Swan la noche de la fiesta de cumpleanos. Theresa Nolan vino aqui desde Campden Hill Square, donde habia estado atendiendo a lady Ursula, incapacitada entonces por la ciatica. Tengo entendido que la contrataron a traves de una agencia de enfermeras. Cuando lady Ursula ya no necesito una enfermera de noche, sugirio a la joven que ofreciera sus servicios aqui. Tenia el titulo de comadrona y resultaba perfectamente satisfactoria. Debio de quedar embarazada mientras trabajaba en Campden Hill Square, pero yo no le pregunte quien fue el responsable y no creo que ella lo dijera nunca.

Dalgliesh pregunto:

– ?No se le ocurrio que el hijo pudiera ser de sir Paul Berowne?

– Si. Se me ocurrio. Imagino que se les ocurrio a bastantes personas.

No dijo nada mas y Dalgliesh no lo presiono en este punto. Paso a preguntar:

– ?Que ocurrio cuando descubrio su embarazo?

– Acudio a mi y me dijo que no podia permitirse tener el hijo y queria una interrupcion de embarazo. La envie a un psiquiatra y deje que este tomara las medidas necesarias.

– ?Creyo usted que el estado de la joven en aquellos momentos, me refiero a su estado mental, permitia que solicitara legalmente un aborto?

– Yo no la examine. No discuti ese punto con ella. Y tampoco era una decision medica que yo pudiera tomar. Como he dicho, la envie a un colega psiquiatra. Le dije a la joven que podia ausentarse, sin dejar de percibir su paga, hasta que tomara una decision. No volvio aqui hasta una semana despues de la operacion. En cuanto a lo demas, ustedes ya lo saben.

De pronto se levanto y empezo a pasear de un lado a otro, hasta que se volvio hacia Dalgliesh:

– He estado reflexionando sobre este asunto de Paul Berowne. El hombre es un animal y vive mas a sus anchas consigo mismo y con el mundo cuando recuerda que lo es. Desde luego, es el mas inteligente y el mas peligroso de todos los animales, pero no por ello deja de serlo. Los filosofos, y tambien los poetas, que yo sepa, han complicado demasiado este punto. En realidad, no es tan complicado. Nuestras necesidades basicas son muy claras: comida, techo, afecto, sexo y prestigio, por este orden. Eso es lo que buscan las personas mas felices, y se consideran satisfechas al conseguirlas. Berowne no. Solo Dios sabe cuales eran las cosas intangibles e inalcanzables a las que creia tener derecho. La vida eterna, probablemente.

Dalgliesh dijo:

– ?Por lo tanto, usted cree en la probabilidad de que se matara el mismo?

– No tengo las pruebas suficientes. Pero le dire que si ustedes deciden finalmente que fue suicidio, para mi no sera ninguna sorpresa.

– ?Y el vagabundo? Hubo dos muertos.

– Eso ya es mas dificil. ?Mato el a Paul, o fue Paul el que lo mato a el? Evidentemente, la familia no deseara admitir esta ultima posibilidad. Lady Ursula jamas aceptara esa explicacion, cualquiera que sea el veredicto final.

– Pero usted…

– Oh, yo creo que si un hombre tiene en su interior suficiente violencia para cortarse su propia garganta, desde luego tambien es capaz de cortar la de otro. Y ahora, debo rogarles que me excusen -Miro a Kate-. Me esta esperando una paciente. Llegare al Yard entre las ocho y las nueve y media y firmare mi declaracion. -Anadio, levantandose-: Tal vez para entonces se me haya ocurrido algo mas que pueda servirles de ayuda. Pero no confien demasiado en ello.

Hizo que estas ultimas palabras sonaran como una amenaza.

II

Habia una corriente ininterrumpida de trafico ante la verja de la entrada, y Kate tuvo que esperar mas de un minuto antes de encontrar un hueco en el que meterse. Incluso penso en como debia de arreglarselas Lampart para salir. Tenia toda la entrevista en su libreta de notas, escrita con su clara aunque poco ortodoxa taquigrafia, pero poseia el don de una memoria verbal casi perfecta y hubiera podido mecanografiar la mayor parte de la conversacion sin necesidad de consultar sus jeroglificos. Dejo que su mente recorriera cada pregunta y cada respuesta, pero aun asi no podia ver donde su jefe se habia mostrado tan astuto.

