esto coincide con el aumento de los bombardeos y de los
Joaquim entro en el refugio con el agua caliente de la tetera y jarros de lata. Los dos oficiales portugueses se sirvieron, pero el ingles prefirio concentrarse en la pipa. Cook aspiro fuerte, sus labios se cerraron sobre la boquilla, pero no salio nada de humo.
Dejo la pipa a un lado, con fastidio, y se sirvio te.
– El problema es que esta actividad de los boches esta reflejandose negativamente en la moral de las tropas -dijo Afonso.
– Lo he notado -repuso Cook-. He visto a centinelas cabeceando en las trincheras, con las municiones desparramadas por el suelo, al azar, y he visto tambien parapetos sin reparar. Eso no es bueno, claro que no.
Afonso suspiro.
– Llevamos aqui demasiado tiempo, demasiado. Mira, Tim, cuando nuestra brigada entro en las lineas, en septiembre, los boches tenian frente a nosotros la 219a Division. En noviembre, esa division fue sustituida por la 50a. En enero salio la 50a y entro la 44a. Y este mes la 44a se fue a descansar y ahora tenemos enfrente a la 81a Division alemana. O sea que, en seis meses, han colocado alli cuatro divisiones diferentes, cambiando a los hombres y dejandolos descansar. Pues en esos seis meses nosotros no hemos descansado nunca y hemos tenido que enfrentarnos siempre a tropas frescas. -Bebio un sorbo de te-. Vuestras fuerzas, incluso, siempre se han renovado. A nuestra izquierda, desde septiembre, han estado sucesivamente la 38a Division britanica, la 12a Division y ahora la 57a Division. Y a la derecha se han sucedido, en el mismo periodo, la 25a Division, la 42a Division y ahora la 55a Division. Y nosotros siempre igual, parece que hemos echado raices. ? Como quieres que la moral de nuestras tropas se mantenga elevada? ?Eh?
Cook asintio con la cabeza.
– Ustedes tienen que ser sustituidos, no me cabe la menor duda. Ni a mi ni al Alto Comando. Ademas, esa es la recomendacion que le he hecho a mi
Comenzo siendo solamente un rumor, alguien que dijo que alguien oyo decir, y la palabra fue circulando de boca en boca, revoloteando por las trincheras, saltando de refugio en refugio.
En el puesto de senaleros, sin embargo, el rumor se transformo en certidumbre.
– Si, mi capitan, los boches han lanzado una gran ofensiva -confirmo el oficial de guardia en el servicio de comunicacion, un teniente.
– ?Donde? -quiso saber Afonso.
– Entre Arras y Saint Quentin, mi capitan.
Afonso se dirigio al mapa.
– Hum, eso esta enfrente de Amiens -comprobo, midiendo la distancia con respecto a Armentieres y con respecto a Paris-. ?Y como estan las cosas?
– Creo que mal, mi capitan. Tenemos pocas informaciones, pero dicen que es el mayor bombardeo que haya habido y que una marea de boches avanza sobre los gringos.
– ? Hasta donde han avanzado los enemigos? -quiso saber Afonso, siempre con los ojos fijos en el mapa.
– Eso no lo se, mi capitan.
Afonso sintio que sus hombros se liberaban de un gran peso. Era el dia 21 de marzo y aquella era seguramente la gran ofensiva de la primavera. Los alemanes daban el todo por el todo para quebrar las lineas aliadas y, mas importante que todo lo demas, no habian elegido el sector del rio Lys para hacerlo. El capitan casi sonrio de contento: el peor escenario, aquel que mas habia temido y que mas lo habia consumido, no se habia confirmado. Tim tenia razon cuando decia tener informaciones seguras de que los alemanes avanzarian antes hacia el sector de Arras.
Tras reforzar la conviccion de que ya no habia motivos para temer una gran operacion alemana contra el CEP, la actividad del enemigo sobre las posiciones portuguesas disminuyo drasticamente de intensidad durante los dias que siguieron al gran ataque del dia 21. Las patrullas siguieron registrando un enorme movimiento de vehiculos en la retaguardia de las lineas enemigas, pero a partir del dia 25 se restauro la tranquilidad.
Afonso suspiro con alivio.
Capitulo 16
– ?Que? ?Atacas con el triunfo? -pregunto Afonso, que miro sorprendido el siete de copas puesto sobre la mesa de madera tosca.
– Es el comodin. Anda, fijate a ver si puedes con eso, anda -desafio el teniente Pinto con expresion burlona.
El capitan saco una carta de las suyas y la echo sobre la mesa. Era el as de copas.
El teniente sonrio.
– Ya sabia yo que tenias el as.
– Claro -dijo Afonso, recogiendo las cartas-. Tenia el as y me quede con el comodin.
Pinto miro su juego. Sin levantar los ojos de las cartas, volvio al asunto que le interesaba.
– No entiendo como han planeado la ofensiva. -Sacudio la cabeza-. No lo entiendo.
– ?Quienes? ?Los boches? -pregunto Afonso, sabiendo muy bien que el teniente hablaba de los alemanes-. Tal vez nuestros hombres tambien han contribuido; al fin y al cabo, no ibamos a dejarlos andar por ahi de paseo, ?no?
– Aun asi.
Los dos oficiales jugaban a las cartas al comenzar la tarde del 3 de abril, sentados sobre sacos de tierra junto a uno de los puestos de ametralladora de Picantin Post, comentando el fin de la ofensiva alemana. El enemigo habia llegado a tomar Ham y Bapaume, y se habia acercado peligrosamente a Amiens y Arras. Habian sembrado el panico entre los aliados. Pero una muralla improvisada, constituida incluso por artilleria proveniente del sector del CEP, consiguio frenar el avance de los alemanes y la ofensiva se agoto.
Afonso se preparaba para echar el tres de copas y, de ese modo, hacer que su adversario descartase mas triunfos, cuando llego un mensajero en bicicleta y saco un sobre de un bolso que llevaba en bandolera. El capitan firmo el papel acusando recibo, cogio el sobre, lo abrio por un extremo, saco la hoja que habia dentro y la desdoblo. Era la Orden R.O./23. Comenzo a leerla y una sonrisa afloro en sus labios.
– ?Que hay, Afonso? -quiso saber Pinto, a quien no le paso inadvertida la reaccion de su amigo.
– Zanahoria, amigo, intuyo que dentro de poco iremos a pasear a Paris.
– Me estas tomando el pelo -se excito el teniente, que se inclino hacia delante y extendio la mano para coger la orden-. Muestrame eso.
El capitan solto una carcajada y echo el brazo hacia atras, manteniendo la hoja fuera del alcance de su amigo, que se estiraba para poder cogerla.
– Calma -dijo con una sonrisa-. Calma.
– Eres un indecente. Muestramela…
Pinto volvio a sentarse, aunque a reganadientes, y Afonso leyo de nuevo la orden.