gemas montadas en plata sucia. Unas lineas de preocupacion tiraban de las comisuras de sus labios. Un halo de vello postmenopausico rodeaba su rostro no empolvado.
Mire su copa.
– ?Martini?
– ?Quiere un poco, doctor?
– Gracias.
Respuesta equivocada. Ella fruncio el ceno, puso un dedo sobre el mezclador e hizo una marca en el vaho.
– Son martinis de vodka -me advirtio.
– Me vale, gracias.
La bebida era fuerte y muy seca, e hizo que me doliese la parte de arriba del paladar. Espero a que yo hubiese tragado, antes de dar ella un sorbo, pero el que dio fue realmente largo.
– Bonito solarium -le dije-. ?Los tiene en todas sus casas?
– ?Que clase de doctor es usted?
– Psicologo.
Fue como si hubiese dicho brujo hechicero.
– Naturalmente. ?Y que puedo hacer por usted?
– Quiero que me confirme algunas teorias que tengo acerca de la historia de su familia.
La piel en torno a sus labios se torno blanca.
– ?La historia de mi familia? ?Y que le importa eso a usted?
– Acabo de volver de Willow Glen.
Dejo la copa. La inseguridad de su mano la hizo tintinear contra el cristal de la mesa.
– Willow Glen -dijo-. Creo que antes teniamos tierras por alli, pero ya no las tenemos. No logro ver…
– Mientras estaba por alli me tope con Shirlee y Jasper Ransom.
Sus ojos se agrandaron, se cerraron muy apretados y luego se volvieron a abrir. Parpadeo con fuerza, exageradamente, como si con eso esperase hacerme desaparecer.
– Estoy segura de no saber de que me esta hablando.
– Entonces, ?por que ha aceptado verme?
– Es el menor de los males. Menciona usted a mi hija, pronuncia vagas amenazas de irse a la prensa. La gente de nuestra alcurnia siempre esta sujeta al hostigamiento del populacho. Es bueno, por consiguiente, el conocer que tipo de rumores sin fundamento se hacen circular.
– ?Sin fundamento? -inquiri.
– Y vulgares.
Me recoste hacia atras, cruce las piernas y di un sorbo.
– Debe de haber sido duro para usted -le dije-. Cubriendola todos estos anos. En Palm Beach. En Roma. Aqui.
Sus labios formaron una O. Comenzo a decir algo, agito la cabeza, me favorecio con otro gesto de la mano, y me lanzo una mirada que indicaba que yo era algo que la criada se habia olvidado de barrer.
– Psicologos. Los conservadores de secretos. -Una risa tenida de bronce-. ?Cuanto quiere usted,
– No estoy interesado en su dinero.
Una risa aun mas fuerte.
– ?Oh,
– Resulta dificil pensar en Shirlee y Jasper como sanguijuelas -dije-. Aunque supongo que, con el paso del tiempo, ha conseguido usted darle la vuelta a las cosas y verse a si misma como la victima.
Me puse en pie, e inspeccione una de las bromeliaceas. Hojas a rayas grises y verdes. Flores rosas. Toque un petalo. Seda. Me di cuenta de que todas las plantas eran artificiales.
– En realidad -dije-, a los dos les ha ido suficientemente bien. Mucho mejor de lo que usted jamas espero. ?Cuanto se creyo que iban a durar, viviendo alla en ese descampado?
No me contesto.
– Dinero contante y sonante en un sobre para gente que no sabe el valor del dinero. Un terreno baldio, dos chabolas… ?y esperemos que todo vaya bien? Muy generosa. Tambien demostro serlo con el otro regalo que les hizo. Aunque, me imagino que en aquel momento, no pensaba en ello como en un regalo. Sino mas bien como algo de lo que hay que deshacerse…, como la ropa vieja que le entrega a su obra de caridad favorita.
Salto en pie, me amenazo con un puno que temblaba tan violentamente que tuvo que aguantarselo con la otra mano.
– ?Quien infiernos
– Soy un viejo amigo de Sharon Ransom. Tambien conocida como Jewel Rae Johnson, o Sharon Jean Blalock. Elija el nombre que desee.
Se volvio a sentar.
– ?Oh, Dios!
– Un amigo intimo -prosegui-. Lo bastante como para sentir interes, para querer saber el como y el porque.
Ella dejo colgar la cabeza.
– Esto no puede estar sucediendo. No otra vez.
– No lo esta. Yo no soy Kruse. No estoy interesado en aprovecharme de sus problemas, senora Blalock. Lo unico que quiero es la verdad… desde el principio.
Una sacudida de la brillante cabeza.
– No. Yo… es imposible. No tiene derecho a hacer esto.
Me levante, tome el mezclador y servi su vaso.
– Yo empezare -dije-. Y usted me llena los vacios.
– Por favor -me dijo, convertida de repente en nada mas que una palida anciana-. Se acabo. Esta terminado. Es obvio que sabe lo bastante como para comprender lo que he sufrido.
– No tiene usted la exclusiva del sufrimiento. Incluso Kruse sufrio.
– ?No me venga con esas! ?Alguna gente cosecha lo que siembra!
Un espasmo de odio paso por su cara, luego se quedo fijado en la misma, cambiandola, deformandola, como si fuera una paralisis del espiritu.
– ?Y que hay de Lourdes Escobar, senora Blalock? ?Que fue lo que ella cosecho?
– No conozco a nadie de ese nombre.
– No esperaba que la conociese. Era la criada de los Kruse. De veintidos anos de edad. Lo unico que ella hizo fue estar en el lugar equivocado en el momento equivocado…, y acabo con aspecto de carne para perro.
– ?Eso es repugnante! ?Yo no tengo nada que ver con la muerte de nadie!
– Usted echo a rodar la bola, tratando de solucionar su pequeno problema. Ahora, ya esta definitivamente solucionado. Treinta anos demasiado tarde.
– ?Basta! -Jadeaba, apretandose el pecho con las manos.
Mire en otra direccion, palpando una hoja de palmera en seda. Ella respiro teatralmente un rato, vio que no le servia de nada, y paso a una silenciosa hostilidad.
– No tiene usted derecho -me dijo-. No soy fuerte.
– La verdad -le replique.
– ?La verdad! La verdad… y luego, ?que?
– Y luego nada. Me habre ido.
– Oh, si -ironizo-. Oh, si. Naturalmente, igual que el otro, el que lo… amaestro. Se ira con los bolsillos vacios. Ahora cuenteme otro cuento de hadas.
Me acerque mas, la mire hasta que aparto la vista.
– Nadie me amaestro. Ni Kruse ni ningun otro. Y, ya que me lo pide, le voy a contar un cuento de hadas:
«Erase una vez una joven, hermosa y rica…, una autentica princesa. Y, como las princesas de los cuentos de hadas, lo tenia todo excepto aquello que ella mas deseaba».