Habia dicho muy poca cosa, formulando unas preguntas breves y a veces aparentemente desconectadas de la linea de investigacion. Pero Lampart, y despues de todo esta era la intencion del jefe, se habia sentido invitado a decir muchas cosas, incluso demasiadas. Y toda aquella charla sobre la crisis del hombre de mediana edad era psicologia popular como la que cualquiera podia recibir por correo si escribia a un consultorio publico preguntando que le ocurria al marido o al padre. Desde luego, tal vez tuviera razon, pero, al fin y al cabo, medicamente hablando, las variedades de la menopausia masculina no eran la especialidad de Stephen Lampart. Le habian pedido su opinion y el la habia dado, pero cabia esperar en un hombre tan satisfecho de su voz como lo estaba el que se mostrara algo mas comunicativo en su explicacion sobre los problemas psicologicos del embarazo y el aborto. Sin embargo, cuando se trato de Theresa Nolan, ?que obtuvieron? Nada en claro, un silencio absoluto sobre los indicios evidentes. Ni siquiera habia querido pensar en ella, mucho menos hablar de ella. Y no era simplemente por el hecho de que estas preguntas las hubiera hecho Kate, y las hubiera formulado con una correccion extrema pero carente de toda deferencia, que ella sabia resultaria mas ofensiva para la vanidad de el que la rudeza o un abierto antagonismo. Ella esperaba que, con suerte, esto le obligara a el a cometer alguna indiscrecion, pero no podia funcionar si no habia nada que esconder. Oyo entonces la voz de su jefe:

– Ese detalle emocionante acerca de sir Paul salvandole la vida… ?Usted lo cree?

– No, senor. Al menos, no como lo ha contado el. Creo que probablemente ocurrio algo por el estilo: el se cayo por la borda y su amigo lo izo. No lo hubiera mencionado si no hubiese algun tipo de corroboracion, pero creo que lo que en realidad decia era: «Miren, puedo haberme acostado con su mujer, pero nunca hubiera sido capaz de matarlo. El me salvo la vida». -Y anadio-: No ha sido muy sutil su manera de hablar de Garrod.

Le dirigio una rapida mirada. El sonreia con una expresion de disgusto, como hacia a veces cuando uno de sus colegas empleaba un americanismo. Sin embargo, dejo pasar esta observacion con un simple comentario:

– En el nada ha sido sutil.

De pronto, ella noto una sensacion de optimismo, intensa, embriagadora y peligrosamente cercana a la euforia, que siempre surgia cuando un caso se desarrollaba bien, pero ella habia aprendido ya a desconfiar de esta sensacion y a sofocarla. «Si esto va bien, si le echamos la mano encima, sea quien sea el culpable, y lo conseguimos, entonces estoy en mi camino. Realmente, estoy en mi camino.» Pero esta ilusion era mas profunda que la mera ambicion o la satisfaccion de haber pasado airosamente un examen, de haber rematado debidamente una tarea. Habia disfrutado con ella. Cada minuto de su breve confrontacion con aquel engreido comediante le habia resultado profundamente placentero. Penso en sus primeros meses en el CID, en aquellas arduas y concienzudas investigaciones puerta a puerta que habian constituido su labor entonces, en las pateticas victimas y los todavia mas pateticos villanos. Resultaba infinitamente mas satisfactoria esta caceria sofisticada, sabiendo que se enfrentaba a un asesino con inteligencia para pensar y planear, un asesino que no era una victima ignorante e impotente de las circunstancias o de la pasion. Habia aprendido a dominar su rostro mucho antes de entrar en la policia. Conducia ahora con cuidado, reflejando la calma en su rostro y observando la carretera que se abria ante ella. Sin embargo, una parte de lo que estaba sintiendo debio de comunicarse a su acompanante, que le pregunto:

– ?Ha disfrutado usted, inspectora?

La pregunta y el raro uso de su grado la sorprendieron, pero decidio contestar sinceramente, sabiendo que no tenia otra opcion. Habia aprendido bien esta parte de su oficio. Conocia la reputacion de el, y cuando los colegas hablaban del jefe, ella siempre se habia esforzado en escuchar. Decian: «Es un hijo de mala madre, pero es justo». Sabia tambien que existian ciertas inconveniencias que el era capaz de perdonar, asi como ciertos caprichos que sabia tolerar, pero la falta de sinceridad no se contaba entre ellos. Por consiguiente, contesto:

– Si, senor. Me agrado la sensacion de controlar la situacion, de que estabamos llegando a alguna parte. -Y entonces anadio, sabiendo que al decirlo se adentraba en un territorio peligroso, pero pensando tambien que bien podia salir airosa-: ?Representa esta pregunta una critica, senor?

– No. Nadie entra en la policia si no obtiene cierto placer del ejercicio del poder. Y a la brigada de homicidios

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