– ?Ah, si? -exclamo. Si las malas noticias habian sido tan buenas, Afonso se quedo con la curiosidad de saber si las buenas podian ser aun mejores-. Lo escucho.

– El general Simas ha intercedido con vehemencia por usted y ha obtenido una concesion del general Tamagnini y del general Gomes da Costa.

– ?Una concesion?

– Exacto. El general Gomes da Costa ha aceptado que un peloton del 8 sea incluido en el raid del 21.

– ?Como es eso?

– Hombre, ?tendre acaso que explicarle todo? ?Usted tambien va a participar en el raid, caramba! -le extendio la mano-. ?Felicitaciones!

Agnes llego esa noche algo diferente. Afonso estaba sentado en la cama fumando un Tagus y consumiendose con el pensamiento de que realmente participaria en el raid, cuando sintio que se abria la puerta y vio entrar a la francesa. Ella llevaba un elegante jersey de punto y una chaqueta de lana azul sin cuello, abotonada por delante. Agnes sonrio debilmente, sin conviccion ni espontaneidad. Sus labios esbozaron una sonrisa, pero sus ojos verdes se veian cargados de preocupacion. Coloco dos sacos a la entrada, cerro la puerta y fue a darle un beso.

– Salut, mon mignon -lo saludo.

Afonso le devolvio distraidamente el beso y se quedo sentado en la cama viendola dirigirse a la encimera de la cocina a preparar la cena. En circunstancias normales, el habria notado de inmediato que habia algo extrano en aquel comportamiento, que ella estaba fuera de si. Pero aquellas no eran circunstancias normales. El capitan paso el ultimo mes angustiado con la perspectiva del raid que estaba preparando e indeciso en cuanto a lo que podria contarle. ?Deberia decirle que iba a participar en un ataque a las lineas alemanas? El mes transcurrio rapidamente, y ahora, ante la inminencia del raid, la angustia se hizo profunda y lo dejo ciego al mundo que lo rodeaba. El teniente coronel Mardel le revelo que se habia fijado la operacion para el 9 de marzo, exactamente dentro de una semana, y que tendria que integrarse para la accion con los hombres del 21. El anuncio significaba que el capitan tendria que tomar una decision sobre que le diria a Agnes. Paso las ultimas horas analizando la cuestion y se sentia inclinado a no contarle nada. ?De que serviria mortificarla con la noticia? ?Que ganaria con ello, a no ser una semana de ansiedad compartida? Por otro lado, considero que tal vez aquella fuese su ultima semana que pasarian juntos, tal vez no volveria a verla, y se pregunto si tendria derecho a ocultarle esa informacion.

Sumido en sus pensamientos, Afonso tardo en darse cuenta de que Agnes se habia apoyado en la encimera presa de un llanto silencioso. Sus ojos la veian, pero el cerebro no registraba nada. Hasta que, sin esperarlo, una imagen de las lagrimas de la francesa se filtro en la complicada cadena de raciocinios que consumia su mente. El capitan se estremecio, la vio inclinada en la encimera llorando bajo, con una mano sobre la boca y los ojos cerrados, de los que brotaban delicadas gotas que se deslizaban despacio hasta el menton. Se levanto de golpe, sorprendido y alarmado, y fue a abrazarla.

– ?Que ocurre, mon petit choux?

Ella sollozo y fijo sus ojos en el suelo.

– C'est rien, c'est rien.

Afonso sospecho que alguien la habia informado del raid. Le sorprendio comprobar que una informacion tan secreta estuviese circulando ya entre los civiles, parecia imposible, pero despues se acordo de que Agnes trabajaba en el hospital, y en un hospital se sabe todo.

– Calma -le susurro al oido-. Calma.

Ella se estrecho contra el cuerpo de Afonso, que sintio como temblaba. La cogio en brazos y la llevo a la cama, la acosto con delicadeza y le limpio las lagrimas. Agnes estaba roja, con el semblante humedo, los ojos verdes brillando con intensidad, mas hermosa que nunca. Esbozo una sonrisa dulce, casi aliviada.

– Merci, mon mignon.

El capitan sintio que se derretia con el calor suave de aquellas palabras. La beso en las mejillas y en los labios humedos, paso sus dedos por los cabellos largos y rizados, deslizo su indice por la nariz respingona y mojada.

– Dime que te preocupa.

Agnes se incorporo lentamente en la cama, se sento y fijo en Afonso sus ojos cristalinos y enamorados, pero en ellos se veia tambien preocupacion, se vislumbraba cierto recelo. Lo cogio de la mano.

– Alphonse, ?tu me amas?

– Bien sur, mi cielo.

– Pero ?me amas realmente, Alphonse? ?Me amas de verdad?

Afonso fruncio el ceno, sorprendido por la intensidad de los sentimientos que descubria en ella.

– Claro, mi vida. ?Que ocurre?

– ?Me amas como un soldado que manana me olvidara o como un hombre que nunca me dejara?

– ?Que pregunta, mi amor! Claro que nunca te dejare, salvo que me haya vuelto loco. Te amo con todas mis fuerzas.

– Vraiment?

– Si, te amo por encima de todo, por encima de mi propio ser. Tu eres el aire que respiro, el alma que me colma, la luz que me guia, la vida que me hace vivir.

– ?Y que va a ser de nosotros cuando acabe la guerra?

– Cuando acabe la guerra, ma petite, me quedare aqui contigo. Me quedare aqui o te llevare conmigo. Nunca nos separaremos.

La francesa solto un «hum, hum» con la garganta, afinando la voz.

– Alphonse -dijo.

Vacilo y dejo la frase suspendida en el aire. Se hizo un silencio.

– ?Si?

– Alphonse -retomo Agnes-. Hoy he ido a ver al doctor Almeida.

– ?Quien?

– He ido a ver al doctor Almeida, un medico del hospital. -Ah.

– Je suis enceinte.

– ?Como?

– Estoy embarazada.

Capitulo 13

Los bostezos parecian contagiosos, sucediendose unos tras otros, como en una secuencia: los hombres abrian la boca sucesivamente, aspirando el aire frio y humedo de aquella madrugada del 9 de marzo y expeliendolo en un largo y vaporoso suspiro. Afonso envidio el sueno de esos hombres, solo podia bostezar asi quien no tenia miedo, quien no se consumia de ansiedad, quien no iba a participar en la operacion. La artilleria tronaba desde hacia casi una hora, regando las posiciones enemigas, el horizonte era una imponente linea de fuego y, en pleno caos, extranamente, habia hombres bostezando. El capitan miro a su alrededor y le resulto curiosa la diferencia de postura de los soldados. Unos, junto con los camilleros de la segunda compania de la Infanteria 21, serranos de Covilha, se apoyaban perezosamente en los parapetos de Copse Trench, con los ojos sonolientos: era evidente que no iban a entrar en la Tierra de Nadie, les correspondia otra mision, los soldados iban a guardar la primera linea y a cubrir los flancos de la fuerza de ataque; los camilleros, por su parte, se quedarian asegurando la retirada de los heridos.

Sin embargo, los otros, los que integraban la fuerza de asalto, los que iban a enfrentar la muerte, se agitaban

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