La habian sacado al mercado sin esperar ni a que se enfriase el cadaver.
Aunque se tratase de una investigacion rutinaria de caso de suicidio, aquello tenia que ser la legalizacion de un testamento mas rapida de toda la historia de California.
A menos que la casa no le hubiese pertenecido. Pero ella me habia dicho que si era suya.
Me habia dicho muchas cosas.
Memorice el numero de Mickey Mehrabian. Y, cuando estuve de vuelta en el Seville, lo anote.
8
A la manana siguiente, llame a la oficina inmobiliaria. Mickey Mehrabian resulto ser una mujer con una voz a lo Lauren Bacall, con algo de acento extranjero. Concerte con ella una cita, para ver la casa a las once, y pase la siguiente hora pensando en la primera vez que la habia visto.
Sorpresa, sorpresa. Ella estaba llena de sorpresas.
Yo esperaba que estuviera rodeada de pretendientes; pero siempre estaba disponible cuando la llamaba para salir, incluso casi sin previo aviso. Y jamas se quejaba cuando la crisis de un paciente me obligaba a romper una cita. Nunca me empujo ni me presiono para lograr de mi un compromiso de ningun tipo…, era el ser humano menos exigente que jamas hubiera conocido.
Haciamos el amor en casi cada ocasion en que nos veiamos, a pesar de que nunca pasabamos la noche juntos.
Al principio me rogo que no fuesemos a mi casa, deseaba hacerlo en el asiento de atras del coche. Cuando llevabamos ya varios meses saliendo, modero su intransigencia, pero incluso cuando compartia mi cama, la trataba como si fuera el asiento trasero del coche… no acabando nunca de desnudarse del todo, jamas quedandose dormida. En una ocasion, tras despertarme varias veces de mi propia somnolencia postcoital y hallarla sentada al borde de la cama, totalmente vestida y tirandose de la oreja, le pregunte que era lo que la preocupaba.
– Nada. Simplemente, es que soy muy inquieta…, siempre lo he sido. Tengo problemas para dormir en otro sitio que no sea mi propia cama. ?Te molesta?
– No, naturalmente que no. ?Hay algo que yo pueda hacer?
– Llevame a casa. Cuando te venga bien.
Me adapte a sus necesidades: follar y escapar. Eso le quito algunos flecos a mi placer, pero quedaba aun el suficiente como para que siguiese volviendo a por mas.
No era que no respondiese a los estimulos: se mojaba con facilidad, siempre estaba dispuesta. Parecia disfrutar con el acto; pero el climax no formaba parte de su repertorio. Cuando yo habia acabado, ella tambien… habiendome dado algo de ella misma, pero no la totalidad.
Yo sabia perfectamente bien que esto no era lo correcto, pero su dulzura y belleza…, la emocion de poseer a la hermosa que, de eso estaba seguro, todo el mundo deseaba…, eso me mantenia. Seguro, era una fantasia de adolescente, pero una parte de mi no estaba tan lejos de la adolescencia.
Su brazo rodeando mi cintura ya era suficiente para ponermela dura. El pensar en ella daba paso a ensonaciones diurnas que llenaban mis sentidos. Deje de lado mis dudas.
Pero, al cabo, la situacion empezo a carcomerme demasiado: yo deseaba dar tanto como estaba recibiendo, porque realmente sentia algo por ella.
Y, naturalmente, por encima de todo eso mi ego masculino estaba pidiendo a gritos ser reconfirmado. ?Acaso iba demasiado rapido? Trabaje en aumentar mi resistencia. Ella me cabalgaba, incansable, como si estuviesemos llevando a cabo algun tipo de competicion atletica. Trate de ser dulce, pero eso no me condujo a parte alguna; asi que cambie e hice el papel de cavernicola. Experimente con las posiciones, la toque como si fuese una guitarra, la trabaje arriba y abajo hasta que estuve empapado en sudor y me dolio todo el cuerpo, la cubri con ciega devocion.
Nada de ello tuvo efecto.
Recorde las inhibiciones sexuales que habia mostrado en la clase practica. El caso que la habia tenido desconcertada: la ruptura de comunicaciones.
El ataque contra sus defensas la habia llevado hasta las lagrimas. Luche por hallar un modo en que comunicarme sin hacerla pedazos. Compuse y descarte mentalmente diversas peroratas antes de lograr, finalmente, un monologo que me parecia minimamente danino.
Elegi soltarselo mientras yaciamos derrengados en la parte trasera del Rambler, aun conectados, con mi cabeza en su pecho cubierto por el sueter, sus manos acariciandome el cabello. Ella no dejo de acariciarme mientras me escuchaba, luego me beso y me dijo:
– No te preocupes por mi, Alex. Estoy bien.
– Quiero que tu tambien lo disfrutes.
– Oh, lo hago, Alex. ?Me encanta!
Comenzo a mover sus caderas, haciendomela poner tiesa, luego enlazandome con sus brazos, mientras yo seguia creciendo dentro de ella. Forzo mi cabeza hacia abajo, tapo mi boca con la suya, apretando la presion de su pelvis y sus brazos, haciendose cargo de la situacion, aprisionandome. Arqueandose y tragando, girando y soltando, aumentando el ritmo, hasta que me exprimio el placer en largas y convulsas oleadas. Grite, gloriosamente inerme, notando como mi espina dorsal se hacia pedazos, como se me descoyuntaban las articulaciones. Cuando me quede quieto, de nuevo empezo a acariciarme el cabello.
Aun seguia erecto y empece a moverme de nuevo. Ella se escapo de debajo, se aliso la falda, saco un estuche de maquillaje y empezo a arreglarse la cara.
– Sharon…
Coloco un dedo sobre mis labios.
– Eres tan bueno conmigo -me dijo-. ?Maravilloso!
Cerre los ojos, me deje flotar por unos instantes. Cuando los volvi a abrir, ella estaba mirando a la lejania, como si yo no estuviese alli.
Desde esa noche, yo abandone la idea de un amor perfecto y me dedique, avaramente, a recibir sin dar. Ella recompenso mi aceptacion con devocion y sometimiento, a pesar de que era yo el que estaba siendo moldeado.
El terapeuta que habia en mi sabia que yo estaba equivocado. Pero emplee la racionalizacion de ese terapeuta para acallar mis dudas.
No servia de nada empujarla, ella cambiaria cuando estuviese preparada para el cambio.
Llego el verano y se acabo mi empleo. Sharon habia completado su primer ano con las mejores notas en todos los examenes. Yo habia pasado mi examen de licenciatura y tenia una oferta de trabajo en la Western Pediatric, para cuando llegase el otono. Era hora de celebraciones, pero no iba a tener sueldo alguno hasta el otono. El tono empleado en las cartas de mis acreedores se habia tornado amenazador. De modo que, cuando me llego la oportunidad de ganar algo de dinero, me agarre a ella como a un clavo ardiendo: una actuacion de ocho semanas en una banda de baile, alla en San Francisco, tocando en tres actuaciones por noche, seis noches por semana en el Mark Hopkins. Cuatro de los grandes, mas comida y alojamiento en un Motel de la Lombard Street.
Le pedi que se viniera al norte conmigo, le describi visiones de desayunos en Sausalito, buenas funciones de teatro, el Palacio de las Bellas Artes, una excursion a pie al Monte Tamalpais.
– Me encantaria -me contesto ella-, pero tengo cosas de las que ocuparme.
– ?Que tipo de cosas?
– Asuntos familiares.