Bernal abandono la estancia con la sensacion de haber abierto la caja de Pandora. Y estaba sobrecogido por lo que salia de ella.
Era Paco Navarro, que telefoneaba desde Cadiz.
– Lista acaba de llamar desde Torre Gorda, jefe. El y Varga han encontrado armas escondidas en el pozo de Sancti Petri, debajo del castillo, en una extraordinaria gruta que podria ser lo que queda del templo de Melkart.
– ?Dices que han retirado esas armas y las han llevado a tierra?
– Si, jefe. Pensaron que querrias neutralizar al enemigo.
– Magnifico. Pero podrian tener reservas escondidas en otra parte. ?De que se componia esa?
Navarro le leyo la lista, que Bernal anoto en un cuaderno.
– ?Y dices que el rotulado de las cajas estaba en frances?
– Si, jefe, pero no habia marca del fabricante. Varga esta examinando en ese momento las municiones con el armero naval de Torre Gorda.
– Seguramente seran belgas, de las que suelen suministrar los traficantes internacionales.
– ?Que tal la reunion, jefe?
– De momento, tempestuosa; pero creo que tarde o temprano entraran en razon.
Al regresar Bernal a su asiento de la sala de conferencias, los presentes volvieron a guardar silencio. Ante la significativa mirada que le dirigio Fragela, supo que tenia, en el cuando menos, un aliado que le pondria al corriente de lo sucedido durante su ausencia. El capitan general se volvio hacia el con aire expectante.
– ?Y bien, comisario? ?Alguna noticia?
– Se ha descubierto una considerable reserva de armas escondida en la isla de Sancti Petri -y leyo la relacion de minas adhesivas, explosivo, granadas submarinas y metralletas-. Todo ese material se encuentra ahora en la base naval de Torre Gorda, de modo que hemos conseguido arrancarle unos cuantos dientes a Melkart -encendio un Kaiser y le dio una chupada-. Creo, almirante, que hemos de sacar la conclusion de que se proponen atacar sus barcos, y a mi me parece que estarian mucho mas a salvo en el mar que diseminados por la bahia.
– Pero ahora el peligro es mucho menor -arguyo el vicealmirante responsable de las operaciones navales-. Ademas, nuestras defensas electronicas detectarian al agresor antes de que alcanzase los barcos.
– Me permito senalar, que no tienen defensas de ese tipo en la boca del canal de Sancti Petri, que es un acceso directo a La Carraca y Bazan. Deben de tener previsto entrar por ahi.
– Eso es innavegable -replico el vicealmirante en tono de rechazo-. No tiene calado suficiente para un submarino, y cualquier embarcacion de superficie seria descubierta mucho antes de que llegase a nuestros barcos.
– Olvida usted el misterioso submarino de bolsillo -repuso Bernal con calma-. Todavia no han descubierto de que clase de nave puede tratarse, ?no es asi?
Reconocieron que no disponian aun de informacion alguna.
– Entonces, ?por que exponer dos navios de los mayores y tres destructores a semejante peligro? Saquenlos a la mar y ocupenlos en algo importante: por ejemplo, reforzar nuestras guarniciones de Ceuta y Melilla. ?Que barcos tienen situados alli ahora?
El vicealmirante a cargo de las operaciones puso cara de malestar.
– Una fragata en Melilla y dos en Ceuta -confeso.
– ?Y que cantidad de hombres? -pregunto Bernal al gobernador provincial.
– Aunque no lo se con certeza, comisario, deben de ser unos dos mil quinientos en Ceuta, y la mitad de eso en Melilla, si bien muchos podrian estar de permiso con motivo de la Semana Santa.
– ?Resistirian esos efectivos un ataque terrestre en toda regla?
– Depende, claro esta, de las proporciones de la ofensiva. Si interviniese en ella todo el Ejercito marroqui…
– Entonces, ?que se pierde reforzando las guarniciones?
– Supondria debilitar las defensas de aqui -senalo serenamente el capitan general.
– ?Cuanto se tardaria en traer barcos de refuerzo de la flota nortena? -indago Bernal.
– Por lo menos cuarenta y ocho horas.
