Lenta, suavemente, me fui soltando, aun dandole palmaditas. Y diciendole:
– Sigue. Sacatelo de dentro… -el viejo metodo del terapeuta: el dar animos.
– Entonces su risa se hizo demente… extrana, histerica -prosiguio-. Y, de repente, dejo de reir en seco, me miro, se miro a si misma con toda aquella sangre, y empezo a arrancarse la ropa a tirones. Estaba aterrizando violentamente. Dandose cuenta de lo que habia hecho: al destruir a Paul, se habia destruido a si misma. El lo era todo para ella, lo mas cercano a un padre que jamas habia tenido. Lo necesitaba, dependia de el, y ahora habia desaparecido y con el su fortaleza, y la culpa la tenia ella. Se desmorono, justo ante mi vista. Se hizo pedazos. Sollozando… y ahora no era teatro, sino verdaderas lagrimas… Estaba berreando como un bebe indefenso. Suplicandome que lo volviese a traer, diciendo que yo era lista, que yo era una doctora, que yo lo podia hacer.
»Yo podria haberla calmado; del modo en que lo habia hecho tantas otras veces. Pero, en lugar de hacerlo, le dije que Paul nunca iba a volver, y que era por culpa de ella. Que iba a tener que pagarlo, que nadie iba a poder protegerla esta vez, ni siquiera el tio Billy. Me miro con una expresion que nunca antes habia visto en ella: estaba muerta de miedo. Como una condenada a muerte. Y empezo de nuevo, suplicandome que volviese a traer a Paul. Yo le repeti que estaba muerto. Le dije esa palabra una y otra vez: muerto, muerto, muerto. Trato de aproximarse a mi buscando consuelo, y yo la aparte de un empujon y la abofetee con fuerza: una vez, dos veces. Se aparto de mi, tropezo, se cayo, rebusco en su bolso y saco su petaca de los daiquiris. Bebio, tragando y llorando, dejando que el contenido gotease por su barbilla. Entonces saco sus pastillas. Las tomo a punados, tragandoselas a montones. Deteniendose cada pocos segundos para mirarme… como esperando que se lo impidiese, del modo en que lo habia hecho tantas veces antes. Pero no lo hice. Se tambaleo camino de mi dormitorio, aun llevando su bolso… totalmente desnuda, pero sin soltar el bolso. Se la veia tan… patetica.
»La segui hacia dentro. Saco algo mas de su bolso. Una pistola. Una pequena pistola dorada que nunca antes le habia visto.
»Y entonces su rostro tomo la mas rara de las expresiones. Me dijo: 'Lo siento, companera', se puso la pistola en la sien y apreto el gatillo.
Silencio.
– Me quede alli sentada, mirandola, un buen rato. Mirandola sangrar, viendo como se le escapaba el alma. Preguntandome a donde se dirigiria. Luego llame a tio Billy, y el se ocupo de todo.
Me dolia el pecho. Me di cuenta de que habia estado aguantando la respiracion y exhale.
Ella siguio alli echada, tranquilizandose gradualmente, poniendo expresion sonadora.
– Y eso es todo lo que hay, carino. Es un final. Y un principio. Para nosotros.
Se sento, se arreglo el cabello, se solto el boton de arriba de su vestido y se inclino hacia delante.
– Ahora estoy limpia. Libre. Dispuesta para ti, Alex. Dispuesta a dartelo todo, a entregarme en un modo en que nunca me he entregado a nadie. ?He esperado tanto a que llegase este momento, Alex! Nunca pense que realmente fuera a llegar por fin.
Tendio los brazos hacia mi.
Ahora era mi turno de levantarme y pasear.
– Uff -dije-. Es mucho sobre lo que reflexionar.
– Se como es eso, carino, pero tenemos tiempo. Todo el tiempo del mundo. Finalmente estoy libre.
– Libre -le dije-. Y rica. Nunca pense en mi como en un hombre mantenido.
