– Esta demasiado ocupada en decorar pasos para las procesiones. Tratare de hablar otra vez con ella antes de marcharme.

9 DE ABRIL, VIERNES

El Viernes Santo habia amanecido calido y despejado, con apenas una suave brisa del oeste. A las ocho Bernal convoco a reunion a su equipo, incluido Angel, a quien habia relevado temporalmente uno de los hombres de Fragela.

– La primera noticia -comenzo Bernal- es que el capitan Barba de la Guardia Civil de Chiclana ha confirmado que, en efecto, un grupo de marroquies alquilaron el Hotel Salineta el mes pasado. Quiero que vosotros dos, Miranda y Lista, ayudeis a Barba a organizar la vigilancia. Con muchisimo cuidado, tratad de averiguar que actividades desarrollan y cuantos son. No olvideis que se trata probablemente de soldados con entrenamiento especial -dijo. Y volviendose hacia Navarro, pregunto-: ?Se ha establecido algun contacto con Elena?

– Ninguno, jefe.

– Me tiene preocupado. Hay que encontrar la forma de entrar alli. Yo podria hacerlo, so pretexto de visitar a mi esposa. Lo malo es que, creyendo que regrese a Madrid el lunes, le sorprenderia mucho verme aparecer, y eso podria poner en guardia al padre Sanandres. ?Se ha observado alguna actividad en el convento, Angel?

– Desde ayer por la tarde, cuando salieron las seglares, nada.

En ese momento intervino Lista.

– Yo fui a visitar a la catalana en su casa, y segun ella, sor Serena, la portera, le dijo que era demasiado pecadora, y que no podia dejarla entrar a la Adoracion Diurna sin antes cumplir una severa penitencia.

– Lo de la Adoracion -explico Bernal- es cuando les entregan el agua del manantial que hay debajo de la capilla. Por lo visto, es el unico que hay, de agua dulce, en toda la ciudad. El suministro normal procede de El Puerto. En cuanto a ese pozo, pasa por ser la antigua Fuente de la Jara, que tenia algo que ver con el templo de la Venus Marina. Habra que pedirle a Pelaez que analice sus propiedades, a ver si resulta que es el elixir de la vida.

– El factor mas importante -manifesto Fragela- es que hemos identificado al coronel y al capitan complicados en la conjura para la liberacion de los presos. Mis hombres les siguieron anoche. El coronel y el capitan estuvieron cenando con el vicealmirante encargado de los suministros de San Fernando. Mi gente no pudo acercarse lo bastante para oir la conversacion.

– ?Esta colaborando la Segunda Bis con usted y con sus hombres conforme a lo ordenado por el CESID, Fragela?

– Si que lo hacen, comisario. Llevan algun tiempo vigilando a esos oficiales.

– Yo voy a entrevistarme ahora con Soto -anuncio Bernal-, pero si se produce alguna novedad en el convento, avisadmelo en seguida.

Elena Fernandez, que durmio poco la noche del jueves, habia tomado una decision antes de que la llamaran a maitines a primera hora del Viernes Santo: hablar con la senora de Bernal y pedirle que le llevase el sobre a su marido. Estaba claro que tanto el padre Sanandres como sor Serena confiaban en la mujer del comisario, el cual debia estar a su vez, a ojos de ellos, fuera de toda sospecha. Hecho eso, Elena quedaria en libertad de investigar lo que pudiese en la Santa Cueva y tratar de descubrir su secreto, o el «mecanismo trucado», como le habia oido llamarle al coronel.

Terminado el frugal desayuno, consistente en un cafe flojo, manchado de leche, y pan frito en aceite de oliva poco refinado, y habiendo comprobado que la bondadosa sor Encarnacion seguia sin aparecer por el refectorio, Elena se encamino al patio trasero, donde encontro a Eugenia Bernal rociando con una regadera las flores del paseo. Al principio le fue imposible hablar en privado con la mujer de su jefe, pues sor Serena no dejaba de merodear por alli, pero cuando por fin el prior llamo a la monja, Elena decidio atrapar la ocasion al vuelo.

