– Todo esta predestinado.

– Entonces, si esta predestinado, no existe el libre albedrio. ?O sea que el mal como opcion no corresponde al hombre sino a Dios?

El padre Nunes suspiro. Que alumno dificil, penso, acentuandose la curva de su espalda a medida que se armaba de valor para afrontar ese nuevo problema.

– San Agustin responde a esa duda tuya -dijo, marcando aun mas las sibilantes-. Imagina que el tiempo es como el espacio. Cuando viajamos, vamos de un punto al otro. Yo estoy en Braga y voy a Viana do Castelo. Evidentemente, desde Braga no veo Viana, pero Viana esta. Si subo al cielo en uno de esos aeroplanos o dirigibles de los que hablan ahora los periodicos, desde arriba podre ver las dos ciudades al mismo tiempo, Braga de un lado y Viana del otro. Mutatis mutandis, con el tiempo ocurre lo mismo. Viajo del pasado al futuro. Desde el punto en que me encuentro no consigo ver el futuro, aunque exista. Pero Dios esta arriba e, ipso facto, ve los dos puntos al mismo tiempo, el pasado y el futuro. ?Has entendido?

– Si -afirmo Afonso, vacilante-. Pero ?en que responde eso a mi pregunta?

– Con este ejemplo, adaptado de san Agustin, te he explicado la predestinacion -repuso el profesor con una sonrisa triunfal-. No fue Dios quien hizo las acciones humanas que van a suceder en el futuro, sino el hombre. La ventaja de Dios es que El esta arriba, viendo simultaneamente el pasado y el futuro, y logra percibir lo que el hombre hara antes incluso de que lo haya hecho. Ab initio, Dios ha visto en el pasado las elecciones que haremos libremente un dia en el futuro, por lo que no necesita esperar al futuro para enunciar su veredictum, para decidir a quien salvara.

– Por tanto -concluyo el alumno- el futuro ya esta determinado.

– Asi es.

– Pero, a pesar de eso, tenemos libre albedrio.

– Estoy de acuerdo en que, grosso modo, parece una contradiccion -admitio el padre Nunes, esforzandose por ocultar su confusion-. No obstante, asi es. El futuro esta determinado desde que se creo el mundo, pero el hombre mantiene el libre arbitrio.

– No entiendo -comento Afonso-. Solo puedo tener libre arbitrio si puedo cambiar el futuro, si soy dueno de mis acciones. Ahora bien: si el futuro ya esta determinado, eso significa que no puedo alterarlo. Si no puedo alterarlo, mi voluntad no es libre, solo lo parece.

– No es exactamente asi -se desespero el profesor-. Somos nosotros quienes hacemos el futuro. Nihil obstat. Dios se limita a tomar conocimiento anticipado de nuestras acciones.

Afonso no quedo convencido y volvio a los libros. Consulto la biblioteca del seminario y consiguio incluso autorizacion para ir a la Biblioteca Publica, al lado de la iglesia de los Congregados, junto al Jardin Publico. Dias despues, al comienzo de la clase del padre Nunes, levanto la mano.

– ?Que quieres decir, Afonso?

– He encontrado una respuesta, padre, para el problema del libre albedrio.

– ?El libre albedrio? ?De que estas hablando?

– ?Se acuerda de que en la ultima clase hablamos sobre la predestinacion y de que usted dijo que el hecho de que Dios tenga un conocimiento anticipado de nuestras acciones no nos quita la libertad de decidir por nosotros mismos?

– Si, a proposito de san Agustin.

– Pues he descubierto que Spinoza no coincide con san Agustin.

El padre Nunes desorbito los ojos.

– ?Spinoza?

– Si, padre -dijo Afonso con entusiasmo, hojeando el cuaderno donde habia tomado sus notas-. Spinoza ha dicho que nuestra conviccion de ser agentes libres no pasa de ser una ilusion basada en el hecho de que nunca somos conscientes de las verdaderas causas de nuestros actos. -Afonso alzo los ojos del cuaderno y miro al profesor con expresion de victoria-. Es decir, no somos libres; pensamos que somos libres.

