– Naturalmente, por eso hay que enganarles permaneciendo en la ciudad por lo menos durante una semana. ?Que me dice, padre?

– ?Se refiere a quedarse aqui? ?Pero eso seria peligrosisimo! -el prior le parecio a Elena muy alarmado-. Recibimos frecuentes visitas, y tenemos hospedados a algunos seglares hasta por lo menos el proximo lunes. Entre ellos, la esposa de un comisario de Madrid.

– Pero nuestros chicos pasarian por otros dos visitantes seglares, como los demas -arguyo zalamero el coronel-. No habria problema alguno.

– Desde lo del juicio, son caras conocidas -objeto el padre Sanandres-. Se les ha visto en la television, y los periodicos han publicado fotografias suyas.

– Podrian encerrarse en sus celdas durante esa semana, y luego los sacariamos por mar.

La secreta conversacion, tan fascinante para los oidos de Elena, empezo a desvanecerse cuando los tres contertulios se volvieron de espaldas al punto donde ella se encontraba medio agazapada y, para gran desencanto suyo, abandonaron el claustro en direccion al cuarto del prior. Despues de consultar el reloj, decidio que disponia de tiempo para subir a su celda y redactar un breve y urgente informe para el comisario Bernal, antes de que la llamasen a la capilla para nona.

Sin que nadie lo advirtiera en apariencia, Elena llego hasta su cuartito, entro y echo el cerrojo a la puerta tras de si. Al abrir el armario, para sacar su maleta, tuvo la vaga impresion de que sus ropas no estaban colgadas como las habia dejado. Acercandose a la comoda, examino los cajones donde antes habia distribuido sus prendas interiores. Nuevos indicios de desorden. ?Habrian registrado sus cosas mientras estaba en el claustro? Regresando inquieta al armario, saco su equipaje y lo puso encima del catre. Abierta la maleta, a primera vista vacia, inspecciono cuidadosamente el forro. Insertando una segunda llave en la base del asa, tiro entonces de las cinchas de seda cosidas al forro, y la parte central del fondo se abrio con un chasquido. Suspiro aliviada: el intruso no habia dado con aquel compartimento secreto de la maleta proporcionada por Bernal, que contenia sobres y papel de cartas, una pequena pistola Derringer, una potente linterna, un dispositivo electronico que permitia escuchar a traves de las paredes, unos prismaticos para uso nocturno, un magnetofono en miniatura y una camara Rolleiflex tan pequena que cabia en un puno.

Despues de extraer una cuartilla y un sobre, Elena cerro el falso fondo, echo la llave y devolvio la maleta al armario. Sentada a la mesita dispuesta bajo la ventana, se sintio animada por el bullicio que llegaba de la calle a medida que las tiendas abrian sus puertas a las cinco y media, despues de la siesta. Absorta en seguida en la redaccion del informe, no oyo la bien engrasada mirilla que se abria por el lado del corredor ni percibio la fria observacion de que era objeto.

El comisario Bernal y el inspector Lista estaban sentados en el interior del Renault 4, de color verde y sin distintivos, que habian estacionado en la parte alta y mas ancha de la calle de Jesus Nazareno, desde donde podian observar el Convento de la Palma. Bernal suspiro impaciente:

– Ya no pueden tardar, Lista. El sabado las vi aqui a esta hora. Es urgente que le organicemos un contacto a Elena. La mujer en que vengo pensando, si puedo localizarla antes de que llegue a la puerta del convento, pasara inadvertida para todos.

– ?La considera de fiar, jefe?

– Espero que lo sea. Durante el rato que hable con ella el otro dia, me dio la impresion de una mujer juiciosa, que lo sera mas si le ofrecemos pagarle sus servicios.

En ese mismo momento aparecio a lo lejos una alta figura femenina de recia osamenta, que caminaba en direccion a ellos, procedente de la parte baja de la ciudad, y tambien la mas humilde.

– Es ella, Lista. Baja y hablale. Le ensenas la placa y te la traes hacia el coche. Seguro que me reconocera.

Bernal vio a Lista conversando animadamente con la corpulenta mujer, que le mostraba la botella vacia que tenia en la mano. Luego, acercandose al coche con manifiesto recelo, la mujer miro a Bernal por la abierta ventanilla.

