dejo francamente inquietos. Los soldados implicados en las acciones de reconocimiento revelaron haber vuelto a oir, el dia 2, el ruido de camiones que circulaban en la retaguardia alemana. Los soldados hablaban excitadamente de un gran movimiento de tropas enemigas y decian haber visto a hombres reparando cables telefonicos, colocando senales, transportando madera, cargando sacos y cajas, montando crateres artificiales, mejorando las vias de comunicacion. Uno de los soldados afirmo incluso haber observado a un oficial aleman que estudiaba con prismaticos las lineas portuguesas y tomaba notas, mientras que otros descubrieron el uso de periscopios.
Enormemente alarmado, Afonso solicito un caballo y avanzo por la Harlech Road hasta Laventie. Se presento en el cuartel general de la brigada y pidio hablar con el teniente coronel Mardel. Despues de una espera de solo cinco minutos, el comandante interino de la Brigada del Mino lo recibio y Afonso le comunico todas las informaciones que habia recogido. Cuando concluyo la exposicion, Mardel sonrio.
– Usted se preocupa demasiado, estimado capitan Brandao.
Afonso se sonrojo, cohibido.
– ?Le parece, mi comandante?
– ?Tiene que parecerme otra cosa?
– Pero ?no piensa que estas senales son preocupantes?
– Claro. Pienso que son preocupantes, capitan, incluso muy preocupantes.
El capitan se quedo turbado, sin entender la desconcertante reaccion de Mardel.
– Entonces…
– Las senales son preocupantes, pero no para nosotros -interrumpio el comandante-. Son preocupantes para los ingleses.
– ?Para los ingleses? -se sorprendio Afonso-. Pero mire que todo esto esta ocurriendo frente a nosotros, mi comandante, y se nos vendra encima.
– No, capitan. De ninguna manera. Caera encima de los ingleses.
Afonso vacilo.
– Pero… ?como es que…?
– Calma, capitan, calma -repuso Fardel, que abrio un cajon de su escritorio, de donde saco unos folios mecanografiados-. ?Ve esto? -Le mostro la primera pagina; Afonso vio que era un documento redactado en ingles-. Esta es la Orden de Retirada n.° 329, emitida esta manana por el general Haking, el comandante del XI Cuerpo britanico, y que me ha llegado hace poco aqui, a la brigada, hace unos veinte minutos. ?Y sabe lo que dice? -Mardel fijo los ojos en Afonso, intentando captar su expresion cuando pronuncio la frase siguiente-: «La Orden de Retirada n.° 328 determina la retirada del frente de combate de todo el cuerpo portugues». -Hizo una pausa dramatica-. Todo.
Afonso abrio la boca, tratando de digerir el impacto de la noticia.
– ?Todo el cuerpo portugues? ?Vamos a retirarnos?
– Exacto, capitan Brandao. Vamos a retirarnos.
– Pero hasta hace unos dias…
– El general Haking ha venido a visitar nuestras lineas -se apresuro Mardel en aclarar-. Ha visto el estado de las tropas y ha concluido que los hombres no pueden continuar en el frente, ya no estan en condiciones. De modo que, amigo, salimos nosotros y entra la 50a Division britanica.
– Pero eso es magnifico, mi comandante. ?Magnifico!
Afonso no pudo contener su alegria. Efusivo, el capitan se levanto de la silla y, con entusiasmo, extendio la mano para saludar a Mardel. El teniente coronel devolvio el saludo y la sonrisa.
– ?Dentro de unos dias, capitan, nos vamos a Paris, caramba, nos vamos a buscar mujeres!
