, mientras el se quitaba los guantes, extendia los brazos en una parodia de bendicion al tiempo que un acolito le quitaba la bata. La mezcla embriagadora de poderio, misterio y crueldad. Los rituales del cuchillo y la sangre. Se pregunto donde habrian hecho despues el amor… ?en el dormitorio de el, en una salita privada? Era sorprendente que no se acoplaran sobre la mesa de operaciones. O tal vez lo hicieran.
Sono el telefono sobre la mesa. Murmurando unas palabras de excusa, Lampart descolgo el auricular. La conversacion, sostenida aparentemente con un colega, fue de tono eminentemente clinico y unilateral, ya que Lampart se dedico casi todo el rato a escuchar. Sin embargo, no hizo ningun intento para acortarla. Dalgliesh contemplaba el jardin mientras su mente hacia un juicio preliminar. Si ellos habian salido de Pembroke Lodge a las siete cuarenta, el coche tuvo que llevar una buena velocidad para llegar al Black Swan a las ocho y media. ?Tiempo para cometer un asesinato en el camino? Era factible, siempre y cuando el pudiera encontrar una excusa para dejarla a ella en el coche. Ningun hombre en su sano juicio la hubiera llevado consigo a la iglesia para tan sangrienta mision, incluso en el caso de que ella supiera o sospechara lo que se llevaba entre manos. Por consiguiente, tuvo que haber una excusa. Alguien a quien el tuviera que hacer una breve visita. Algun asunto que solucionar. El coche tuvo que quedar aparcado cerca de la iglesia. En si, esto hubiera sido arriesgado. Un Porsche rojo es un automovil llamativo. ?Y despues que? La llamada a la puerta de la iglesia. Berowne dejandole entrar. La excusa ya preparada para justificar la visita. ?Cuanto tiempo requerian tales preliminares? Menos de un minuto, tal vez. El golpe repentino para atontar a Berowne. Despues, entrar en aquel lavadero en busca de la navaja que sabia con seguridad que encontraria alli, quitarse rapidamente la chaqueta y la camisa y volver a la sacristia, navaja en mano. Los cuidadosos cortes preliminares, seguidos por el golpe final hasta el hueso. Cuando estudiaba, debio de cursar alguna asignatura de medicina forense, suponiendo que despues no hubiera continuado. El podia saber mejor que cualquier otro sospechoso como simular un suicidio.
Y despues, el desastre. Aparece Harry, tambaleandose, probablemente medio borracho, medio dormido, pero no tan dormido como para no poder ver ni recordar. Y entonces, ya no quedo tiempo para sutilezas, ni tampoco se requeria ninguna. Y a continuacion, el rapido lavado en el fregadero, la navaja depositada cerca de la mano de Berowne, la rapida mirada a derecha e izquierda, la oscuridad protectora, la puerta dejada sin cerrar puesto que el no podia llevarse la llave, el regreso sin apresuramientos al coche. Tendria que depender del silencio de ella, desde luego. Necesitaria estar seguro de que ella se aferraria a su historia y diria que habian ido directamente al Black Swan. Sin embargo, se trataba de una mentira facil, sin complicadas elaboraciones, detalles dificiles u horarios que recordar con exactitud. Ella diria lo que de hecho habia dicho ya. «Fuimos directamente alli. No, no recuerdo la ruta. No me fije. Pero no nos detuvimos.» El tendria que inventar un buen motivo para pedirle a ella que mintiera. «Necesitaba ver a uno de mis pacientes, una mujer.» Pero ?por que no decirle eso a la policia? Nada tiene de malo una rapida visita profesional. La necesidad de pararse podia ser tambien levemente indecorosa. O eso o algo que hubiera recordado repentinamente. Una llamada telefonica que hubiera quedado sin respuesta. Demasiado rapido. Necesitaba mas tiempo. ?Y por que no esperar y efectuarla desde el Black Swan? Pero, desde luego, siempre estaba la explicacion obvia. Diria que habia ido a la iglesia, hablado con Berowne y dejado a este con vida y perfectamente bien. De este modo, ella apoyaria su coartada por propio interes, aparte del interes que significara para el. Y si, al final, ella no lo hacia, el seguiria teniendo su argumento. «Fui alli para hablar con Berowne acerca de su esposa. Solo me quede unos diez minutos, como maximo. La conversacion fue perfectamente amistosa. Solo vi alli a Berowne, y cuando lo deje estaba vivo y perfectamente.»
Lampart colgo el telefono y dijo:
– Les ruego que me excusen. ?Donde estabamos, comandante? ?En el Black Swan?
Pero Dalgliesh cambio la orientacion del interrogatorio y dijo:
– Usted habia conocido intimamente a sir Paul Berowne, aunque ultimamente no tuvieran mucho trato. Dos hombres que comparten una mujer nunca dejan de interesarse el uno por el otro. -Hubiera podido anadir que a veces se obsesionan pensando el uno en el otro, pero continuo-: Es usted medico y me pregunto que opina de la experiencia que tuvo el en la sacristia de Saint Matthew.
El halago no tenia nada de sutil y Lampart era demasiado listo para que le pasara desapercibido. Sin embargo, no seria capaz de resistirlo. Estaba acostumbrado a que se le preguntara su opinion, a que se le