– ?Vaya, es usted! ?De que va todo esto? -vibraba en su voz el acento de la clase trabajadora barcelonesa-. Yo no he hecho nada. Porque usted es un policia, ?eh? Ya le preguntare a sor Serena, que nos dice quienes son todas esas visitas de fuera. Aquella senora grande que nos mangonea a todas debe ser su esposa, ?oi?

– Si, todo muy exacto. Y que yo sepa no ha hecho usted nada malo. Se trata de un pequeno trabajo que queria encargarle, que es del todo legal y le sera bien pagado.

La catalana mostro mayor interes, y su actitud cambio al momento.

– Bueno, ?y por que no empezaba por eso? ?Que tengo que hasert?

– En primer lugar, guardar silencio sobre esto. Ni una palabra a nadie, ?entendido?

– Vale, se lo prometo. ?Que hago yo?

– Sacar del convento, sin que nadie lo vea, una carta que le entregaran de vez en cuando.

– ?Eso es todo? ?Cuanto me pagara?

Bernal calculo una suma ni tan alta que despertara las sospechas de la mujer, ni tan baja que la indujera a traicionarle.

– Mil pesetas por entrega.

?A donde hay que llevarla? Las suelas estan caras, ?sabe?

– ?Donde vive usted? -pregunto Bernal.

– Alli abajo, en La Vina, en la calle San Felix.

– ?Tiene telefono en casa?

– ?Debe estar de broma! -rio ella estrepitosamente-. ?De donde va a sacar la mujer de un pescador pobre para pagar telefono?

– Calle San Felix, ?dice? -reflexiono Bernal en voz alta-. ?No queda por alli el restaurante El Faro?

– Y tan: un poco mas abajo, en la misma calle.

– Estupendo. Cuando tenga alguna carta para mi, vuelva a su barrio como si tal cosa al salir del convento y telefoneenos a este numero desde una cabina o desde un bar del contorno -le anoto el numero en un pedazo de papel-. Pregunte por el inspector Navarro. El le dira a que hora debe ir al restaurante El Faro, donde le entregara la carta al inspector Lista, mi acompanante. El le pagara entonces las mil pesetas.

– Vale, trato hecho. La carta me la dara su mujer, supongo.

– No, no lo creo. Sera una joven, la senorita Fernandez -le mostro una fotografia de Elena-. Cuide de que nadie la vea hablando con ella o recogiendo la nota que le de.

– ?Y en que anda metida esa gente ahi dentro, eh? -pregunto a Bernal hincandole sugerentemente el codo-. No tendran montada una casa de citas, ?verdad? Siempre me ha parecido raro ese revoltijo de curas, monjas y obispos. Pero mi marido dice: «?Que se pierde por probar? Tu siempre quisiste tener chiquillos». Mi hermana quedo en estado despues de beber el agua del viejo manantial, cuando aun no habian abierto el convento de ahora. O sea que, ?por que no intentarlo? Aunque, no crea -se encogio, resignada, de hombros-, poco bien me ha hecho hasta ahora. Claro que, con el marido en el mar todo el tiempo, mal podia hacerlo, ?oi? -y largandole a Bernal un nuevo codazo, rio estrepitosamente-. En fin, si me da a ganar mil pesetillas de vez en cuando, yo sigo con el agua de los monjes, tenga lo que tenga -dijo. Y recordando algo, agrego-: ?Como sabra esa senorita que yo soy su cartero?

– Le pedi que esta tarde estuviera pendiente de usted -repuso Bernal.

– Conque sabia que iba a decirle que si, ?eh? Debi pedirle el doble.

Mientras ella se alejaba calle arriba con andar hombruno, Lista la contemplo con cierto recelo.

– ?Esta seguro, jefe, de que no nos hara un pan como unas hostias yendose de la lengua con las otras mujeres o con las monjas?

– ?Esa? ?Ni hablar! -repuso Bernal con convencimiento-. Tendria que ser que el padre Sanandres le ofreciese mas, y con un poco de suerte, no se enterara de lo que nos traemos entre manos. Habiendo dinero de por medio, los catalanes no sueltan prenda. Saldra que ni bordado, ya veras.

Al salir del bar de pescadores que daba frente al puerto de Rota, el inspector Angel Gallardo se dirigio hacia una cabina telefonica, a fin de comunicarse con su colega Paco Navarro. Estaba todavia en eso cuando, vuelto hacia los cristales, vio un voluminoso Cadillac de matricula arabe que se detenia a la puerta de un elegante hotel del otro lado de la plaza. Cuatro hombres de chilaba se apearon del automovil y se encaminaron a la alfombrada

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