– Senora, ?podria hablar con usted en la mayor confianza?

– Desde luego, querida.

– No sabra usted, supongo, que pertenezco al equipo de inspectores de su esposo, en Madrid.

– Estaba segura de eso, querida. Te reconoci la voz en cuanto llegaste. ?No hablamos una vez por telefono?

A Elena le alarmaron esas palabras.

– No le habra contado a nadie que soy de la policia, ?verdad? -dijo inquieta.

– Por supuesto que no.

Resolviendo que ya no tenia nada que perder, Elena agrego:

– Tambien deberia decirle que en realidad estoy aqui cumpliendo ordenes de su esposo, en un servicio especial, y me pidio que, en caso de apuro, me dirigiese a usted.

– ?Y estas en apuros, pequena?

– Asi es. Necesito hacerle llegar un mensaje, y contaba con que usted me ayudase.

– Lo hare, naturalmente, pero el esta ahora en Madrid.

– No, senora, no lo esta. El Gobierno le ordeno que se quedara en Cadiz, para conducir una importante investigacion.

Aunque se quedo estupefacta al oir eso, Eugenia convino en hacer lo que Elena le pedia.

– Quisiera que le entregase este sobre, pero sin que nadie se entere de ello aqui.

– Vere lo que puedo hacer, aunque si salgo del convento antes de que lo haga el paso, a las nueve, parecera extrano.

– ?No podria encontrar alguna excusa? -dijo Elena angustiada-. Es indispensable que reciba el mensaje lo antes posible. ?No podria decir que sale a buscar mas flores para el paso, o algo asi?

– Si tenemos flores de sobra, querida. Dejame el sobre y vere que se me ocurre. ?Donde encontrare a mi marido?

– Puede dejarle mi encargo en el Hotel de Francia y Paris, que esta, subiendo, en la calle principal, y pedirle al recepcionista que le telefonee urgentemente. Pero, sobre todo, que ninguna otra persona de aqui vaya a enterarse -suplico mientras le deslizaba el sobre con la grabacion y el informe-. ?Ha comprendido? Nadie en absoluto.

Angel, que habia reemprendido a las nueve menos cuarto la vigilancia del convento, no logro ver a la cocinera salir hacia el mercado ni volver de alli, pero si lo consiguio el hombre de Fragela, que anoto marcha y regreso con sus horas exactas. Poco despues de las nueve, Gallardo observo movimiento en la ventana de una de las celdas de enfrente y vio asomar entre el enrejado una palida mano que, avanzando cuanto se lo permitian los barrotes, dejo caer un papel a la calle. Pensando que podia tratarse de Elena, que enviaba una nota al Exterior, Angel saco la cabeza por la ventana del hostal, para que ella le viese. Pero la mano se retiro a toda prisa y cerraron la ventana.

Gallardo bajo corriendo a la calle y salio en busca del papel, que habia ido a parar al arroyo. De vuelta en el vestibulo de la pension, desdoblo la nota. Constaba de una sola palabra, socorro, trazada con temblorosa caligrafia y seguida de una cruz. ?Habria Elena escrito semejante mensaje, y sobre todo, firmado con una cruz? Resolvio telefonear a Navarro de inmediato.

Bernal subio al despacho de Soto, donde hallo al contraalmirante esperandole.

– Comisario, se esta haciendo todo lo preciso para que los barcos queden listos para zarpar. El unico problema lo plantea el buque de desembarco Velasco que se encuentra en reparaciones en La Carraca. Los obreros estan trabajando de lleno para terminarlas manana, antes del mediodia.

– Ese buque podria ser vital para el transporte de tropas -comento Bernal-. Es necesario que terminen a tiempo.

– La decision definitiva de enviar la flota al norte de Africa la tomaran la JUJEM y el Gobierno manana a primera hora. Entretanto han enviado rumbo al sur, para reforzar Cadiz, barcos de las bases de El Ferrol,

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