Otro parpadeo forzado, nervioso. Cuando sus ojos se volvieron a abrir, algo habia muerto tras ellos. Necesito de ambas manos para llevarse el vaso a la boca, y cuando lo dejo estaba vacio. Volvi a llenarselo. Se lo trago de golpe.

– La princesa rezaba y rezaba, pero nada sucedia -dije-. Finalmente, un dia, sus plegarias fueron atendidas. Justo como por obra de magia. Pero las cosas no fueron del modo en que la princesa supuso que irian. No podia controlar su buena fortuna. Y tuvo que hacer arreglos.

– ?Se lo dijo todo, el muy monstruo…! -exclamo ella-. ?Y eso que me prometio…! ?Asi arda en el infierno, el muy…!

Negue con la cabeza.

– Nadie me ha dicho nada. La informacion estaba a disposicion de quien la buscase. El obituario de su esposo, en 1953, no da cuenta de la existencia de ningun nino. Ni lo hace tampoco ninguna de las citas que hay de usted en el Libro Azul… hasta el ano siguiente. Entonces, aparecen dos nuevas personas: Sharon Jean y Sherry Marie.

Las manos volvieron al pecho:

– ?Oh, Dios mio!

– Para un hombre como el debio resultar frustrante no tener herederos.

– ?El? ?Seria todo un hombre, pero su simiente era pura agua! -Tomo un largo trago de su martini-. Naturalmente, me echaba las culpas a mi.

– ?Y por que no adoptaron un nino?

– ?Henry ni queria oir hablar de eso: «?Ha de ser un Blalock con la sangre de los Blalock, muneca! ?Otra cosa no me sirve!».

– Su muerte creo una oportunidad -dije-. Su hermano, Billy, lo vio, y no dejo que se le escapara la ocasion. Cuando aparecio, unos pocos meses despues del funeral, y le explico lo que tenia para usted, penso que al fin habian sido atendidas sus suplicas. El momento era perfecto: que todo el mundo pensase que el viejo Henry lo habia logrado al fin… ?y por partida doble! Que le habia dejado, a titulo postumo no una, sino dos hermosas ninitas.

– ?Eran hermosas! -dijo ella-. ?Tan pequenitas, pero ya muy hermosas! Mis propias ninitas.

– Usted les dio un nuevo nombre.

– Hermosos nombres nuevos -acepto-, para una nueva vida.

– ?De donde le dijo su hermano que las habia sacado?

– No me lo dijo. Solo que a su madre le iban mal las cosas y ya no podia seguir ocupandose de ellas.

Le iban mal, tan mal que no le podian ir peor.

– ?Y no sintio curiosidad?

– En lo mas minimo. Billy me dijo que, cuanto menos supiera yo… cuanto menos supiesemos todos, mejor seria. De ese modo, cuando se hicieran mayores y empezasen a hacer preguntas, yo podria contestar, honestamente, que no sabia nada. Estoy segura de que usted lo desaprueba, doctor. Ustedes los psicologos predican el evangelio de la comunicacion abierta…, el que todo el mundo deje caer su sangre a borbotones sobre los demas. Pero yo no veo que su vil entrometimiento haya hecho que la sociedad sea mejor.

Volvio a vaciar su vaso. Yo estaba dispuesto con el mezclador.

Cuando se hubo terminado casi toda la nueva copa, dije:

– ?Cuando empezaron a ir mal las cosas?

– ?Mal?

– Entre las ninas.

Cerro los ojos, volvio a colocar la cabeza sobre el cojin.

– Al principio, todo era encantador… exactamente como un sueno hecho realidad. Ellas eran cual figuritas de las que sostienen los libros: perfectas. Perfectos ojos azules, cabello negro, mejillas sonrosadas: una pareja de munequitas de porcelana. Hice que mi modista les preparase docenas de piezas de ropita a conjunto: batitas pequenas y gorritos, camisones y botitas… sus piececitos eran tan pequenos, que sus botas no eran mayores que un vasito. Hice una excursion a Europa, para ir de compras, y me traje de vuelta las cosas mas bonitas que encontre para su habitacion: una coleccion completa de verdaderas munequitas de porcelana, papel de pared impreso artesanalmente, un par de exquisitas cunas estilo Luis XIV. Y su habitacion siempre olia dulce, por las flores que yo misma cortaba y los saquitos de hierbas que les habia preparado con mis propias manos.

