Kahnweiler exponia en ese momento varios trabajos importantes terminados hacia poco, todos de pintores aun poco conocidos: se veian alli L'oiseau bleu, de Metzinger; La femme et l'ombrelle, de Delaunay; y Compotier et verre, de Braque. Pero la sorprendieron sobre todo los tonos naranja y amarillo tostado de Femme dans un fauteuil, de Picasso. Se quedo asombrada mirando el desconcertante cuadro, se pregunto incluso si eso seria realmente pintura y vacilo un buen rato antes de opinar, le daba verguenza parecer una ignorante.

– Esta mujer no tiene rostro -exclamo finalmente, conteniendo apenas la decepcion.

Era lo minimo que podia decir de la grotesca imagen expuesta, se sentia casi defraudada, como un gourmet a quien alguien le ha prometido gratin de queues d'ecrevisses y acaba viendose obligado a comer caracoles fritos.

– No, no tiene rostro -comento Serge-. Lo que ocurre es que el rostro esta reconstruido, asi como el cuerpo. -Senalo un detalle del cuadro-. Fijate aqui: son los senos, aqui se ven los pezones. En el fondo, la idea es presentar un cuerpo fragmentado donde el todo se reconoce a traves de las partes.

– Pero, aparte del sillon, los senos y el periodico, yo veo casi solamente figuras geometricas…

Serge sonrio.

– Ahi esta el truco. El pintor ha insertado figuras sinteticas cubistas, las geometrias, en un espacio clasico, tradicional. El efecto es sorprendente, ?no te parece?

Agnes hizo una mueca resignada.

– Sorprendente es, no me cabe la menor duda. Pero ?sera realmente arte?

– Y del mas puro -aseguro Serge con entusiasmo-. Yo se que, para quien lo ve por primera vez, se produce siempre un choque, estos cuadros violan todas las convenciones, remueven nuestras mas profundas convicciones sobre que es la pintura. Yo mismo, cuando empece a ver las pinturas cubistas, confieso que no me quede muy convencido. Pero ?sabes?, esto es como la cerveza: la rechazamos al principio, pero despues no podemos pasar sin ella.

Al anochecer, cuando salieron de la galeria, Agnes dejo que Serge apoyase la mano en su hombro, enlazandose ambos debajo del paraguas. Comenzo el noviazgo esa tarde y una semana despues, rendida a los encantos de aquella alma de artista, perdio la virginidad.

Se sucedieron los proyectos compartidos a una velocidad asombrosa. Aun no habia terminado el invierno y Serge ya la invitaba a cenar en el Pharamond, el famoso restaurante de Les Halles, donde pidieron boeuf en daube regado con sidra de Normandia. Despues del postre, el le dio las manos y, a la luz de las velas y al son de un violin previamente contratado, le propuso matrimonio.

– Casate conmigo, dulce princesa.

Al «oui» emocionado de Agnes le siguio un brindis con un afrutado Beaujolais Villages que el, cuidadosamente, cato y aprobo.

Pasearon despues por el Sena cogidos de la mano, hasta que el la dejo a la puerta de su edificio, en Saint Germain-des-Pres. Cuando entro en el apartamento, a Agnes le llego desde fuera la voz de su novio. Sorprendida, fue hasta la ventana, miro la calle y lo vio en la acera, junto a la farola, ofreciendole una desafinada serenata, cantando a todo pulmon Bebe d'amour, una adaptacion francesa de la cancion inglesa Some of these days, entonces de moda en Paris:

Je veux mourir,

o ma deesse!

En ce beau soir

sous ta caresse.

Cuando Serge termino, Agnes aplaudio y le lanzo un beso desde la ventana.

– Magnifico -le dijo-. Pero ahora vete, anda, vete antes de que te detengan.

La boda se celebro el 3 de junio de 1914 en la Basilique Saint Sauveur, en Dinan, el pueblo natal del novio, en la costa norte de la Bretana. Era un lugar apacible, con el aire impregnado del olor del Atlantico, esos aromas salados del oceano que perfumaban la brisa suave. La familia Chevallier acababa de llegar de Lille, aun aturdida por la rapidez de los acontecimientos.

– Mi pequena Agnes -murmuro su padre a la entrada de la basilica, dandole el brazo y hablando como si le estuviese ofreciendo la ultima oportunidad de salvarse-. ?Estas segura de lo que estas haciendo?

– Absolutamente segura.

Paul Chevallier suspiro y enfrento el pasillo que tenia por delante, con el altar al fondo y el novio a la espera, ese muchacho, ese extrano a quien entregaria su hija predilecta.

– Muy bien -exclamo finalmente, esforzandose por ocultar el peso que llevaba en el alma-. Adelante.

Como era un dia de sol esplendoroso, la fiesta de bodas se organizo en los Jardins Anglais, justo detras de la basilica, con una vista privilegiada al rio Ranee y el valle verdeante por donde serpenteaba el vasto curso de agua, donde se destacaban las margenes como fiordos en aquel placido mar fluvial.

Serge termino la carrera de Derecho ese verano, y su mujer, ahora Agnes Marchand, se matriculo en el cuarto curso de Medicina. Sus vidas seguian centradas en Paris, donde alquilaron un apartamento en la agitada Rue de Tubirgo, en Les Halles.

El se puso a trabajar en el despacho de abogados de su tio, situado cerca de alli, en la Rue Saint Denis, al lado de la Maison du Sphinx, donde un cartel en la ventana anunciaba una droguerie, pharmacie, herboristerie, y a ella no le importo vivir un poco mas lejos del Quartier Latin de lo que estaba habituada en su antiguo apartamento de Saint Germain-des-Pres. Claudette ya habia terminado la carrera de Historia y habia regresado a Lille, donde ocupo una vacante de profesora en un colegio local, y el apartamento quedaba ahora para los otros dos hermanos, llegados mientras tanto a Paris para proseguir tambien los estudios.

La vida parecia estabilizarse. La pareja de recien casados planeaba tener hijos cuando, solo veinticinco dias despues de la ceremonia de Dinan, un titular en Le Petit Journal senalo la novedad que produciria una profunda transformacion en sus vidas. La pareja estaba tomando el desayuno y Agnes se puso a hojear el periodico. Sus ojos se fijaron inevitablemente en el fatidico titulo. La noticia referia la muerte de un archiduque austriaco, en las calles de Sarajevo, asesinado por un serbio.

– ?Que horror! -comento antes de pasar la pagina en busca de titulares mas felices. Mordio una tostada y miro por la ventana-. Hoy en dia nadie anda seguro por las calles.

Lo que aun no sabia es que aquellos tiros, disparados en una oscura callejuela al otro lado de Europa, pondrian al mundo patas arriba al cabo de menos de un mes.

La guerra entro en la vida de Agnes con la fuerza de un huracan enfurecido. Como consecuencia de una compleja serie de acontecimientos que envolvieron primero a Austria y a Serbia, y despues a los aliados respectivos, Francia decreto la movilizacion general el 1 de agosto. Agnes vio como se transfiguraba Paris ante sus ojos, con una copiosa multitud presa de la fiebre de la guerra saliendo a la calle, llenando las principales arterias con innumeras banderas francesas, pero tambien rusas y britanicas, y cantando con fervor La Marseillaise y marchas patrioticas. Se fijaron pancartas con ordenes de movilizacion en todas partes, lo que atrajo a grupos alborotados de hombres, mientras se sucedian acalorados gritos de «Vive la France!» y los establecimientos con nombres alemanes eran atacados y saqueados, sobre todo las brasseries con nombres germanicos.

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