encamino hacia el Black Swan. No es raro que aparquen coches alli, pero generalmente se trata de parejas de enamorados que se quedan dentro del coche.

– ?Pudo dar una descripcion?

– Tan solo de tipo muy general, pero mas o menos correspondia a la de Berowne. Yo estoy convencido de que era su coche y de que el estuvo alli, pero admito que no hay pruebas. Eran las diez de la noche cuando el chico le vio, y en aquella parte no hay farolas. Yo no podia saber con certeza que se encontraba en el Black Swan cuando Diana Travers se ahogo y, como habras observado en mi articulo, procure cuidadosamente no decir semejante cosa.

– ?Consultaste con tus abogados antes de darlo a la imprenta?

– Claro que si. No es que les gustara mucho, pero tuvieron que admitir que no podia contener calumnia. Despues de todo, era un dato puramente factual. Nuestras habladurias siempre lo son.

Y las habladurias, penso Dalgliesh, eran como cualquier otro articulo en el mercado. Uno solo lo recibia si tenia algo de valor que dar. Y Ackroyd, uno de los chismosos mas notorios de Londres, tenia fama por la precision y el valor de sus palabras. Coleccionaba pequenos retazos de informacion como otros guardan tornillos y clavos. Tal vez no los necesitara para la faena que en un momento dado tenia entre manos, pero antes o despues podian resultarle utiles.

Y, por otra parte, le gustaba la sensacion de poder que la murmuracion le otorgaba. Tal vez redujera para el aquella ciudad vasta y amorfa a unas proporciones manejables, a los pocos centenares de personas que contaban en su mundo y que le daban la ilusion de vivir en un pueblo privado, intimo pero diverso y no carente de excitacion. Y el no era malevolo. Le gustaba la gente y disfrutaba complaciendo a sus amigos. Ackroyd se acurrucaba como una arana en su estudio y tejia su tela de blanda intriga. Le resultaba importante que al menos un hilo de la misma le conectase con un alto funcionario de la policia, como otros, mucho mas poderosos, hacian con las camarillas parlamentarias, el teatro, Harley Street o la abogacia. Casi con toda seguridad, habia registrado sus fuentes, dispuesto a ofrecer a Dalgliesh una pequena prima de informacion. Dalgliesh creyo llegado el momento de buscarla y pregunto:

– ?Que sabes de Stephen Lampart?

– No mucho, puesto que la naturaleza me ha ahorrado misericordiosamente la experiencia de los partos. Dos buenas amigas tuvieron sus bebes en su clinica de Hampstead, Pembroke Lodge. Todo fue muy bien; el heredero de un ducado y un futuro banquero mercantil, ambos dados a luz sin problemas y los dos varones, lo cual, tras una serie de ninas, era lo que se pretendia. Tiene fama de ser un buen ginecologo.

– ?Y con las mujeres?

– Mi querido Adam, eres un hombre libidinoso. Por ser un ginecologo, debe de tener particulares tentaciones. Despues de todo, las mujeres estan siempre dispuestas a mostrar su gratitud de la unica manera que las pobrecillas conocen. Sin embargo, el sabe protegerse a si mismo, y no solo en lo que se refiere a su vida sexual. Hace ocho anos, hubo una querella por calumnia. Tal vez la recuerdes. Un periodista llamado Mickey Case tuvo la mala idea de sugerir que Lampart habia efectuado un aborto ilegal en Pembroke Lodge. En aquellos tiempos, las cosas eran algo menos liberales. Lampart se querello y consiguio danos y perjuicios. Arruino a Mickey. Desde entonces, no ha habido ni traza de escandalo. No hay nada como la fama de querellante para que uno se salve de la difamacion. A veces se rumorea que el y Barbara Berowne son algo mas que primos, pero no creo que nadie posea pruebas al respecto. Han sabido ser notablemente discretos y Barbara Berowne, desde luego, desempeno a la perfeccion el papel de la amante y hermosa esposa del diputado cuando se le exigio que lo hiciera, lo cual no sucedia muy a menudo. Berowne nunca fue un tipo sociable. Una pequena cena de vez en cuando, las usuales meriendas electorales, recaudacion de fondos y cosas por el estilo. Sin embargo, a ella no se le exigia que se exhibiera en ese papel particular con inconveniente frecuencia. Lo curioso de Lampart es que se pasa la vida trayendo crios al mundo, pero al mismo tiempo le desagradan intensamente los ninos. Aunque aqui estoy bastante de acuerdo con el. Hasta las cuatro semanas, son perfectamente encantadores, pero despues, todo lo que pueda decirse en favor de los crios es que llega un momento en que han crecido ya. El tomo sus precauciones contra la procreacion; se sometio a una vasectomia.

– ?Y como diablos te has enterado de eso, Conrad?

– Mi querido amigo, no es ningun secreto. La gente suele jactarse de esas cosas. Apenas se la hizo empezo a lucir una de esas corbatas nauseabundas que lo pregonan por ahi. Admito que es una nota bastante vulgar, pero es que en Lampart hay una nota de vulgaridad. Ahora la tiene mas controlada, me refiero a la vulgaridad. La corbata esta guardada en un cajon junto con, no me cabe duda de ello, otros recuerdos de su pasado.

Y eso no dejaba de ser un premio, penso Dalgliesh. Si Barbara Berowne estaba embarazada y Lampart no era el padre, ?quien podia serlo? De haber sido el propio Berowne y haber conocido el este hecho, ?se hubiera sentido mas o menos predispuesto a darse muerte? Probablemente, un jurado hubiera pensado que menos. Para Dalgliesh, que jamas habia creido en la teoria del suicidio, esto no tenia una relevancia particular. Sin embargo, la tendria, y muy considerable, para el fiscal, si el, Dalgliesh, agarraba a su hombre y el caso llegaba ante los jueces.

Ackroyd dijo entonces:

– ?Como te fue con la formidable lady Ursula? ?La conocias ya?

– No. En mi vida social no suelo tratar con hijas de condes. Y, hasta el momento, tampoco habia conocido a ninguna en el ambito de mi trabajo. ?Que deberia pensar acerca de ella? Dimelo tu.

– Lo que todo el mundo quiere saber acerca de ella -al menos, todos los de su generacion- es por que se caso con sir Henry. Pero resulta que yo conozco la respuesta. La he deducido totalmente por mi cuenta. Tal vez pienses que mi teoria es obvia, pero ello no le restara merito. Explica por que tantas mujeres hermosas eligen a hombres tan ordinarios. Es porque una mujer hermosa -y estoy hablando de belleza, no solamente de atractivo- es totalmente ambivalente en lo que respecta a su belleza. Con una parte de su mente sabe que esta es la cosa mas importante que hay en su persona. Y, desde luego, hay que reconocer que asi es. Pero con otra parte de su persona desconfia de ello. Al fin y al cabo, sabe que se trata de algo transitorio. Ha de presenciar como se desvanece esa belleza. Ella desea ser amada por otra cualidad, en general una que no posee. Por lo tanto, cuando lady Ursula se canso de todos aquellos jovenes inoportunos que la rodeaban y la colmaban de cumplidos, eligio al viejo Henry, que durante anos la habia amado devotamente, que sin duda seguiria amandola hasta que muriese, y que no parecia darse cuenta de que se habia apropiado la belleza mas admirada de Inglaterra. Al parecer, todo funciono perfectamente. Ella le dio dos hijos y le fue fiel…, es decir, mas o menos. Y ahora, pobrecita, se ha quedado sin nada. El titulo de su padre se extinguio cuando su unico hermano murio en 1917. Y ahora ocurre esto. A no ser, desde luego, que Barbara Berowne lleve en su vientre un heredero, lo cual, dadas las circunstancias, parece improbable.

Dalgliesh pregunto:

– ?No sera la parte menos importante de la tragedia, esa extincion del titulo de baronet?

– No necesariamente. Un titulo, particularmente si es antiguo, confiere una confortable sensacion de continuidad familiar, casi una especie de inmortalidad personal. Si se pierde, uno empieza a comprender que toda la carne es ceniza. Voy a darte un consejo, mi querido Adam. No subestimes nunca a lady Ursula Berowne.

Dalgliesh repuso:

– No hay peligro de ello. ?Conociste personalmente a Paul Berowne?

– No. Conocia a su hermano, pero no muy bien. Nos conocimos cuando se hizo novio oficial de Barbara Swayne. Hugo era un anacronismo, mas bien un heroe de la primera guerra mundial que un soldado moderno. Casi se esperaba verlo golpeandose los pantalones caqui de montar con su baston, y llevando espada. Cabia esperar que los de su especie se hicieran matar. Nacen para eso. Si no lo hicieran, ?que diablo harian de sus personas cuando envejecieran? Era, desde luego, el hijo predilecto, y con mucho. Era el tipo de hombre al que su madre comprendia, que se habia criado junto a ella, con esa mezcla de belleza fisica, temeridad y encanto. Empece a interesarme por Paul Berowne cuando decidimos escribir ese corto articulo, pero admito que la mayor parte de informacion que obtuve sobre el es de segunda mano. Una parte de la tragedia privada de Paul Berowne, desde luego pequena si la miramos sub specie aeternitatis, la resumio perfectamente Jane Austen. «Su caracter tal vez se agriara un poco al descubrir, como tantos otros de su mismo sexo, que, debido a una injustificable inclinacion en favor de la belleza, era el marido de una mujer muy necia.» Orgullo y prejuicio, palabras del senor Bennet.

– Razon y sensibilidad, palabras del senor Palmer. Y cuando uno conoce a Barbara Berowne, esa inclinacion no parece tan injustificable.

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