Bajo los brazos, dejando que se inclinase su vaso. Un riachuelo de liquido cayo por sobre el borde y salpico en el suelo de piedra. Ella no se movio.

Interrumpi su ensonacion.

– ?Cuando empezaron los problemas, senora Blalock?

– No se meta conmigo, joven.

– ?Que edad tenian las ninas cuando resulto aparente el conflicto?

– Pronto… no lo recuerdo exactamente.

La mire, espere…

– ?Oh! -me amenazo con un puno-. ?Fue hace tanto! ?Como espera que me acuerde? Tenian siete u ocho meses de edad… ?no lo se! Apenas acababan de empezar a gatear y a entrometerse en todo… ?que edad tienen los bebes cuando hacen esto?

– Siete u ocho meses parece correcto. Cuenteme…

– ?Y que quiere que le cuente? Eran identicas, pero tan distintas, que el conflicto resultaba inevitable.

– ?En que modo eran distintas?

– Sherry era activa, dominante, fuerte… de cuerpo y de espiritu. Sabia lo que queria, e iba directa a por ello, no aceptaba un no por respuesta.

Mostro una sonrisa: satisfecha, extrana.

– ?Y como era Sharon?

– Una florecilla marchita: efimera, distante. Se sentaba y jugaba con alguna cosa, rato y rato. Nunca pedia nada. Una nunca sabia en que pensaba. Las dos establecieron sus roles, y los interpretaban hasta el fondo: lider y seguidora, como si estuvieran interpretando una obra de teatro para ninos. Si habia un caramelo, o un juguete que ambas querian, Sherry se limitaba a adelantarse, apartar a Sharon de un empujon, y tomarlo. Al principio de todo, Sharon opuso algo de resistencia, pero nunca ganaba, y pronto aprendio que, de un modo u otro, Sherry iba a ganar.

Esa extrana sonrisa de nuevo. Aplaudiendo su triunfo.

La sonrisa que habia visto tantas veces en los rostros de padres ineficaces, que soportaban la carga de unos hijos muy perturbados y agresivos.

?Es tan agresivo, un verdadero tigre! Sonrisa.

Le dio una paliza a la ninita de la casa de al lado, realmente la dejo hecha una pena a la pobrecilla. Sonrisa.

?Mi chico es todo un rompepelotas! Un dia de estos se va a meter en autenticos problemas. Sonrisa.

La sonrisa hipocrita del no-digo-lo-que-realmente-pienso. La legitimacion del maton. El dar permiso al hijo para que derribe, arane, golpee, patee pero, sobre todo, gane.

El tipo de respuesta, en una entrevista con los padres, que garantiza que el terapeuta comenzara a carraspear y anotara en su ficha «afecto inapropiado». Y que le hara saber que el tratamiento no va a ser cosa facil.

– A la pobre Sharon la llevaba por el camino de la amargura -comento la senora Blalock.

– ?Y que es lo que hizo usted al respecto?

– ?Que podia hacer yo? Trate de razonar con ellas: le dije a Sharon que era preciso que se enfrentase a Sherry, que se mostrase mas confiada en si misma. Y le informe a Sherry, en terminos nada equivocos, que ese no era modo de comportarse para una damisela. Pero, en cuanto yo me marchaba, volvian a su comportamiento habitual. Creo que, entre ellas, era como un juego. Que colaboraban a ello.

En eso tenia razon, pero se equivocaba respecto a las jugadoras.

– Ya hace mucho que deje de culparme por ello. Sus naturalezas estaban predeterminadas, programadas

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