viendo.

– Si: es Ramos, seguro. Era un excelente sargento, inspector. Mi padre sirvio a sus ordenes en Conil, alla por los anos treinta. Espero que consigamos echarles el guante a los mal nacidos que le han hecho esto.

– Entonces, ?no cree que pueda tratarse de un suicidio? -le pregunto Lista.

– ?Suicidio? ?Ramos? ?De ningun modo! Era un tipo demasiado duro y bregado para ceder a esas cosas.

– Aun asi, debia sentirse muy solo aqui, en Sancti Petri -apunto Lista.

– Pero si era eso lo que le gustaba -dijo Barba-. Al morir su mujer, pidio este destino. Se dedicaba a estudiar los movimientos de las aves migratorias que se detienen en estas salinas camino de Africa y al regreso.

– Vi unos cuantos libros de ornitologia en el estante de la caseta -confirmo Miranda.

– Decia que este lugar es ideal para observar a las aves marinas -continuo el capitan-. Era la persona menos indicada para deprimirse por el hecho de pasar en soledad la mayor parte del tiempo. Era independiente a mas no poder, pero iba a Chiclana tres veces semanalmente, para jugar al tute con sus amiguetes en la parte trasera del bar Alameda. ?No tendriamos que descolgarlo antes de que vuelva a subir la marea?

– Lo haremos a su tiempo -dijo Miranda-. Lista ha ido a cursar un mensaje al comisario Bernal por la radio del coche, y el querra verlo todo exactamente como lo encontramos. ?Cuanto tardara la marea alta? -le pregunto a Fragela.

Hasta llegar aqui, mas de cuatro horas; y al comisario le costara unos treinta minutos el camino.

Si bien, al regresar de su entrevista con el obispo sufraganeo, Bernal se sentia un poco mejor informado acerca de la Casa de la Palma y de las extranas actividades que alli se desarrollaban, su interlocutor no habia podido aclararle nada acerca del pozo escondido en la Santa Cueva ni de las curiosas propiedades del agua que manaba de el periodicamente. El prelado le facilito, por si le interesara consultar sobre el particular, las senas de un arqueologo de la localidad.

En la sala de operaciones se encontro a la inspectora Elena Fernandez, recien llegada. Vestia, como de costumbre con un gusto exquisito, un modelo de Courreges de lana de tono pastel.

– Mi padre me ha traido en coche desde Sotogrande, jefe -explico al saludarle-. Resulta agradable volver al trabajo. Alli el tiempo estaba frio y desapacible, y mi madre se pasa el dia y la noche jugando al bingo con sus amigas ricas en el hotel de lujo que hay en la carretera, al pie de nuestro chalet. Demasiado aburrido para mi.

– Navarro te hara una sintesis de este caso, Elena, pero yo tengo un trabajillo para ti. ?Te gustaria meterte en un convento por unos pocos dias, la Semana Santa nada mas, y averiguar que ocurre alli?

Pese a su expresion de asombro, Elena dijo que le atraia esa nueva experiencia.

– ?Te conoce mi mujer?

– Personalmente, no, jefe; pero hablamos una vez por telefono, hace meses. Como conversacion, no fue gran cosa -estaba claro que aquella pregunta le intrigaba.

– Te pondre al tanto de lo que hay: mi esposa esta haciendo ejercidos espirituales en un convento raro que se llama la Casa de la Palma, en la calle de la Concepcion, que queda en la parte vieja, y han ocurrido alli cosas extranas. Creo que podriamos arriesgarnos a que te presentases con tu nombre, junto con una carta de recomendacion del padre Anselmo, de Madrid. La carta la espero con el primer correo de manana. Aunque no debes revelar tu ocupacion a nadie en el convento, no hay inconveniente en que hables de tus padres y de tu ambiente familiar. En caso de emergencia, podrias recurrir a mi esposa, si bien confio en conseguirte un contacto entre las mujeres que visitan a diario el convento para la vigilia.

– De acuerdo, jefe, lo hare. ?Voy a necesitar otra ropa?

– No: asi das perfectamente el tipo. Esperaran que vistas bien. Te dare nuevas instrucciones manana, antes de que te persones alli.

En ese momento llego del hospital Mora el doctor Pelaez, que traia su informe sobre la autopsia del submarinista y las fotografias de infrarrojos del tatuaje descubierto en el brazo derecho del cadaver.

