Otro parpadeo forzado, nervioso. Cuando sus ojos se volvieron a abrir, algo habia muerto tras ellos. Necesito de ambas manos para llevarse el vaso a la boca, y cuando lo dejo estaba vacio. Volvi a llenarselo. Se lo trago de golpe.
– La princesa rezaba y rezaba, pero nada sucedia -dije-. Finalmente, un dia, sus plegarias fueron atendidas. Justo como por obra de magia. Pero las cosas no fueron del modo en que la princesa supuso que irian. No podia controlar su buena fortuna. Y tuvo que hacer
– ?Se lo dijo todo, el muy monstruo…! -exclamo ella-. ?Y eso que me prometio…! ?Asi arda en el infierno, el muy…!
Negue con la cabeza.
– Nadie me ha dicho nada. La informacion estaba a disposicion de quien la buscase. El obituario de su esposo, en 1953, no da cuenta de la existencia de ningun nino. Ni lo hace tampoco ninguna de las citas que hay de usted en el Libro Azul… hasta el ano siguiente. Entonces, aparecen dos nuevas personas: Sharon Jean y Sherry Marie.
Las manos volvieron al pecho:
– ?Oh, Dios mio!
– Para un hombre como el debio resultar frustrante no tener herederos.
–
– ?Y por que no adoptaron un nino?
– ?Henry ni queria oir hablar de eso: «?Ha de ser un Blalock con la sangre de los Blalock, muneca! ?Otra cosa no me sirve!».
– Su muerte creo una oportunidad -dije-. Su hermano, Billy, lo
– Usted les dio un nuevo nombre.
– Hermosos nombres nuevos -acepto-, para una nueva vida.
– ?De donde le dijo su hermano que las habia sacado?
– No me lo dijo. Solo que a su madre le iban mal las cosas y ya no podia seguir ocupandose de ellas.
Le iban mal, tan mal que no le podian ir peor.
– ?Y no sintio curiosidad?
– En lo mas minimo. Billy me dijo que, cuanto menos supiera yo… cuanto menos supiesemos todos, mejor seria. De ese modo, cuando se hicieran mayores y empezasen a hacer preguntas, yo podria contestar, honestamente, que no sabia nada. Estoy segura de que usted lo desaprueba, doctor. Ustedes los psicologos predican el evangelio de la comunicacion abierta…, el que todo el mundo deje caer su sangre a borbotones sobre los demas. Pero yo no veo que su vil entrometimiento haya hecho que la sociedad sea mejor.
Volvio a vaciar su vaso. Yo estaba dispuesto con el mezclador.
Cuando se hubo terminado casi toda la nueva copa, dije:
– ?Cuando empezaron a ir mal las cosas?
– ?Mal?
– Entre las ninas.
Cerro los ojos, volvio a colocar la cabeza sobre el cojin.
– Al principio, todo era encantador…
Bajo los brazos, dejando que se inclinase su vaso. Un riachuelo de liquido cayo por sobre el borde y salpico en el suelo de piedra. Ella no se movio.
Interrumpi su ensonacion.
– ?Cuando empezaron los problemas, senora Blalock?
– No se meta conmigo, joven.
– ?Que edad tenian las ninas cuando resulto aparente el conflicto?
– Pronto… no lo recuerdo exactamente.
La mire, espere…
– ?Oh! -me amenazo con un puno-. ?Fue hace tanto! ?Como espera que me acuerde? Tenian siete u ocho meses de edad… ?no lo se! Apenas acababan de empezar a gatear y a entrometerse en todo… ?que edad tienen los bebes cuando hacen esto?
– Siete u ocho meses parece correcto. Cuenteme…
– ?Y que quiere que le cuente? Eran identicas, pero tan distintas, que el conflicto resultaba inevitable.
– ?En que modo eran distintas?
– Sherry era activa, dominante, fuerte… de cuerpo y de espiritu. Sabia lo que queria, e iba directa a por ello, no aceptaba un no por respuesta.
Mostro una sonrisa: satisfecha, extrana.
– ?Y como era Sharon?
– Una florecilla marchita: efimera, distante. Se sentaba y jugaba con alguna cosa, rato y rato. Nunca pedia nada. Una nunca sabia en que pensaba. Las dos establecieron sus roles, y los interpretaban hasta el fondo: lider y seguidora, como si estuvieran interpretando una obra de teatro para ninos. Si habia un caramelo, o un juguete que ambas querian, Sherry se limitaba a adelantarse, apartar a Sharon de un empujon, y tomarlo. Al principio de todo, Sharon opuso algo de resistencia, pero nunca ganaba, y pronto aprendio que, de un modo u otro, Sherry iba a ganar.
Esa extrana sonrisa de nuevo. Aplaudiendo su triunfo.
La sonrisa que habia visto tantas veces en los rostros de padres ineficaces, que soportaban la carga de unos hijos muy perturbados y agresivos.
?Es
La sonrisa hipocrita del no-digo-lo-que-realmente-pienso. La legitimacion del maton. El dar permiso al hijo para que derribe, arane, golpee, patee pero, sobre todo,
El tipo de respuesta, en una entrevista con los padres, que garantiza que el terapeuta comenzara a carraspear y anotara en su ficha «afecto inapropiado». Y que le hara saber que el tratamiento no va a ser cosa facil.
– A la pobre Sharon la llevaba por el camino de la amargura -comento la senora Blalock.
– ?Y que es lo que hizo usted al respecto?
En eso tenia razon, pero se equivocaba respecto a las jugadoras.
– Ya hace mucho que deje de culparme por ello. Sus naturalezas estaban predeterminadas, programadas