– Bien, entonces aun hay tiempo: disponemos de dos dias. Y supongo que podrian enviarse tropas de Sevilla y Jerez para proteger las instalaciones de Cadiz. No olvidemos que Melkart tiene situados aqui, en este momento, colaboradores que no sabemos donde se encuentran.
– ?Como puede estar tan seguro de eso? -pregunto el capitan general.
– Porque enviaron senales a la costa, solo que no sabemos a quien. Pero organizandolo con cuidado, tenemos la posibilidad de capturarlos el sabado a ultima hora, cuando se reunan cerca del cabo Roche.
Se prolongo la discusion. Mientras que Soto, el oficial de relaciones politicas y el gobernador militar secundaban las medidas recomendadas por Bernal, los tres vicealmirantes eran contrarios a ellas. El comisario saco la neta impresion de que el capitan general se decantaba en favor de el cuando dijo:
– Senores, no creo que esta manana podamos hacer mucho mas que poner nuestra flota en estado de Alarma Roja. Habra que hacer regresar a todos los oficiales y tripulantes que se encuentran de permiso y activar las reparaciones, de forma que, en caso necesario, todas las unidades esten dispuestas para hacerse a la mar. En cuanto hayamos terminado la reunion, pondre en conocimiento del jefe de la JUJEM las demas sugerencias del comisario, sobre la conveniencia de reforzar nuestros enclaves del norte de Africa. Entretanto confio en que colaboraran con el comisario y sus colegas en la adopcion de contramedidas precisas, especialmente en lo que se refiere a la captura de los componentes de la Organizacion Melkart tanto en nuestras costas como en nuestras aguas territoriales. Vigilancia, sigilo y firmeza en la actuacion: que sean esas, senores, nuestras consignas.
Elena Fernandez paso la manana del jueves presa de una febril agitacion. Redacto un informe en el que exponia al comisario Bernal las circunstancias en que habia grabado la conversacion del prior con los militares conjurados. Senalo tambien su decision de explorar la sagrada cueva en cuanto se le presentase la oportunidad. Y menciono brevemente la entrevista personal solicitada por sor Encarnacion, que no habia acudido a la cita.
Introdujo informe y grabacion en un sobre de papel manila que, cerrado y dirigido al comisario, se guardo en el hondo bolsillo del habito, antes de dirigirse hacia la cocina. Se ofrecio alli a colaborar en la preparacion del sencillo almuerzo, consistente en un estofado de lentejas, precedido por un plato de acelgas. El postre, representado por un buen surtido de fruta, no dejaria de ser una compensacion. Elena dio por sentado que las colaciones se harian aun mas frugales conforme se acercara el Viernes Santo.
La cocinera era una mujer hosca y taciturna que rara vez llevaba sus respuestas mas alla de un grunido, de modo que Elena llego a preguntarse si seria subnormal. Aun asi, trato de sonsacarla.
– ?No ha visto hoy a sor Encarnacion?
– Ngg -contesto la mujer de negro pelo, mientras estrujaba una lenteja entre indice y pulgar, para ver si la coccion era satisfactoria.
– Pero ?no ha tomado nada? No la he visto a la hora del desayuno.
– Se lo subio sor Serena.
– Eso sera.
Aquello cuando menos explicaria el que la anciana religiosa no hubiese acudido a la sacristia despues de prima. Viendo que no quedaba mucho mas por hacer, Elena se fue al patio trasero, donde encontro a la senora de Bernal y a sor Serena ocupadas todavia en prender flores en el paso del Huerto de Getsemani.
– ?Nos acompanara en la procesion de manana por la noche, senorita? -pregunto Eugenia-. Como sabe, es la mas solemne de la semana.
– Creo que deberia ir -repuso Elena dubitativa-, solo que no se si tendre fuerzas para caminar tanto.
– La distancia no es mucha -dijo Eugenia-: tres kilometros nada mas; la verdadera penitencia esta en la lentitud del paso.
– Se hacen muchos altos -intervino incisiva sor Serena-, y usted es joven y esta llena de salud. Le sentara bien a su alma.
Elena se daba cuenta de que su deber profesional estaba en quedarse en el convento, atenta a la llegada de los conspiradores con los reclusos, en el supuesto de que coronasen con exito la operacion encaminada a liberarlos. Tendria que encontrar a ultima hora un pretexto para excusar su asistencia.