– Oh, pero no lo serias. En realidad, no soy ninguna heredera: el testamento del senor Belding dice que la totalidad del dinero se queda en la empresa.
– A pesar de todo -le dije-, con el tio Billy administrandolo todo… y sintiendo lo que siente por ti, seguro que tu vida sera bastante lujosa.
– No tiene que serlo. No necesito eso. El dinero nunca fue importante para mi… no por si mismo, ni por las cosas que pueden comprarse con el. A
– ?Y cumplio con su amenaza?
– No, tio Billy logro calmarla.
– ?Como?
– No tengo ni idea. Pero no hablemos mas de ella. Ni del dinero. De nada negativo. Estoy aqui, contigo. En este lugar maravilloso en el que nadie puede hallarnos, o ensuciarnos. Tu, yo y Shirlee. Seremos una familia, estaremos siempre juntos.
Vino hacia mi, con los labios abiertos para un beso.
La retuve con los brazos extendidos.
– No es tan simple, Sharon.
Sus ojos se agrandaron.
– No… no lo entiendo.
– Hay problemas. Cosas que no tienen sentido.
– Alex -lagrimas-. Por favor, no juegues conmigo, no despues de lo que he tenido que soportar.
Trato de apretarse contra mi. La retuve.
– ?Oh, Alex, por favor no me hagas esto! ?Quiero tocarte, quiero que me estreches entre tus brazos!
– El que Sherry matase a Kruse… -le dije-. No debio ser por la fiesta, aunque esta pudo ser la gota que colma el vaso; pero debia de haberlo estado planeando, pagandole a D. J. Rasmussen desde al menos dos semanas antes del asesinato. Miles de dolares. Poniendolo a punto para el gran trabajo.
Jadeo, hizo marcha atras en sus movimientos, tratando de liberarse de mis manos. Segui aferrandola.
– ?No! -dijo-. ?No, no lo creo! ?Por muy mala que ella fuese, eso no es cierto!
– Es cierto ya lo creo. Y tu lo sabes mejor que nadie.
– ?Que es lo que quieres decir? -Y, de repente su rostro, aquel rostro perfecto, fue realmente feo.
Feo por la ira.
– Lo que quiero decir es que tu lo montaste todo. Plantaste las semillas. Le mandaste a ella una disertacion que habias hecho hacia seis anos, y le confirmaste sus peores ansiedades.
Sus ojos se desorbitaron.
– ?Vete al infierno!
Se debatio, tratando de liberarse.
– Sabes que es cierto, Sharon.
– ?Claro que no es cierto! Ella no leia nada. Era estupida… ?a la muy estupida no le
– Ese es un libro con el que hubiera peleado, hasta leerlo entero. Porque tu la habias estado preparando para esa lectura…, usando las mismas tecnicas que Kruse empleaba contigo. Manipulaciones verbales, sugestiones hipnoticas. Cosas que le sugerias mientras estaba hipnotizada y que luego le ordenabas olvidar… cosas acerca de Kruse y de ti, y de como el te queria mas que a ella. Sherry era un caso limite desde el principio, pero tu la empujaste mas alla del limite. Y lo triste es que tu ya lo habias pasado, antes que ella.
Dio un resoplido, convirtio sus manos en garras y trato de clavarme las unas en las manos. Luchamos, jadeando. Logre atraparle ambas manos con una de las mias y use la otra para aferraria.
– ?Sueltame, bastardo! ?Uy, me estas haciendo dano! ?Joder, sueltame!
– ?Cuanto tiempo tardaste, Sharon? ?Cuanto te costo derrumbar sus defensas, ponerla en contra de Paul?
– ?No lo hice! ?Estas loco! ?Para que iba a hacerlo?
– Para solucionar la situacion. Para liberarte. Para librarte de alguien de quien, finalmente, te diste cuenta de que te habia estado manipulando, en lugar de ayudarte. ?Qu