ejercer las funciones de monaguillo en la liturgia.
Los domingos por la tarde, el padre Alvaro lo llevaba de paseo. Iban a contemplar la torre de Menagem, la imponente construccion medieval que senalaba uno de los puntos clave de las antiguas fortificaciones de la ciudad, o daban una vuelta por los edificios religiosos de la ciudad, subian por la Rua de Sao Marcos y echaban un vistazo a la Capela dos Coimbras, o entraban por la Rua Nova de Sousa hasta el antiguo palacio Episcopal y despues, a la izquierda, inevitablemente, acababan en la Seo. A pesar de su austero aspecto medieval, a Afonso le gustaba estar dentro de la gran catedral del siglo xii. Se sentaba atras, justo por debajo del grandioso organo, cuya rica talla barroca contrastaba con la rudeza sencilla del resto del santuario, y se llenaba el alma con las sublimes melodias que parecian descender directamente del Cielo. Otras veces iban al mercado, frente al ayuntamiento, en la plaza central de la ciudad, donde el parroco le compraba unas castanas asadas a su protegido.
El muchacho llego a apreciar especialmente las visitas de los martes al mercado, maravillandose ante toda la vida que inundaba los puestos y la fauna humana trajinando de un lado a otro, las campesinas con chaquetas cortas y sayuelas azules, botas hasta las rodillas y panuelos rayados en la cabeza, algunas de ellas segadoras que andaban descalzas, con un enorme sombrero negro en la cabeza y una hoz reluciente a la cintura. Los hombres deambulaban por alli con sus sombreros de ala ancha y chaquetas oscuras, casi todos con bigote, algunos miserables astrosos y desharrapados.
Encontraban ambos la misma fauna, a la que se anadian los petimetres, cuando iban a pasear al Jardin Publico, frente a la arcada. Alli estaba antiguamente el campo de Sancta Anna, pero el descampado habia dado paso a un muro de piedra y verjas de hierro para proteger el rico jardin por donde los bracarenses se dedicaban al ocio de sus paseos. Los dias de sol y calor, a Afonso le gustaba sentarse con el parroco a la sombra del gigantesco pino americano situado junto a los portones de la entrada, pero los dias mas grises paseaban los dos por el jardin e iban al lado, a la iglesia de los Congregados, desde donde Afonso observaba los edificios contiguos del Liceo y la Biblioteca Publica, instalados junto al antiguo convento de los Congregados del Oratorio.
La unica interrupcion de esta rutina se dio en Navidad, cuando el padre Alvaro fue a pasar la Nochebuena con su hermana, en Rio Maior, y se llevo al joven protegido consigo. Afonso se quedo dos semanas con la familia y, cuando llego la hora de regresar a Braga, la separacion se volvio menos dificil que la primera vez, el chico ya no temia lo desconocido y habia aprendido a confiar en el sacerdote que lo habia acogido.
El latin y la gramatica eran materias complejas, que le provocaban a Afonso los mayores bostezos y le producian momentos de profundo tedio, pero no habia alternativa y concluyo que, si tenia que memorizar realmente todo aquello, memorizar sin comprender nada, mejor memorizarlo rapido, aprender deprisa lo que tenia que aprender para librarse cuanto antes de aquellas materias densas e impenetrables. Con estos estudios, los instantes mas interesantes del dia acababan siendo los de las comidas y la catequesis, y el momento cumbre de la semana era sin duda el de las escapadas los sabados a Cruz & Compania, la papeleria de la Rua Nova de Sousa, donde consultaba con avidez la pagina deportiva del
El invierno fue duro, y Afonso descubrio que el frio del Mino era mucho mas riguroso que el de Ribatejo. Despues de noches limpias y heladas, encontraba por la manana el suelo y las plantas brillando con gotas de agua condensada, la del rocio que se formaba a nivel del suelo. En las madrugadas en que los termometros descendian por debajo de cero, al nacer el dia vio las piedras, hierbas y hojas pintadas de blanco. Penso inicialmente que era la famosa nieve de la que tanto le habia hablado el padre Alvaro, pero, cuando interrogo al parroco sobre el asunto, este meneo la cabeza.
– No es nieve, hijo -afirmo-. Es escarcha.
La escarcha era visible por todas partes, se formaba un encaje de cristales de hielo en la parte exterior de los vidrios de las ventanas, o sobresaliendo, albos y brillantes, de las ramas y las puntas de las hojas y las hierbas, en delicadas y hermosas estructuras geometricas. La calzada cubierta por el manto de cristales blancos y relucientes se volvia peligrosamente escurridiza y muchas plantas morian cuando las tocaba esta humedad congelada. Mas tarde, Afonso supo que la escarcha tambien era conocida como helada, muy comun en todo el Mino durante el invierno.