– Es verdad que Spinoza ha escrito eso -admitio el sacerdote con un suspiro-, pero si lees bien a Spinoza, veras que tambien ha dicho que tenemos la libertad de tomar conciencia de las causas de nuestros actos. Nos hacemos libres cuando comprendemos las cosas.

– Ello no impide que se mantenga el problema inicial, el de que el libre albedrio es una ilusion.

– Es lo que dice Spinoza -asintio el maestro-, pero dejame advertirte, Afonso, de que Spinoza no era catolico. Era judio e, incluso siendo judio, fue excomulgado por sus ideas hereticas. Por tanto, tienes que leerlo quantum satis. Si yo tuviese que elegir entre Spinoza y san Agustin, no tendria dudas de darle la razon a san Agustin.

Los debates teologicos y filosoficos fascinaban y estimulaban a Afonso, por lo que no debia sorprender que Teologia Dogmatica fuese la disciplina favorita del joven. En las clases del padre Francisco Nunes, comprendio algo en lo que nunca habia pensado, la idea de que los textos divinos fueron escritos por hombres y solo eran interpretaciones imperfectas de la voluntad de Dios. La comprension de que los textos sagrados podian ser falibles y abiertos a diferentes lecturas lo dejo horrorizado, esa era una idea monstruosa, significaba que los autores de los textos podian haberse equivocado y estar difundiendo principios que no emanaban de Dios. Comenzo a leer la Biblia con redoblada atencion, intentando discernir lo que era realmente la palabra del senor de lo que solo era interpretacion subjetiva del autor del texto, pero pronto entendio que esa era una tarea imposible, la propia traduccion se revelaba, por si misma, como una interpretacion. Segun las traducciones, el texto cambiaba sutilmente.

A pesar de estas dudas, Afonso se habia convertido en un muchacho devoto y aplicado, inmensamente interesado por el mundo. A medida que avanzaba de las cuestiones mas simples e ingenuas a los problemas teologicos y filosoficos mas complejos y elaborados, crecia su admiracion por los conocimientos del padre Nunes. Cierta vez, al final de una clase, entablo la unica conversacion que tuvo con el dedicada a materias no exclusivamente religiosas en una leccion de Teologia Dogmatica, al interrogar al maestro sobre donde habia adquirido su saber.

– He estado en Roma, hijo -respondio sonriente el sacerdote, divertido ante la pregunta, mientras ordenaba los papeles para marcharse-. Frecuente la biblioteca del Vaticano. Fue alli donde tuve mi fiat lux.

– ?Aprendio todo alli?

– No todo. Hubo cosas que aprendi cuando estudie en Alemania.

– Pero ?ese no es un pais protestante?

– En efecto -asintio el padre Nunes, alzando los ojos de los papeles-. Pero es muy bueno en filosofia.

– ?Y los filosofos alemanes creen en Dios?

– Algunos si, otros no.

– ?Cuales son los que no creen?

– No lo se, hay varios.

– Pero ?cuales?

– Pues Schopenhauer, Fichte…

– ?Esos no creen en Dios?

– No.

– Entonces, ?para ellos quien creo el mundo?

El padre Francisco Nunes miro fijamente a Afonso, suspiro y se sento pesadamente en la silla.

– Schopenhauer fue el primer filosofo explicitamente ateo -explico el maestro, ya resignado a la idea de que no saldria inmediatamente de la sala, conociendo como conocia al alumno que tenia enfrente-. El creia que no fue Dios quien creo al hombre a su imagen, sino que fue el hombre quien creo a Dios a su imagen. Sic. Dios no era mas que una creacion antropomorfica, una proyeccion del hombre…

– ?A la manera de los griegos?

– ?Que griegos?

Afonso consulto sus notas.

– Protagoras -exclamo-. Protagoras dijo que el hombre es la medida de todas las cosas.

– Pues si -asintio el sacerdote con un gesto vago-. Pero hay mas. Schopenhauer rechazo la propia idea de alma, diciendo que todo el conocimiento esta en el cerebro, no en el espiritu.

Consideraba que el mundo no tiene significado, no tiene proposito, existe por si mismo, et

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