Afonso miro por la ventana y sintio un aroma suave que le llenaba los pulmones, respiro aquella fragancia leve que le anunciaba la libertad tanto tiempo deseada, era un sentimiento inexpresable e inefable, el corazon le bailaba en el pecho, tuvo ganas de saltar, de cantar, de correr, de traspasar la puerta e ir a contarle a Agnes la gran noticia, le apetecio abrazar a Mardel y oler las flores, quiso reir y llorar, decir poemas y amar. Los colores le parecian mas vivos, el aire mas perfumado, los sonidos mas melodiosos. Sin embargo, la inesperada sombra de una sospecha, furtiva y traicionera, le nublo momentaneamente el espiritu.
– ?Cuando sera la retirada? -pregunto desconfiado.
– Comenzamos a salir el 9 de abril por la noche y completamos la retirada a la noche siguiente.
– ?El 9 de abril?
– El 9 de abril.
Afonso calculo mentalmente.
– Estamos a 6 de abril. -Rozo sus otros dedos con el pulgar: siete, ocho, nueve-. Tres dias. -Se tranquilizo-. Faltan tres dias.
El capitan Afonso Brandao estaba entretenido ordenando sus cosas en el refugio de Picantin Post, dos dias despues, cuando Joaquim asomo por la puerta.
– Mi capitan, hemos recibido una comunicacion de la brigada diciendo que el teniente Cook desea hablar con usted con urgencia, por lo que debe presentarse hoy mismo en el cuartel general de la 40a Division Britanica, en Fleurbaix.
Afonso miro a su ordenanza, intrigado. Pero ?que rayos tendria que decirle Tim con tanta urgencia? Era el dia 8 de abril, todo seguia tranquilo, a la noche siguiente se retirarian las fuerzas portuguesas, ?que podia ser tan importante que no pudiese esperar veinticuatro horas mas? El capitan llego a vacilar y admitio la posibilidad de ignorar la peticion, pero lo penso mejor y considero que aquel era un excelente pretexto para pasarse por la retaguardia e ir a ver a Agnes.
Pidio un caballo, le entregaron una yegua, y abandono Fauquissart. Cuando llego a Laventie, en vez de dirigirse hacia el norte, rumbo a Fleurbaix, prosiguio hacia el oeste. Fue al hospital Mixto de Medicina y Cirugia, se apeo, dejo la yegua junto al porton y mando llamar a la enfermera Agnes Chevallier. La francesa corrio hacia el en cuanto lo vio. Llevaba una bata blanca, un uniforme concebido para neutralizar la feminidad de las enfermeras, pero en aquel cuerpo el uniforme era claramente incapaz de arrebatarle su sensualidad. Agnes lo abrazo con fuerza, se besaron en las mejillas, en el cuello, en los labios.
– Aun no, pero tengo que darte una noticia -le anuncio.
– Buena, buena -sonrio el tranquilizandola-. Manana salimos de las trincheras e iniciamos un largo descanso en la retaguardia. Para mi, la guerra ha acabado.
Le dio besos en los oidos, de sus labios rosados salieron caricias y susurros, palabras suaves y melosas.
– Mi amor -murmuro el con los ojos cerrados y sintiendo el cuerpo de la mujer cenido al suyo.
– ?Me siento tan aliviada! -Agnes suspiro-.
Les costo mucho despedirse. Agnes acompano a Afonso hasta el porton, se besaron y abrazaron, se sentian radiantes. El capitan se armo de animo para marcharse y se monto en el caballo. Se alejo lentamente y de mala gana. Al fondo de la calle, antes de la curva, se volvio una ultima vez hacia atras, vio a Agnes de pie en el mismo lugar, con las manos cruzadas sobre el corazon, el pelo castano claro reluciendo al sol, trigueno y cristalino, con una sonrisa feliz dibujada en los labios. Ambos levantaron los brazos y se dijeron adios. Afonso espoleo a la yegua y desaparecio tras la curva.
Una hora y media despues, el capitan portugues se presento en el cuartel general de la 40a Division britanica, en Fleurbaix, y pidio hablar con el teniente Timothy Cook. Tim aparecio poco despues, bajando las escaleras para encontrarse con Afonso en el