El frio invitaba a Afonso a quedarse en casa, junto a la chimenea. Como no tenia nada que hacer, ademas de las tres horas diarias de clase y catequesis que le impartia el padre Alvaro, se dedico a la lectura. La mayor parte de los libros que se encontraban en la casa del parroco eran de naturaleza religiosa, y el joven se sumergio en la lectura de un ejemplar ricamente ilustrado de la Biblia. Afonso se sintio vivamente impresionado con el tema de la ayuda de Jesus a los pobres, con los cuales, como es natural, se identificaba, y poco a poco dejo de considerar los versos de las oraciones como una mera sucesion de palabras ritmadas de sentido incomprensible y se puso a meditar sobre lo que querian realmente decir. Su aprendizaje de la catequesis dejo de ser meramente pasiva. Le planteaba al sacerdote dudas que lo asaltaban, cuestiones que reflejaban su creciente y genuina curiosidad sobre el asunto. Comenzo incluso a enfrentarse con problemas que, para un chico de trece anos, revelaban ya alguna inesperada profundidad psicologica, resultantes de su perplejidad en torno a la cuestion de la omnipotencia de Dios. Pues si Dios era omnipotente, discurria Afonso, ?como podria El dejar que existiese el mal en el mundo? Y si el hombre habia sido hecho a imagen de Dios, ?eso no significaria que en Dios habia maldad, dado que el hombre era capaz de ella? El padre Alvaro iba encontrando respuestas para estas preguntas, subrayando que Dios queria que el hombre construyese su propio camino de rechazo de la maldad y que solo podia hacerlo si el mal existia. A fin de cuentas, ?cual es el merito de ser bondadoso si no hay alternativas? La bondad solo tiene valor si significa el rechazo de la maldad, argumentaba el parroco. Si Dios elimina el mal, entonces el hombre sera bondadoso por voluntad ajena, no por propia voluntad. Afonso meditaba sobre estas respuestas y planteaba nuevos problemas. La lectura de los fragmentos del Nuevo Testamento en que Jesus es retratado curando a los enfermos lo llevo a interrogarse sobre si ese seria realmente un bien. Si Jesus curaba a unos enfermos, ?por que no habria de curar a todos? Y si Jesus resucitaba a Lazaro, ?por que no habria de resucitar a todos los muertos? ?Por que discriminarlos? Y si nadie tuviese enfermedades, nadie moriria. ?Seria eso realmente bueno? ?No seria la muerte de unos la condicion necesaria para la vida de otros?
Al llegar el verano de 1904, el padre Alvaro se dio cuenta de que comenzaban a faltarle respuestas y considero que su pupilo, con catorce anos recien cumplidos, ya estaba en condiciones de entrar en el seminario mayor. Una agradable manana de julio, despues de pasar por la Rua Nova de Sousa para tomar un cafe en A Brazileira, recien inaugurada, el sacerdote lo llevo a ver a su amigo don Joao Basilio Crisostomo, vicerrector del Seminario Conciliar de San Pedro y San Pablo. Era el unico seminario de Braga y estaba situado en una apacible plaza junto a la Porta de Sao Thiago, en el sector sur de las antiguas murallas de la ciudad. Al llegar a la plaza, Afonso se detuvo frente al seminario, un edificio blanco y alto, y miro el monumento que habia a la izquierda, casi pegado al seminario: se trataba de Nossa Senhora da Torre, la alta torre medieval que coronaba la Porta de Sao Thiago. Adornaba la plaza, con arboles en abundancia, una fuente con una cruz arzobispal en el extremo, simbolo que marcaba todos los monumentos que habia hecho construir el arzobispo. Tambien habia un templete y otra pequena construccion cilindrica en la esquina.
– Es un urinario publico -aclaro el sacerdote, que respondio a la mirada inquisitiva de su protegido-. ?Necesitas ir?
El chico meneo la cabeza y prosiguieron en direccion a la puerta. Subieron ambos la corta escalinata empedrada del acceso, cuyas paredes estaban decoradas con azulejos azules que reproducian tiestos con flores y dibujos geometricos azules, blancos y amarillos, y atravesaron los claustros internos, la mirada atraida por las austeras columnas de piedra que rodeaban un pequeno jardin interior. Los pasos retumbaban ruidosamente en el suelo de piedra, quebrando la placidez que llenaba los pasillos, y el aire se revelaba impregnado de un aroma indefinido, limpido y suave. Subieron al primer piso y fueron hasta el despacho del vicerrector. Don Crisostomo los recibio con una sonrisa beatifica.
– ?Asi que quieres ser sacerdote, hijo mio? -pregunto el anfitrion a Afonso en tono paternal, despues de las cortesias habituales.
– Si, senor vicerrector.
– Pero aun eres un poco joven para ello.
