– Incision inicial realizada con gran destreza… organos retirados en forma conveniente -dicto Pelaez ante el microfono, mientras el mas joven de sus colegas se sonrojaba detras de la mascara-. Vaya, ?que es esto…? -y tomo una lupa, para examinar mas detenidamente la region cordial.
– Tuvimos que diseccionar una pequena herida -dijo el mayor de los dos facultativos locales-. Encargue una diapositiva de la muestra. Al principio pensamos que era el orificio de entrada de una bala.
– Hmm, extrana herida -comento Pelaez asperamente-. Es la primera que veo de esta clase. ?A que la atribuirian ustedes? ?Electrocucion? ?Un electrodo insertado en la carne?
– Pero si hubiera sufrido una lesion semejante estando vivo todavia, habria indicios vitales, ?no le parece? - objeto, muy cortes, el joven patologo.
– ?Encontraron una lesion correspondiente en el corazon, detras de la herida?
– ?Senales de electrocucion? No, doctor; aunque fue en eso en lo primero que pense. El corazon se veia perfectamente normal.
– Pero se paro, ?no? -dijo Pelaez-. ?Que le hizo pararse? ?Tal vez una inhibicion del nervio vago? Habra que averiguarlo -dijo, antes de diseccionar ampliamente toda la zona del esternon y extraer a trechos regulares muestras destinadas a nuevas diapositivas-. Aqui, en los labios exteriores de la herida, hay indicios de intensa quemadura. ?Que cono la puede haber causado? -exclamo, olvidando momentaneamente el microfono y la posterior reaccion de la mecanografa-. ?Y seria esta la herida fatal?
– Nada indica que alcanzase el corazon, ?verdad? -apunto el forense local.
– Pero si anda usted en lo cierto y no hay otras causas evidentes de la muerte, esto tiene que guardar, por fuerza, alguna relacion. ?Que provoca un colapso cardiaco? ?La asfixia? Sin embargo, no hay indicios ni de anegamiento ni de ahogo ni de estrangulacion ni de embolismo. Y tampoco se ven rastros de enfermedad cardiaca o arterial, ni de fallos renales o hepaticos, ni de abuso de drogas o de alcohol. Veo que comprobaron todas esas posibilidades y las descartaron. En breve, que hemos de considerar plausibles la inhibicion vagal o la electrocucion. Y ustedes diseccionaron cuidadosamente el corazon y no encontraron senal alguna de electrocucion, ?no es asi? -pregunto Pelaez incisivo.
– Asi es -repuso el patologo de mas edad.
– Entonces hay que tomar en cuenta la inhibicion del nervio vago en el cuello -determino Pelaez.
– Pensamos en eso como ultimo recurso -expuso el medico joven-, pero no pudimos encontrar ningun indicio de constriccion.
Pelaez pondero mas detenidamente el problema.
– Me gustaria examinar a fondo el tejido cardiaco, y examinar los danos que tiene en el pecho el traje de inmersion. ?Podria utilizar su laboratorio?
– Naturalmente, doctor Pelaez. Para nosotros es un gran honor el que trabaje usted aqui.
– Gracias -respondio Pelaez con la magnanimidad propia de quien esta a la cabeza de una profesion-. Bernal tambien necesita datos acerca de las principales caracteristicas del difunto: raza, edad aproximada, ocupacion, etcetera. ?Disponen de una buena instalacion radiografica? Como sabran, he hecho un estudio de los tipos craneanos.
– Seguimos en las revistas sus articulos sobre el tema, doctor. Y si: el equipo del hospital esta muy al dia. Pero si algo nos falta, probablemente podriamos conseguirlo en el Hospital Naval.
– ?Mandaron analizar las muestras del agua encontrada en la traquea? En caso de que contenga diatomeas, es posible, comparandolas con muestras tomadas en distintas zonas de la bahia, determinar la procedencia del cadaver.
– Encargamos el analisis, doctor, y esperamos tener los resultados durante el dia de hoy.
Una hora mas tarde, Pelaez, que habia estado utilizando el potente microscopio del laboratorio patologico del hospital, aparto de el la mirada, radiante de satisfaccion, y salio en busca de sus dos colegas.
– ?Ya lo tengo! Creo saber como murio el hombre rana. Tenia cocida la valvula principal del corazon.
