Carolina mucho mas que aquello. Al mismo tiempo, no perdia la conciencia de que tendria que jugar bien sus cartas, la diplomacia inteligente seria mucho mas productiva que la fuerza bruta.

La senora Mariana le senalo un sillon a dona Isilda, era el mejor lugar de la casa, propiedad exclusiva del senor Rafael.

– Sientese, senora, haga como si estuviera en su casa.

Isilda miro de reojo el sillon y sintio que una arcada le invadia la boca al observar las manchas de grasa que lo salpicaban, pero reprimio el asco e hizo el esfuerzo de sentarse.

– Ay, que casa mas bonita tiene, senora Mariana. Es realmente un encanto.

La madre de Afonso se sonrojo, justamente ella, que siempre mostraba unas mejillas muy rosadas.

– Oh, senora, no tiene nada de especial, es una casa muy humilde, muy modesta, una casita con lo elemental para vivir. Nosotros somos gente pobre, ?sabe? -Alzo las cejas y se relajo con una sonrisa-. Pobre, pero honrada.

– Sin duda, senora Mariana. Sin duda.

El senor Rafael entro en la sala con los brazos sucios de barro maloliente, habia estado en la pocilga clavando unas maderas de la cerca. No le gusto ver a la visitante sentada en su sillon favorito, pero oculto su malestar. Saludo secamente a dona Isilda y se sento en un banco.

– ?A que debemos el honor de su visita, senora? -pregunto yendo directo al grano.

Isilda respiro hondo. Tendria que ser astuta para convencerlos de lo que pensaba.

– Bien, como sabeis, Afonso trabaja en mi tienda.

– ?Ha hecho algo malo ese pillo? -interrumpio Rafael, desconfiado y con el semblante cenudo.

– No, no -exclamo Isilda-. Por el contrario, el muchacho es una joya, todos lo apreciamos mucho. En realidad, me cae tan bien que me daria pena perderlo como empleado de mi tienda.

Rafael y Mariana la miraron sin entender.

– Pero, senora, para nosotros es un orgullo que el trabaje en su tienda -aseguro el senor Rafael.

– Y a mi me enorgullece que el trabaje alli -repuso Isilda, arreglandose el pelo-. Pienso, sin embargo, que deberia continuar sus estudios para ampliar sus horizontes, llegar mas lejos en la vida.

– Ah, senora, eso nos gustaria a nosotros tambien -replico Mariana-. Pero, ya sabe lo que pasa, no tenemos bienes, somos gente pobre y necesitamos toda la ayuda que sea posible conseguir. Y que Afonso este en su tienda es una bendicion para esta casa, ?una bendicion!

– Y es una bendicion para mi, creame -insistio Isilda-. Pero seria realmente bueno que el prosiguiese sus estudios. Comprendo muy bien lo que me dice, comprendo que no tiene dinero para un proyecto semejante, y por eso queria proponerles algo.

– ?Proponernos algo? -se sorprendio el senor Rafael.

– Si -asintio Isilda-. Resulta que uno de mis hermanos es sacerdote en el Mino y amigo del rector de un seminario de la archidiocesis de Braga. Se llama Alvaro, y no lo digo por jactarme, pero el es un encanto de hombre, da gusto conocerlo. Si me permiten, pues, yo podria hablar con el para conseguirle a Afonso un lugar en el seminario.

Los padres de Afonso se miraron, sorprendidos por la sugerencia.

– Es que el problema no es ese, senora -intervino Rafael, confundido-. El problema es que nosotros no tenemos como pagar el seminario, esa es la cuestion…

– Yo lo pagare -interrumpio Isilda, cuya voz se impuso a la del anfitrion-. Es una promesa que le he hecho a nuestra Senora: ayudar a un joven sin medios a ir al seminario. He elegido a Afonso, me parece un buen muchacho, atinado y respetuoso. Ademas, seguramente no se opondra al cumplimiento de una promesa a nuestra Senora, ?no?

– No, no -se adelanto Mariana, preocupada porque ella y su marido pudieran estar ofendiendo a la madre de Jesus, ambos eran temerosos de Dios y no querian conflictos con el Todopoderoso-. Valgame Dios, senora, eso no. Nunca.

– Supongo que tampoco tienen ninguna objecion a que su hijo se haga sacerdote -quiso saber dona Isilda, con las piernas cruzadas pudicamente en el sillon, una sonrisa evangelica dibujada en los labios en el momento en que formulo la pregunta que la habia llevado alli.

