habia crecido en las dos ultimas semanas, pero parecia ahora prolongarse mas que de costumbre. Los canones vomitaban granadas con un ritmo regular, y se sucedian explosiones en ambos lados de las trincheras, no muy intensas, pero permanentes, una detonacion aqui, despues otra alli, y aun otra mas. No era una barrera de ataque, sino un martilleo de desgaste.

– Dices bien, no paran -se quejo Abel, con los nervios destrozados-. Esto para mi es lo peor. Hace dos dias que no duermo. No se que bicho ha mordido a los alemanes, pero la verdad es que, desde que hace unas semanas les ha dado por incordiarnos a toda hora y de atacarnos con las botellas de litro, los vasos de medio litro, las calabazas y no se que mas, yo no pego ojo.

– Para mi, lo peor son los «barriles de almud» -comento Vicente, refiriendose a los proyectiles de grueso calibre-. ?Cuando estallan, hasta me tiemblan los huevos, carajo!

Todos esbozaron una sonrisa fatigada. Los canonazos proseguian, incansables.

– Los bombardeos son tremendos, es verdad -insistio Baltazar-. Pero lo que puede conmigo es la comida. -Se sento en el catre y miro a sus companeros, en un esfuerzo por desviar la atencion del violento bombardeo desencadenado en el exterior-. ?Que me diriais si os cuento que fui a comprar un quesito a la Cantina Deposito, un quesito que era una categoria, una categoria de queso flamenco, lo traje aqui, a las trincheras, y desaparecio todo?

– ?Como que desaparecio? -quiso saber Matias, hasta entonces entretenido en limpiar la Lewis.

– Desaparecio. Lo colgue ahi, apagamos la luz, fui a echar una cabezadita y, cuando volvi, ya no estaba.

– ?Eres tonto o te lo haces? ?Asi que dejas el queso ahi y despues te sorprendes de que haya desaparecido?

– Si, claro que me sorprendo. Nunca me imagine que mis camaradas me birlasen la comida, caramba.

– ?Nosotros? ?Birlarte el papeo? -Matias dejo el pano de la limpieza en una piedra y se llevo el indice a la sien-. ?Hombre, ten juicio! ?No ves que esto esta lleno de ratones?

– ?Y que tienen que ver los ratones con mi queso?

Matias se quedo atonito.

– ?Que que tiene que ver? Oye, si son ratones…

– ?Que ratones ni que leches! ?Te estas quedando conmigo o que? -Baltazar se levanto bruscamente, con grandes gestos, irritado-. ?Yo colgue el queso! Lo colgue, ?entiendes? Aqui. -Senalo el lugar-. ?Ves este gancho en el techo? -Toco el gancho-. Ate el queso y lo colgue aqui, en el gancho. ?Como pretendes que los ratones hayan venido a buscar el queso, eh? ?Como pretendes? Salvo que hayan sido ratones voladores…

– ?Oye, Baltazar, a ver si te aclaras un poco!

– ?Aclararme? ?Yo?

– ?Si, aclararte esa cabeza! ?No sabes acaso que los ratones se cuelgan de los ganchos para llegar a la comida?

– ?Se cuelgan de los ganchos? ?Los ratones? ?De los ganchos? ?Ve a que te zurzan!

– Te estoy diciendo que se cuelgan de todo, Baltazar. De todo. Hasta de los ganchos.

– ?Los has visto alguna vez?

– Casualmente, si.

Baltazar lo miro con incredulidad.

– Me estas tomando el pelo.

– Te estoy diciendo que los he visto. Una vez, cuando vosotros estabais trabajando en el drenaje de las trincheras y yo volvi solo de una guardia de centinela, deje una baguette colgada en una bolsa a la altura del techo. Me fui a acostar y, cuando estaba a punto de dormirme, senti a las ratas corriendo encima de mi. Pasado un rato, quise ir a mear. Encendi la vela y vi a todos los ratones colgados del pan, parecian un racimo, con las colas negras suspendidas en el aire. Al ver la luz, soltaron la baguette, cayeron al suelo y se escabulleron todas, pero lo cierto es que estaban colgadas alli. Fui a investigar, para seguirles la pista, y vi sus ojitos brillando en los huecos y entendi todo. Han montado un sistema de tuneles en las paredes de las trincheras y se mantienen al acecho. Cuando la luz se apaga, salen y se lanzan como locas sobre la comida. Como locas. Sienten el olor y saltan de todos lados. Por tanto, con toda seguridad fueron ellas las que tambien se cargaron tu queso.