– Se trata, sin duda alguna, de un bereber, Luis; y el tatuaje esta en arabe, y no se que significa. Lo mas singular son las causas de la muerte -Bernal aguzo el oido-. El paro cardiaco fue ocasionado por un haz luminoso de alta frecuencia, probablemente laser. He leido un articulo sobre lesiones producidas en laboratorios por irradiacion de laser; se consideraba que el principal efecto era de sobrecalentamiento, pero ahora se ha comprobado que pueden darse cambios biologicos de otros tres tipos: fotoquimico, termoacustico y electrico. La lesion que nos ocupa recuerda las de tipo termoacustico, causadas por ondas de choque procedentes de un concentradisimo punto luminoso capaz de romper el tejido. Os dejo a ti y a Varga la tarea de averiguar quien dispone de armas de esa naturaleza.

– Supongo que los americanos de Rota -dijo Bernal-. Me di perfecta cuenta de que el comandante de la base callaba algo durante la entrevista que celebramos.

Navarro entro corriendo, procedente del despacho exterior.

– Un mensaje de Lista, jefe. Han encontrado al guardia civil retirado. Estaba bajo el embarcadero de Sancti Petri. Ahorcado.

– Salimos inmediatamente hacia alli -repuso Bernal-. Recoge el maletin de tus trastos, Pelaez.

Los focos que habian instalado Varga y los guardias civiles sirviendose del pequeno generador existente en el furgon de los tecnicos hicieron que a su llegada, avanzado ya el crepusculo, Bernal y Pelaez encontraran el fondeadero de Sancti Petri y su tablazon inferior iluminados por una cruda luz blanca. Despues de una concienzuda inspeccion, el comisario convoco a los demas en la caseta del sargento muerto, de modo que el patologo y el tecnico dispusieran de amplio espacio para realizar su trabajo.

– Si necesitan ayuda, nos avisaran -dijo Bernal a Miranda-. Habra que retirar pronto el cadaver, antes de que empiece a subir la marea.

Bernal interrogo detalladamente al capitan Barba acerca de las costumbres del difunto y de su posible estado de animo.

– A tenor de lo que usted dice, Barba, parece muy poco probable que se quitase la vida, aunque la mayor parte de estos casos terminan resultando de suicidio. ?Ha notado que existe un travesano mas bajo donde pudo encaramarse para lanzar la soga sobre la viga superior antes de atarsela a los tobillos?

– Pero esa parece una forma muy rara y complicada de colgarse, comisario -objeto el capitan-. Admito que son pocos los casos de ahorcamiento que he visto aqui, pero ninguno se le parecia.

– Quiza tenga razon. Sin embargo, la viga superior, la que sirvio de soporte a la soga, esta demasiado alta para que pudiese alcanzarla sin ayuda de una escalera, y no he visto ninguna por aqui. No hubiera tenido mas remedio para subir al travesano, lanzar la cuerda por encima de la viga y recuperarla por el otro extremo. Hecho eso, ?donde podia sujetar el cabo contrario, como no fuera en sus propios tobillos?

– Quiza en el travesano, donde se habia encaramado -apunto Lista-. Aunque puede que con eso corriera el riesgo de que la cuerda quedara floja.

– Ahi esta la cosa precisamente -intervino Miranda-. O bien la caida seria demasiado poca, con lo cual no conseguia el fin deseado, o bien seria demasiada, y los pies le tocarian el suelo.

– El caso esta muy en funcion de si la muerte se produjo por estrangulamiento, con lo cual pudo durar horas -dijo Bernal, que advirtio al momento la desazonada expresion del capitan ante sus palabras-, o fue por una rapida fractura de las vertebras cervicales y de la espina dorsal.

Volviendose hacia Barba, le propuso que fuera a llamar a Chiclana, para saber si el juez de instruccion estaba ya en camino.

– Tendremos que darnos prisa en descolgarle, jefe -dijo Miranda.

– Sera interesante ver que descubre Varga en cuanto a las fibras de la soga -comento Bernal-. Al menos podra decimos en que longitud se deslizo sobre la viga al caer el cuerpo. ?Que peso le darias tu?

– Era muy robusto y con una gran panza… -reflexiono Lista-. Alrededor de noventa kilos.

– ?Y en cuanto calcularias la caida?

– Algo mas de dos metros, jefe.

Bernal saco un pequeno boligrafo chapado en oro e hizo unos calculos en su cuaderno. Al cabo de un momento alzo una mirada perpleja.

– Si aciertas en cuanto al peso de Ramos y la distancia de la caida -dijo-, tendria que haberse arrancado la cabeza. Me da una fuerza de golpe formidable: casi mil ochocientos kilos. Varga y Pelaez comprobaran mas tarde

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