comunicacion; de lo contrario, estamos perdidos. Esta linea no se sostiene.
Rosa observo la parte de la linea del frente que se extendia al alcance de sus ojos y comprobo que la trinchera habia quedado totalmente desmantelada, en ciertas partes ya no habia parapeto, solo una amalgama de tierra y barro, tablas rotas y sacos reventados. Los hombres se encontraban todos tumbados en el suelo, tapandose los oidos con las manos: la unica manera de defenderse de las sucesivas explosiones. Rosa se levanto, toco la espalda de cada uno para llamarles la atencion, hizo una sena con la cabeza, agarro el telefono y fue corriendo, agachado, hasta Burlington Arcade, la primera trinchera de comunicacion que tuvo delante; lo que quedaba del peloton lo siguio. Una vez en la nueva trinchera, que se encontraba mas entera y ofrecia mejor proteccion a las detonaciones de flanco, los hombres se refugiaron, con las Lee-Enfield preparadas, Matias sin desprenderse de la Lewis, y aguardaron.
Afonso miro una vez mas el reloj. Eran las seis de la manana, llevaba casi dos horas encerrado en el refugio, abrumado por la violencia de aquel fuego compacto. El capitan se pregunto cuanto duraria el bombardeo. Convencido de que se encontraban frente a una gran ofensiva, admitio la hipotesis de que la lluvia de bombas podria prolongarse mas de un dia y se pregunto tambien si, en aquellas condiciones, seria posible iniciar la retirada del CEP y la entrada de las nuevas fuerzas britanicas destinadas a aquel sector. Era deseable que eso ocurriese antes del avance de la infanteria alemana, razono, pero Afonso sabia que era improbable, jamas los ingleses efectuarian una sustitucion de fuerzas bajo tamano bombardeo.
– Creo que van a hacer un
Todos los oficiales que se encontraban en el refugio de Pincantin coincidieron. Aquel solo podria ser el bombardeo preliminar de un
– Andre, llama a la linea del frente -ordeno al telefonista de guardia.
El sargento Andre cogio el telefono y llamo.
– ?Oiga? ?Oiga? ?Primera linea? -Hizo una pausa-. Un momento, el capitan Brandao quiere hablarle.
Afonso fue hasta el telefono.
– ?Diga? Aqui el capitan Brandao. ?Quien habla? -Pausa-. Sargento Rosa, ?que ocurre en la primera linea? - Pausa prolongada-. Si, han hecho bien. -Una pausa mas-. Claro. -Pausa-. Sargento, la orden es resistir, ?entendido? Si es preciso, retrocedan hasta la linea B. Pero resistan, ?ha oido? Resistan. -Pausa-. Hasta luego, sargento. Hasta luego.
Apoyo el auricular y miro a sus companeros del refugio.
– ?Y? -quiso saber Pinto.
– Toda la linea del frente esta destruida -dijo-. Han caido unas granadas encima del peloton de Rosa, hay tres muertos y dos heridos, ya trasladados al puesto medico. El resto del peloton se ha instalado en la Burlington. -Miro al telefonista-. Andre, ponme con los otros puestos de la primera linea.
El sargento cogio el telefono, pero Joaquim llamo a Afonso antes de que se concretase la nueva llamada.
– Mi capitan, ha venido un ordenanza de la compania del centro -anuncio, senalando a un soldado delgaducho, con expresion de susto.
– ?Que ocurre, muchacho?
– Mi capitan, mi comandante manda comunicar que ha retirado parte de la compania hacia la derecha y otra parte hacia la izquierda porque no se puede seguir en el punto donde nos encontrabamos. La barrera es muy fuerte y ya tenemos dos muertos y seis heridos.
– Muy bien -replico Afonso-. Dile al comandante que he tomado nota y voy a transmitir esa informacion. -Se volvio hacia el teniente Pinto-. Zanahoria, hazme el favor, llama a Augusto. Quiero que se reuna con el mayor Montalvao para transmitirle esta informacion y solicitarle instrucciones.
– Mi capitan -interrumpio Andre, sosteniendo el telefono-. El cabo Veloso de la primera linea al habla.
