– ?Ah, si? -exclamo. Si las malas noticias habian sido tan buenas, Afonso se quedo con la curiosidad de saber si las buenas podian ser aun mejores-. Lo escucho.
– El general Simas ha intercedido con vehemencia por usted y ha obtenido una concesion del general Tamagnini y del general Gomes da Costa.
– ?Una concesion?
– Exacto. El general Gomes da Costa ha aceptado que un peloton del 8 sea incluido en el
– ?Como es eso?
– Hombre, ?tendre acaso que explicarle todo? ?Usted tambien va a participar en el
Agnes llego esa noche algo diferente. Afonso estaba sentado en la cama fumando un Tagus y consumiendose con el pensamiento de que realmente participaria en el
– Salut, mon mignon
Afonso le devolvio distraidamente el beso y se quedo sentado en la cama viendola dirigirse a la encimera de la cocina a preparar la cena. En circunstancias normales, el habria notado de inmediato que habia algo extrano en aquel comportamiento, que ella estaba fuera de si. Pero aquellas no eran circunstancias normales. El capitan paso el ultimo mes angustiado con la perspectiva del
Sumido en sus pensamientos, Afonso tardo en darse cuenta de que Agnes se habia apoyado en la encimera presa de un llanto silencioso. Sus ojos la veian, pero el cerebro no registraba nada. Hasta que, sin esperarlo, una imagen de las lagrimas de la francesa se filtro en la complicada cadena de raciocinios que consumia su mente. El capitan se estremecio, la vio inclinada en la encimera llorando bajo, con una mano sobre la boca y los ojos cerrados, de los que brotaban delicadas gotas que se deslizaban despacio hasta el menton. Se levanto de golpe, sorprendido y alarmado, y fue a abrazarla.
Ella sollozo y fijo sus ojos en el suelo.
– C'est rien, c'est rien.
Afonso sospecho que alguien la habia informado del
– Calma -le susurro al oido-. Calma.
Ella se estrecho contra el cuerpo de Afonso, que sintio como temblaba. La cogio en brazos y la llevo a la cama, la acosto con delicadeza y le limpio las lagrimas. Agnes estaba roja, con el semblante humedo, los ojos verdes brillando con intensidad, mas hermosa que nunca. Esbozo una sonrisa dulce, casi aliviada.
– Merci, mon mignon.
El capitan sintio que se derretia con el calor suave de aquellas palabras. La beso en las mejillas y en los labios humedos, paso sus dedos por los cabellos largos y rizados, deslizo su indice por la nariz respingona y mojada.
– Dime que te preocupa.
Agnes se incorporo lentamente en la cama, se sento y fijo en Afonso sus ojos cristalinos y enamorados, pero en ellos se veia tambien preocupacion, se vislumbraba cierto recelo. Lo cogio de la mano.
– Alphonse, ?tu me amas?
– Pero ?me amas realmente, Alphonse? ?Me amas de verdad?
Afonso fruncio el ceno, sorprendido por la intensidad de los sentimientos que descubria en ella.
– Claro, mi vida. ?Que ocurre?
– ?Me amas como un soldado que manana me olvidara o como un hombre que nunca me dejara?
– ?Que pregunta, mi amor! Claro que nunca te dejare, salvo que me haya vuelto loco. Te amo con todas mis fuerzas.
– Vraiment?
– Si, te amo por encima de todo, por encima de mi propio ser. Tu eres el aire que respiro, el alma que me colma, la luz que me guia, la vida que me hace vivir.
– ?Y que va a ser de nosotros cuando acabe la guerra?
– Cuando acabe la guerra,
La francesa solto un «hum, hum» con la garganta, afinando la voz.
– Alphonse -dijo.
Vacilo y dejo la frase suspendida en el aire. Se hizo un silencio.
– ?Si?
– Alphonse -retomo Agnes-. Hoy he ido a ver al doctor Almeida.
– ?Quien?
– He ido a ver al doctor Almeida, un medico del hospital. -Ah.
– Je suis enceinte.
– ?Como?
– Estoy embarazada.
Capitulo 13
Sin embargo, los otros, los que integraban la fuerza de asalto, los que iban a enfrentar la muerte, se agitaban