El senor Rafael se mantuvo unos instantes callado, meditativo, sumido en sus pensamientos, reflexionando sobre aquella propuesta inesperada. Perderia el dinero que su hijo llevaba a casa, es verdad, pero, por otro lado, se quedaba con una boca menos que alimentar. Ademas, tener un sacerdote en la familia no era de menospreciar, le acarrearia prestigio social, atraeria el respeto de los vecinos, seria un salto que jamas habia pensado que estuviese al alcance de la familia. Asimismo, habia que considerar incluso la dimension religiosa. Se acordo del sueno en que el angel le aconsejo tener un hijo mas y considero que era una premonicion. En su raciocinio de hombre creyente y religioso, concluyo que la sugerencia de dona Isilda solo podia ser una nueva senal de Dios.

– Muy bien, senora -asintio finalmente-. Afonso sera sacerdote.

El pequeno dejo a su familia una manana fresca de otono de 1903. Se aferro obstinadamente a las faldas de su madre, llorando, hasta que el padre Alvaro, hermano de dona Isilda, lo arrastro hasta el coche. Grito desesperado por la ventanilla del carruaje, era la primera vez que se separaba de la familia, y no se callo hasta que la casa de Carrachana desaparecio detras de una curva, entre la nube de polvo que habia levantado el coche sobre el macadan de la Estrada Real n.° 65. Se recosto entonces en el asiento, con la cabeza gacha, mientras las lagrimas se le escurrian por la cara y ahogaba sus sollozos al lado de aquel extrano con sotana. Se sentia un poco avergonzado por la imagen que ofrecia, pero, al mismo tiempo, su deseo habia sido manifestar de modo claro e inequivoco su repudio a que lo mandasen a otra parte, la verdad es que le daba miedo lo desconocido y permanecia aferrado al refugio natal de Carrachana. Ahora, apartado de su familia, se sentia solo y aterrorizado, imaginaba con horror que lo habian abandonado y se interrogaba repetidas veces sobre lo que seria de el, si alguna vez veria de nuevo a sus padres y a sus hermanos.

El padre Alvaro se revelo, sin embargo, como una persona amable y jovial, asi que acabo conquistando gradualmente la confianza de Afonso durante el viaje. Se trataba de un hombre bajo y macizo, de rostro ancho y con la mandibula inferior saliente, el pelo medio canoso erizado y corto. Parecia un agricultor de Ribatejo, pero era un hombre de Dios. Cogieron el tren en la estacion de Sant' Anna hacia las nueve cuarenta; el trayecto hasta Oporto duro casi diez horas. Lo cierto es que el padre Alvaro era hombre de recursos, al que le gustaban las comodidades, digno hermano de dona Isilda, asi que no le importo pagar mas de seis mil reis por cada billete para viajar confortablemente en primera clase. Era ya noche oscura cuando llego el momento de pasar por Dona Maria Pia, el temible puente de hierro sobre el Duero. Afonso vio, horrorizado, la mancha sombria del rio corriendo por debajo de la fragil estructura metalica y, cerrando los ojos, se arrimo al cura en busca de proteccion, con lo que puso termino definitivo a su resistencia.

Como no habia conexion con el Mino por la noche, fueron a dormir al Grande Hotel de Oporto, en la Rua de Santa Catharina, un edificio construido a proposito para servir de complejo hotelero y que ofrecia a sus huespedes un sofisticado anexo para banos y duchas. Temprano, a la manana siguiente, despues de un rapido desayuno, salieron del hotel y fueron a la estacion. El sacerdote compro dos billetes mas de primera clase, a mil reis cada uno, y cogieron el tren de las ocho de la manana. Hicieron falta dos horas y media para hacer la conexion de Campanha hasta Braga, tiempo mas que suficiente para entablar finalmente una conversacion normal, solo interrumpida cuando el vagon entro en la estacion de la ciudad del Mino. El pequeno bajo en silencio del tren, cogido de la mano del cura, con sus ojos avidos ante lo novedoso de aquella urbe extrana y desconocida.

El padre Alvaro Pereira era el responsable de la parroquia de Sao Vicente, que incluia el vasto cementerio del monte de Arcos. Tambien el oriundo de Rio Maior, como toda la familia de dona Isilda, el parroco se encargo personalmente de los primeros pasos de la educacion de Afonso. El nino solo habia hecho el curso de la escuela primaria, lo que estaba lejos de ser suficiente para poder ingresar en el seminario. Braga no tenia seminarios menores, donde se preparaba a ninos de su edad en estudios de humanidades para el seminario mayor, por lo que tenia que ser el padre Alvaro quien le administrase las ensenanzas necesarias a fin de conseguir un lugar en el seminario de la archidiocesis. Durante un ano, Afonso paso los dias aprendiendo latin y gramatica, conocimientos considerados imprescindibles para quien queria llegar al seminario mayor. Los fines de semana ayudaba al parroco a preparar las misas, barriendo el suelo de la iglesia y encendiendo las velas, ademas de

Вы читаете La Amante Francesa
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату