Sintio que la humedad le helaba la espalda; el barro de la tabla se mezclaba con el uniforme sucio y empapado. Echo pestes en voz baja. Odiaba aquel mar de barro, no habia forma de habituarse a el, detestaba dormir con la ropa mojada, el frio se le pegaba a la piel y le calaba hasta los huesos. Penso que un dia no podria evitar pillarse una neumonia, pero ese pensamiento se fue disipando y se convirtio repentinamente en un sueno. Se habia dormido.
El puesto de comando de Grants estaba humedo. Afonso arrastro el catre hasta la caja de municiones para permitir que sus invitados se sentasen. Se agacho para buscar la caja con las bebidas y, aun encorvado, volvio la cabeza hacia Resende.
– ?Usted quiere probar un
– ?Un que?
– ?Que es eso?
– Es una especie de aguardiente escoces.
Resende meneo la cabeza.
– No quiero saber nada de esos brebajes de los gringos. Mejor deme un buen oporto.
Afonso puso la botella en la mesa. Era oscura, el cristal sucio y sin etiqueta; repartio tres vasos y echo un dedo de licor en cada uno. Los tres oficiales alzaron los vasos.
– ?Salud!
Despues de dar el primer trago, Resende se acomodo en el asiento.
– Entonces, ?como esta la vida por aqui? -quiso saber.
El mayor Mascarenhas cogio una caja blanca, tenia la marca Embassy escrita en rojo, y saco de alli un cigarrillo, era un paquete que venia en las raciones inglesas.
– Aqui no se vive, hombre -dijo, encendiendo el cigarrillo-. Aqui se sobrevive.
– Me imagino.
– Poco puede imaginar -interrumpio el mayor-. Pero se dara cuenta muy pronto. Lo que intentamos es pasar inadvertidos, provocar a los boches lo menos posible e ir tirando.
– ?Ha habido muchos combates?
– Nada de eso -dijo Mascarenhas con una mueca de la boca, echando una bocanada gris del Embassy-. Nada que se compare con lo que ocurre con los ingleses, ahi si que hay combates a tope.
Mascarenhas miro a Afonso, que se sintio obligado a retomar la explicacion.
– Tenemos sobre todo duelos de artilleria, misiones de patrulla en la Tierra de Nadie, tiros de
– ?Por que?
– Eramos aun inexpertos, estabamos en panales y nos topamos con unos que ya estaban de vuelta de todo - dijo-. Ademas, un oficial del 24 me conto que se habian quedado con la impresion de que los boches ya sabian que iba a haber un ataque.
– ?Como lo sabian? -se sorprendio Resende.
– Que se yo. Por espionaje o por medio de algun desertor, algo asi. Pero tambien porque eramos unos ingenuos. Me dijeron que, dias antes del ataque, la propia poblacion francesa ya comentaba la operacion.
– No puedo creerlo.
– Pues crealo. Sabe como es la gente, todo era una novedad, una aventura, y se lo pusieron facil a los enemigos, se lanzaron a hablar en todas partes de lo que iban a hacer. Resultado: las cosas acabaron mal.
– ?Y los otros combates?
– Despues del desbarajuste del 24 no volvimos a hacer nada mas, asi que los otros tres surgieron todos de la iniciativa alemana -explico Afonso-. El primer ataque de esos tipos se dio en agosto, tres semanas despues del nuestro. Lanzaron gases y atacaron con centenares de hombres en Fauquissart, llegando a moverse por nuestras lineas, y fue sobre todo la gente del 35, de Coimbra, la que tuvo que aguantarse la andanada. Una semana despues, los boches volvieron a atacar, esa vez en Ferme du Bois, pero hubo una buena descarga de la artilleria y asi se logro impedir que entrasen en nuestras lineas.
– ?Y el tercero?
– Ese ocurrio hace poco tiempo -dijo Afonso, que miro de reojo a Mascarenhas.
– Hace unos diez dias, mas o menos -indico el mayor-. Afecto al personal de la 2a Division.
– ?Los otros no fueron a la 2a Division?
– Hombre, ?usted esta en la luna o que? -le espeto Mascarenhas-. Hemos entrado en las trincheras hace poco tiempo. Poco tiempo, es decir, dos meses que se cumplieron ayer… Y ya nos parece mucho. Pero la verdad es que quienes las han pasado moradas han sido los muchachos de la 1a Division, que estan combatiendo desde mayo, mientras que nosotros no llegamos hasta el 23 de septiembre. Y solo hace diez dias tuvimos un combate en serio, justamente con ocasion de ese ataque enemigo. Hasta entonces solo habiamos visto bombardeos y patrullas.
– Los boches tuvieron la mala suerte de haberse topado con la gente de Braga -exclamo, orgulloso, Afonso.
– Ah, ?fue con ustedes? -se sorprendio Resende, dejando el vaso.
– No -dijo Afonso-. Tenemos aqui dos batallones de Braga, pertenecientes a la Brigada del Mino de la 2a Division.
– ?La Barrigada del Mino?
– La brigada -insistio con el tono de quien no admite bromas con el nombre de su brigada-. Tenemos el 8, que es el mio, y el 29. Fue con el 29.
– ?Y que ocurrio?
– Avanzaron al atardecer en Ferme du Bois y entraron en nuestras lineas, pero la gente de Braga los rechazo en un instante.
– Afonso, no estas contando toda la historia -intervino el mayor Mascarenhas con una sonrisa, y apago en el suelo el cigarrillo ingles.
– ?Que historia? -pregunto interesado Resende.
– Ah, unas pequeneces -dijo Afonso.
– Unas pequeneces, no -corrigio Mascarenhas-. Algunos hombres abandonaron los puestos y se las piraron, a otros los hicieron prisioneros sin luchar y, para colmo, hubo hasta un comandante que se acobardo de tal modo que ni al dia siguiente se atrevio a ir a la linea del frente a saber que habia ocurrido y a mandar reparar las trincheras danadas.
– Bien, pero la verdad es que, una hora despues de haber comenzado el ataque, los boches se las piraron - aclaro Afonso, que defendio asi el honor del batallon de Braga, a pesar de no ser el suyo.
– ?Se las piraron un cuerno! -exclamo el mayor tramontano-. Anduvieron recorriendo nuestra linea del frente, asi fue, y solo se marcharon cuando les dio la gana y con un monton de prisioneros a cuestas; los tipos parecian pastores guiando corderos.
– Disculpa, pero hubo siete menciones y dos promociones por el valor demostrado en el combate -recordo Afonso.
– Si-interrumpio Mascarenhas, cargado de ironia-. Y un oficial y tres soldados fueron castigados con prision correccional; ademas, otro oficial fue amonestado. Debe de haber sido por su valentia.
Afonso se quedo callado y bebio las ultimas gotas de su oporto. Se hizo un silencio embarazoso y Resende miro el reloj.
– Ya son casi las cinco de la tarde -observo el lisboeta.
Mascarenhas se puso de pie y los dos capitanes tambien se levantaron.
– Dentro de poco toca formacion -dijo el mayor, mirando a Resende-. Aun me queda ponerlo al tanto de nuestra rutina en las trincheras y de sus funciones.
– Entonces, ?que voy a hacer, mi mayor? -pregunto Resende, palpandose de manera inconsciente la barriga, cuyo volumen tenia el futuro seriamente amenazado por la vida en las trincheras.
