tan fina como un papel de fumar, adornaba sus labios.

Vestia un largo vestido blanco que se abotonaba por delante. Su cabello estaba peinado hacia los lados, con raya en el centro. Sin maquillaje, ni joyas. Con sus ojos con tintes purpura a la luz del domo.

Se agito nerviosa, bajo mi mirada. Dedos largos. Brazos tan suaves como la mantequilla. Los pechos empujando el tejido de su vestido. Era seda. Caro, pero aun asi parecia el uniforme de una enfermera.

– Hola, Alex.

La mesa giratoria de Shirlee Ransom contenia panuelos de papel, una bolsa de agua caliente, un aspirador de mucosidades, una jarra de agua y un vaso vacio. Tome el vaso, lo hice rodar entre mis palmas y lo volvi a dejar.

– Ven -me dijo.

Me sente junto a ella y dije:

– Alzada de entre los muertos, como Lazaro.

– Nunca descendi entre ellos -me corrigio.

– Pues alguien si que lo ha hecho.

Asintio con la cabeza.

– ?La del traje rojo? -pregunte-. ?De los daiquiris de fresa?

– Ella.

– ?Era ella la que dormia con tus pacientes?

Se movio, de modo que nuestros costados se tocaron.

– Ella. Queria hacerme dano, y no le importaba si para ello tenia que hacer dano a otros. No supe nada de todo esto, hasta que comenzaron a lloverme las cancelaciones de las consultas. Todo habia ido tan bien… la mayor parte de mis casos eran de periodo corto de tratamiento, pero todo el mundo me apreciaba. Les llame. La mayoria de ellos se negaron a hablarme. Un par de esposas si lo hicieron, llenas de ira, amenazadoras. Era como un mal sueno. Luego, Sherry me conto lo que habia hecho. Entre carcajadas. Habia pasado unos dias conmigo y me habia cogido la llave de la oficina y se habia hecho una copia. La habia usado para husmear en mis archivos, escoger a los que le habian parecido mas monos, ofrecerles visitas de seguimiento gratuitas… y tirarselos, para luego largarlos. Asi es como me lo explico ella. Cuando estuve lo bastante calmada, le pregunte el porque. Y me contesto que una mierda me iba a dejar jugar a la doctora y comerle el coco a ella.

Coloco su mano sobre mi pierna. Tenia la palma humeda.

– Sabia que me tenia mania, Alex, pero jamas me imagine que llegase tan lejos. Cuando nos reunimos por primera vez, actuo como si me amase.

– ?Cuando fue eso?

– En mi segundo ano en la escuela para graduados. En otono.

Sorprendido, le pregunte:

– ?No fue en verano?

– No, en otono. En octubre.

– ?Y cual fue el asunto familiar que te impidio venirte conmigo a San Francisco?

– Terapia.

– ?Darla o recibirla?

– Mi propia terapia.

– Que te daba Kruse.

Asentimiento con la cabeza.

– Era un momento crucial. No podia dejarlo. Estabamos tratando asuntos… Realmente era un asunto familiar.

– ?Y donde estabas viviendo?

– En su casa.

Yo habia ido alli, buscandola, contemplando la cara de Kruse dividirse en dos…

Que tenga un buen dia…

– Fue realmente intenso -me aseguro ella-. El queria controlar todas las variables.

– ?Y no tuviste problemas para dormir alli?

– Yo… No, el me ayudo. Me relajo.

– Hipnosis.

– Si. Me estaba preparando… para que me viese con ella. Pensaba que seria un proceso curativo. Para ambas. Pero habia infravalorado el mucho odio que aun quedaba.

Siguio en calma, pero la presion de su mano aumento.

– Ella estaba actuando, Alex. Para ella era facil… habia estudiado teatro.

Algunos acaban en la pantalla o los escenarios…

– Una interesante eleccion de carrera -comente.

– No era una carrera, solo un antojo. Como todo lo demas en ella. Primero lo uso para acercarse a mi, luego para fijar sus miras en lo que yo mas queria, tu; luego, anos mas tarde, en mi trabajo. Sabia lo mucho que mi trabajo representaba para mi.

– ?Y por que no te sacaste la licencia?

Se tironeo el lobulo de la oreja.

– Demasiadas… distracciones. No estaba preparada.

– ?Eso fue una opinion de Paul?

– Y mia.

Se apreto contra mi. Su tacto me parecia opresivo.

– Eres el unico hombre al que he amado, Alex.

– ?Y que hay de Jasper? ?Y Paul?

La mencion del nombre de Kruse la hizo estremecerse.

– Hablo de un amor romantico. De un amor fisico. Tu eres el unico que ha penetrado en mi.

No dije nada.

– Es cierto, Alex. Se que tenias tus sospechas, pero Paul y yo nunca hicimos nada asi. Yo era su paciente… y el dormir con un paciente es algo asi como un incesto. Incluso despues de que la terapia ha acabado.

Algo en su voz me hizo echarme atras.

– Vale. Pero no olvidemos a Mickey Starbuck.

– ?A quien?

– A tu coprotagonista. En Examen Medico.

– ?Era ese su nombre, Mickey? Lo unico que se es que era un profesional al que Paul habia tratado para quitarle la adiccion a la cocaina. Alla en Florida. Y yo no he estado nunca en Florida.

– ?Ella?

Asintio la cabeza.

– ?Y quien le propuso el papel?

– Se que todo eso no tiene muy buen aspecto, pero lo cierto es que Paul penso que podria ser curativo.

– Terapia radical. El trabajar el problema.

– Tendrias que haberlo visto en su contexto, Alex. Habia trabajado con ella durante anos sin tener demasiado exito. Tenia que intentar algo.

Mire a otra parte, contemple lo que me rodeaba. El punto grueso de la alfombra azul. Los mensajes familiares de los carteles. No habia un jodido lugar como el hogar.

Un hogar en forma de nave espacial. Era como si unos extraterrestres hubiesen bajado a la Tierra a la caza de especimenes para un zoo interplanetario, y hubiesen preparado un habitat «medio americano», con todos sus lugares comunes.

Cuando volvi a mirarla, estaba sonriendo. Con una sonrisa luminosa. Demasiado luminosa. Como el hielo antes de cuartearse.

– Comprendo lo extrano que todo esto debe de sonarte, Alex. Es dificil resumir tantos anos en solo unos pocos minutos.

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