– ?Cocida? -exclamo el forense gaditano-. Le aseguro que nosotros no aplicamos ningun tipo de calor.
Pelaez rechazo con impaciencia esa justificacion.
– El tejido cardiaco sufrio una irradiacion subita y muy intensa, como las que emiten las microondas o un haz luminoso de altisima frecuencia, bastante para inmovilizar la valvula.
– ?Un haz luminoso? -se extrano el medico joven-. ?Que clase de haz podria conseguir eso?
– Aunque no estoy completamente seguro, uno de tipo laser. No he visto ningun caso mortal producido por ese medio, pero si he conocido un par de lesionados por quemaduras de laser ocurridas en el laboratorio de ingenieria de la Ciudad Universitaria de Madrid. ?No me extrana que estuvieran ustedes desconcertados! Que yo sepa, es la primera muerte que se da en Espana por irradiacion de laser. ?Ni que decir tiene, esto ha de salir en mis memorias!
– Pero ?como pudieron aplicarlo? -quiso saber el joven patologo-. ?Y por que no se fundio completamente el traje de inmersion en ese punto?
– Los rayos laser son de una gran precision direccional -explico Pelaez-. Solo una infima region queda afectada por su contacto. Mi hipotesis es que el submarinista estaba parcialmente sumergido cuando le dirigieron la pistola laser al pecho. De tal forma, consiguio alcanzar el corazon penetrando en un haz muy delgado, mientras que el agua del mar enfriaria rapidamente los bordes del orificio de entrada. La muerte debio de sobrevenir muy de prisa, porque no se aprecia reaccion vital en torno a la herida.
– ?Quien puede disponer de una pistola de esas? -pregunto el patologo de mas edad.
– Eso tendra que descubrirlo Bernal.
En ese preciso momento entro una auxiliar de laboratorio con un sobre amarillo de gran tamano, que el veterano de los forenses rasgo.
– Los resultados del analisis del agua encontrada en la traquea -le dijo a Pelaez, antes de pasar a la ultima pagina del informe-. Han comparado las diatomeas con las de muestras obtenidas en distintos puntos de la bahia. La conclusion es que coincide mayormente con la muestra extraida en Punta Candor, no lejos de la desembocadura del Guadalete.
– ?Donde queda eso, exactamente?
– Un poco al oeste de Rota.
– Ah, eso le resultara muy util a Bernal. Echemos ahora un vistazo a las radiografias del craneo. El comisario quiere conocer las caracteristicas raciales del cadaver. Veo que comprobaron ustedes las placas craneanas. ?Situarian su edad entre los veinticinco y los veintiocho anos?
– Eso pensamos.
– Estoy de acuerdo con ustedes. Ahora compararemos el perfil del craneo con mi muestrario basico de tipos raciales -y sacando de un abultado maletin una serie de placas radiograficas, las prendio en una pantalla luminosa de observacion.
Sus colegas siguieron la operacion con el mayor interes.
– Naturalmente -dijo Pelaez-, es de vital importancia disponer de autenticas radiografias. Como veran, tengo doce muestras de los principales tipos craneanos: varios europeos, asiaticos, negros, norteafricanos, etcetera; y tres hombres y otras tantas mujeres de cada grupo de edad de los distintos tipos, con tomas frontales y de perfil para cada individuo.
Cuando hubo expuesto la radiografia correspondiente al submarinista muerto, pidio a sus colegas gaditanos que estableciesen comparaciones.
– Mientras ustedes sacan una impresion visual, yo voy a medir la cabeza de nuestro hombre. Es importante conocer la longitud, anchura y altura del craneo y los angulos de los planos occipital y frontal.
Pelaez estuvo haciendo calculos en una libreta por espacio de unos minutos, transcurridos los cuales pregunto:
– ?Y bien? ?Alguna conclusion?
– Desde luego no es ni europeo ni negro -respondio el forense local-, pero podria ser eslavo o norteafricano.
– Yo creo que lo ultimo -dijo el patologo joven-. Aunque el craneo se parece al del segundo asiatico que tiene usted aqui, la nariz es bastante mas ancha.
– Vaya, creo que ha dado usted con la solucion -declaro Pelaez-. Segun mis calculos, se trata de un norteafricano. Veamos, pues, algunos de los subtipos de esta carpeta -y saco de su maletin otro sobre pardo de