El cabo acomodo la Lewis, respiro hondo para recuperar el aliento, se levanto en un impetu, apunto la ametralladora hacia el sector que habia identificado y comenzo a vomitar rafagas. Los otros hombres, alentados por el ejemplo de Matias, se levantaron tambien y dispararon las Lee-Enfield en la misma direccion. Los «Very Lights» continuaban activos, iluminando la batalla, y los portugueses vieron al fondo a los alemanes en fuga.
– ?Fuego a discrecion! -exclamo Afonso, con la pistola en la mano.
La Lewis y las Lee-Enfield soltaban balas y mas balas sobre los fugitivos, algunos cayeron al suelo, alguno que otro consiguio levantarse y retomo la carrera con dificultad, cojeando. El fuego se mantuvo intenso hasta que los alemanes que aun seguian en pie salieron del campo de vision. Afonso llamo entonces al telegrafista de su grupo. El hombre se acerco, estirando el cable desde las lineas portuguesas, con el telefono en la mano. Afonso le hizo una sena al sargento Rosa.
– Lanza el cohete de llegada.
El sargento cogio un «Very Light» y lo lanzo hacia el cielo. El cohete exploto arriba con luz roja, despidiendo una claridad de sangre sobre las lineas. Otros «Very Lights» rojos estallaron a la derecha y a la izquierda. Era la senal convenida para anunciar a las lineas portuguesas que la primera linea alemana se encontraba ocupada por el CER Satisfecho con la indicacion de que las cosas iban bien en los otros pelotones, Afonso cogio el telefono.
– Aqui peloton del centro -anuncio el capitan por el microfono-. Estamos en posicion. Henrique. Repito. Henrique.
«Henrique» era el codigo dispuesto para que la artilleria portuguesa extendiese los disparos hasta la retaguardia alemana. La idea era fustigar al enemigo y mantener protegidos a los soldados portugueses instalados en la primera linea alemana.
En cuanto la artilleria corrigio el tiro, Afonso hizo una sena a los hombres y el grupo avanzo cautelosamente por una trinchera de comunicacion con el proposito de limpiar el terreno, los soldados caminaban encorvados y con el fusil en ristre. Matias iba delante, con la pesada Lewis en brazos, seguido del sargento Rosa y de Abel; detras iban Afonso, Vicente y Baltazar, ademas de los hombres del 21. Vieron un hoyo a la derecha y vacilaron.
– Un refugio -murmuro Matias hacia atras, con la ametralladora apuntada a un hoyo abierto en la base de un bloque macizo de cemento.
Afonso se acerco y comprobo la entrada del refugio sin osar exponerse.
– Procedan a su limpieza.
El sargento Rosa disparo dos tiros hacia el interior y se quedo esperando. Nada. Matias avanzo, coloco el canon de la Lewis en el hoyo y observo. Estaba todo oscuro.
– Linterna.
Afonso le dio una linterna al sargento Rosa, quien la puso en manos del cabo. Matias encendio la luz y observo el refugio. El destello recorrio las paredes, se veian estantes con libros, cables electricos y bombillas colgadas en el techo. La luz de la linterna bajo por el suelo, se iluminaron sofas, sillas, camas dobles con gruesas mantas, el suelo parecia seco. Al cabo de algun tiempo, Matias se dio por satisfecho y volvio la cabeza hacia atras.
– Aqui no hay nadie -dijo a sus companeros.
Enseguida, el cabo se sumergio en el hoyo y bajo para inspeccionar mejor el refugio. Tras el siguieron los otros hombres del 8 y algunos del 21, todos atonitos ante el bunker aleman.
– Vaya, vaya, ?habeis visto esto? -exclamo Baltazar-. ?Esto es un refugio de reyes! ?Joder! ?Que categoria!
– Es impresionante -confirmo Vicente, que se sento con visible placer en la superficie mullida del sofa-. Nosotros viviendo en el barro y estos tios regalandose en estos palacetes. Si, senor, ?esto si que es vida! A ellos los tratan bien. Ya sabemos como se las gastan con nosotros…
– Si tuviesemos un hotel asi, no me importaria nada estar en las trincheras -bromeo Baltazar-. ?Categoria!
Afonso tambien se sentia sorprendido por la calidad del refugio: era, por lejos, superior a cualquiera de los del CEP o hasta a las posiciones britanicas que habia visitado. Pero la estupefaccion duro poco. Tenia prisa en salir de alli, completar la mision y regresar a la seguridad relativa de las trincheras portuguesas.
Comprobo que no habia documentos para incautar y decidio abandonar ese sitio.
– ?Vamos, vamonos de aqui! -ordeno-. ?Salgamos, salgamos rapido!
Los hombres salieron del refugio y regresaron a la trinchera de comunicacion, con lo que se restablecio la jerarquia anterior. Matias delante, Rosa despues, los restantes detras. La trinchera trazo una leve curva a la izquierda y, en medio de aquella oscuridad iluminada por los fulgores de la artilleria y por los sucesivos «Very Lights», el cabo distinguio un bulto que desaparecia al fondo.
– ?Boches! -aviso.
El grupo se detuvo un momento y, tras una ligera vacilacion, retomo la marcha, con Matias muy pendiente de cualquier movimiento. Treinta metros mas adelante, cerca del sector donde habia visto el bulto, se encontro con un nuevo hoyo, esta vez a la izquierda, en la base del parapeto.
– Refugio.
Una parada mas. Rosa repitio el procedimiento anterior y disparo dos tiros en el escondrijo. Dentro se oia ruido y un tiro respondio al fuego portugues.
– Granadas -solicito Matias.
Rosa le entrego dos Mills, Matias cogio una, oprimio la palanca, tiro de la argolla y arranco la clavija de seguridad, la arrojo por el hueco; repitio la operacion con la otra. Se oyeron gritos en aleman,
– Entschuldigen… Sie bitte!
Matias miro hacia atras, hacia sus companeros.
El refugio esta limpio.
– ?Los boches? -quiso saber Afonso.
– Hay dos muertos y un herido.
El capitan observo por la entrada y vio al aleman tumbado en el suelo, gimiendo.
– Pobre -comento-. ?Habeis visto que tiene las tripas fuera?
Matias asintio con la cabeza.
– No hay esperanza. Se muere.
El aleman insistio, con una mueca desencajada.
– Bitte
Afonso entendio.
– Esta pidiendo ayuda -explico-. Tal vez sea mejor darle un tiro de gracia, asi deja de sufrir.
El capitan miro a su alrededor, como buscando un voluntario. Matias bajo los ojos, los que estaban atras se hicieron los desentendidos. Afonso volvio a mirar al aleman, alzo la pistola, la apunto a la cabeza del hombre, la dejo apuntada, espero, vacilo terriblemente, penso que era un acto de piedad, de misericordia, pero luego se contrapuso otro pensamiento, recordandole que iba a matar a alguien, que iba a pecar, era tal vez su conciencia reprimida de seminarista sublevandose, penso y vacilo, se prolongo la vacilacion, el aleman agonizante le devolvio la mirada, entendio todo, sus ojos azules lo miraban aterrorizados, veian el abismo, encaraban el fin. Afonso suspiro y bajo la pistola. No era capaz.
– Vamonos -dijo pesadamente, emprendiendo el regreso a la trinchera de comunicacion.
El grupo avanzo por las lineas que habia abandonado el enemigo y llego a Mitzi Trench. Inspeccionaron mas refugios desiertos, que revelaban condiciones de habitabilidad infinitamente superiores a las existentes en la zona