Afonso miro todos los rostros vueltos hacia el, ansiosos, multiplicandose en demandas, y penso que iba a tener un dia muy dificil.
Sacudida la Senechal Farm por sucesivas detonaciones, sus ocupantes comenzaron a sentirse seriamente preocupados. Hacia casi tres horas que el alferez Viegas habia salido a reparar las lineas telefonicas, pero lo cierto es que los telefonos seguian mudos.
– Son las siete de la manana, ya llevan tres horas de bombardeo -se impaciento Mascarenhas-. Esto parece algo mas que una venganza.
– Es un
– ?Me permite, mi mayor?
– ?Que ocurre?
– Tenemos heridos, mi mayor.
– Entren, entren -dijo.
Por la puerta pasaron cuatro hombres que llevaban a hombros a otros tres con sus ropas desgarradas, manchas de sangre en los brazos, en las piernas, en la cabeza. El capitan Ambrosio los llevo a los cuartos y ayudo a colocarles las vendas. El sargento Cacheira, uno de los amanuenses que se encontraban en la sala, se habia acercado a una ventana a observar las explosiones cuando lanzo la alarma.
– Acaban de caer unos cilindros vacios -anuncio-. ?Tienen humo dentro! -Estiro la cabeza para ver mejor-. ?Atencion! ?Es gas! ?Es gas!
Todos se pusieron las mascaras, incluso los heridos. Los militares sintieron la respiracion pesada, el aire enrarecido, las gafas se empanaron, pero resistieron el impulso de arrancarse las mascaras y se mantuvieron asi.
El sol se alzo por detras de las lineas alemanas, pero nadie llegaba a verlo. La claridad del dia brotaba palidamente de la niebla cerrada que se habia abatido sobre las trincheras, una neblina tan densa y opaca que solo permitia una visibilidad de treinta metros, a lo sumo cincuenta. Afonso se canso de usar los prismaticos para intentar observar lo que ocurria, sus ojos tropezaban con una barrera nublada que las lentes no lograban penetrar. El bombardeo habia disminuido sensiblemente de intensidad sobre las primeras lineas, con la artilleria alemana concentrada ahora en la retaguardia del sector portugues. Esta evolucion, por un lado encarada con alivio, era en realidad muy preocupante, porque significaba que el enemigo, con alta probabilidad, hacia avanzar a su infanteria. El problema es que la densa niebla impedia observar lo que ocurria en la Tierra de Nadie, dando asi una enorme ventaja a las fuerzas atacantes.
– Andre, ?no puedes conectarme con la primera linea? -pregunto Afonso.
El sargento meneo la cabeza.
– Creo que han cortado los hilos telefonicos, mi capitan. Nadie responde.
Afonso suspiro. Necesitaba hablar con urgencia con la linea del frente para saber si habian avistado a soldados enemigos, pero sin comunicaciones era dificil determinar la situacion de la compania. Los telefonos no funcionaban y la neblina no permitia ver los «Very Lights» lanzados por los diferentes pelotones y companias pidiendo socorro o informando del abandono de las lineas. Al darse cuenta de que no podia operar sin disponer de alguna informacion, el capitan fue hasta la puerta del refugio y llamo a su ordenanza.
– ?Joaquim! ?Joaquim!
El soldado salio de su bunker y se acerco a paso rapido.
– ?Si, mi capitan?
– Quiero que vayas a la primera linea a ver que esta ocurriendo. Si ves algun boche, no quiero tiroteos. Vuelves corriendo y me informas, ?entendido?
– Si, mi capitan.
– Ve, pues, anda.
Afonso regreso pensativo al refugio. Si el bombardeo se habia atenuado, volvio a razonar, se debia sin duda a que la infanteria alemana avanzaba. La neblina solo servia para ocultar el avance de las tropas.
– Zanahoria -dijo, dirigiendose al teniente Pinto-. Ve a decirles a los hombres de las ametralladoras que quiero que rieguen la Tierra de Nadie con rafagas sucesivas. Que disparen hacia alla, aunque no distingan ningun