– ?Vaya por Dios! -exclamo Baltazar, sorprendido-. ?Es de no creer! Es verdad que andan siempre por aqui husmeando, y por la noche, cuando la luz esta apagada, aparecen mas. Pero nunca imagine que pudiesen pillar comida colgada en el aire, carajo. ?Es impresionante!

– ?Los ratones son una mierda! -gruno Vicente, rascandose aun las ronchas de las picaduras de las pulgas-. Tampoco se ya donde puedo esconder la comida. Y me quedo aqui pendiente cuando los siento andar por encima de mi durante la noche. Los mas pequenos saltan, si estamos muy dormidos ni nos damos cuenta, como si tal cosa. Pero estan los otros, esos gordos y bien alimentados, ?sabeis? Esos son realmente pesados, caramba, es dificil ignorarlos. Para colmo a veces escondo el pan debajo de la almohada, para que no se acerquen, pero los cabrones no me dejan en paz, se ponen a olerme el pelo.

– Si, parecen nutrias -asintio Abel con expresion de saber de que se esta hablando-. ?Os habeis fijado en que, despues de los combates, los bichos estan mas gordos? ?Os habeis fijado en eso, eh?

Todos se callaron y se quedaron momentaneamente cavilando en la perturbadora observacion del Canijo, acompanados por el sonido de las explosiones. Matias se acordo del cadaver que habia rescatado semanas antes de la Tierra de Nadie, medio comido por las ratas, y se estremecio. En aquel momento no comento el asunto con nadie y preferia no hacerlo ahora.

– Pero ?por que no se emprende un exterminio de los ratones? -pregunto Vicente, tambien escalofriado con la idea de que los ratones se alimentasen de carne humana-. Se acabaria por fin con esta plaga…

– El comando no lo permite -respondio Baltazar-. Parece que los jefes piensan que los ratones son utiles.

– ?Utiles? ?Los ratones? ?Utiles para que?

– Los tipos piensan que los ratones no dejan pudrir la carne de los muertos, son utiles para la higiene de la Avenida Afonso Costa -dijo el Viejo, proyectando la mano derecha vagamente en direccion a la Tierra de Nadie.

– ?Joder con esos tipos! -vocifero Vicente-. ?Solo en la mente de esos guarros de los oficiales puede brotar una idea tan repugnante! ?Cabrones de mierda! ?Cerdos endemoniados! ?Y que dirian ellos si les tirasemos unas ratas famelicas en su cabeza, eh? ?No seria util tambien para la higiene de las trincheras? Tal vez seria ideal: ?nos librariamos de una vez por todas de esa cafila de parasitos y maricones y nos iriamos todos a casa! -Era en los momentos de irritacion cuando Vicente se atropellaba mas al hablar y mas silabas se tragaba-. ?La madre que los pario!

La artilleria se acallo en ese momento y los soldados respiraron de alivio. Matias apoyo la Lewis en un rincon, se sacudio las manos y se levanto, decidido.

– Companeros -dijo entonces-. Vamos a ocuparnos de la salud de los ratones.

– ?Como es eso de ocuparnos de su salud? -se sorprendio Baltazar.

El cabo ignoro la pregunta.

– Abel y Vicente, id afuera a buscar cuatro palas.

Los dos soldados se levantaron, sin entender nada, se colgaron las mascaras antigas al cuello, no fuese justo a pasar algo, y salieron del refugio para cumplir la orden. Matias se acuclillo junto a las provisiones, saco una lata de corned-beef y la abrio. Los soldados regresaron, mientras tanto, con las cuatro palas y se quedaron aguardando instrucciones. El cabo cogio dos palas, mantuvo una en la mano y le entrego la otra a Baltazar. Enseguida, desparramo un poco de corned-beef por el suelo humedo del refugio y miro a sus hombres.

– Vamos a apagar la luz. Cuando los bichos aparezcan y vengan aqui a manducar la carne, en cuanto les de la orden empezamos a darles con las palas. ?Entendido?

Todos murmuraron que si y fueron a apagar las velas. En cuanto el refugio se sumio en la oscuridad, se oyo el habitual sonido de las patitas que recorrian el suelo mojado y confluian en el lugar donde se encontraba la comida. Se oyo tambien a pequenos cuerpos que se rozaban unos contra otros, atareados y golosos, sin duda se amontonaban, ansiosos, hambrientos, disputando con ferocidad el misero pedazo de carne.

– ?Ahora! -exclamo Matias.

Los cuatro hombres descargaron las palas sobre la masa invisible de ratones, acertaron en el sitio donde estaba la carne y oyeron chillidos de animales que se escapaban del suelo. Siempre a oscuras, volvieron a alzar

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