Unas estanterias de libros seguian repletas de volumenes de psicologia. Los mismos.
Una habitacion indiferente y apatica, pero cuya falta de atractivos proyectaba el ojo hacia el este, hacia una pared de cristal tan transparente que parecia invisible. Paneles de cristalera, segmentados por una puerta corredera, tambien de cristal.
Al otro lado habia una estrecha terraza, de suelo de terrazo, bordeada por una barandilla de hierro blanco; mas alla de la barandilla algo que llenaba la vista… y la mente, un paisaje de canones, picos, cielos azules, follaje estival.
– ?No es una maravilla? -me dijo Mickey Mehrabian, extendiendo un brazo, como si el panorama fuese un cuadro que ella hubiera pintado.
– Realmente lo es.
Salimos a la terraza. Me senti mareado, recorde una velada de baile, de guitarras brasilenas.
A finales de septiembre regrese a L.A., antes que ella volviese, con cuatro mil dolares mas en mi haber, e infernalmente solitario. Se habia marchado sin dejarme direccion ni telefono, ni nos habiamos cruzado una simple postal. Deberia haber estado irritado, pero ella era en lo unico que podia pensar mientras conducia costa abajo.
Fui directamente a Curtis Hall. La encargada de su piso me dijo que se habia dado de baja en el dormitorio, y no iba a regresar alli aquel semestre. No habia dejado direccion alguna ni numero de telefono.
Me marche, irritado y misero, seguro de haber tenido razon: su familia la habia seducido para que volviese a la Buena Vida, rodeada por chicos ricos, nuevos juguetes. Nunca regresaria.
Mi apartamento me parecia mas sordido que nunca. Lo evite, pasando tanto tiempo como me era posible en el Hospital, en donde los retos de mi nuevo trabajo servian para distraerme. Tome todo un grupo de casos de la lista de espera, y me presente voluntario para el turno nocturno en la Sala de Emergencias. Al tercer dia, ella aparecio en mi oficina, con aspecto muy feliz, casi enfebrecida por la dicha.
Cerro la puerta, besos profundos y abrazos. Dijo alguna cosa acerca de haberme echado en falta, dejo que mis manos recorriesen sus curvas. Luego se aparto, ruborizada y riendo.
– ?Esta libre para la comida, doctor?
Me llevo al aparcamiento del Hospital, hasta un brillante descapotable: un Alfa Romeo Spider nuevo de trinca.
– ?Te gusta?
– Claro, es estupendo.
Me tiro las llaves.
– Tu conduces.
Comimos en un restaurante italiano en Los Feliz escuchando operas y tomando
– Tengo algo que ensenarte, Alex -y me dirigio hacia el oeste, hacia Nichols Canyon.
Mientras subia por el sendero hacia la casa gris de techo de piedrecitas, me dijo:
– ?Que le parece, doctor?
– ?Quien vive aqui?
– Su segura servidora.
– ?La has alquilado?
– ?No! ?Es
Me sorprendio hallar la casa amueblada, y aun mas con la anticuada decoracion, estilo anos cincuenta, del lugar. Viviamos en unos tiempos en que lo organico era rey: tonos terrosos, velas de iluminacion hechas a mano, y batiks. Asi que todo ese aluminio y plastico, los colores planos y frios, parecian superados, casi como de chiste.
Pero ella fue flotando por el interior, envuelta en su orgullo de propietaria, tocando y poniendo bien cosas, abriendo unas cortinas para dejar al descubierto una pared de cristal. La vista me hizo olvidar el aluminio.
Desde luego, aquello no era, ni por asomos, el chamizo de un estudiante. Pense: es una mantenida…, alguien le ha puesto la casa. Alguien lo bastante mayor como para haber comprado muebles de los cincuenta.
– Entonces… ?que piensa usted, doctor?
– Realmente impresionante. ?Como te lo has montado?
Ella estaba en la cocina, sirviendo 7-Up en dos vasos. Hizo un mohin.
– La verdad es que no te gusta.
– No, no. ?Es fantastica!
– Tu tono de voz me dice otra cosa, Alex.
– Solo me estaba preguntando como te las apanas para tener todo esto. Financieramente hablando.
Hizo un gesto teatral y me contesto con una voz a lo Mata Hari:
– ?Aja!
– ?Oh, Alex, no seas aguafiestas! No me he
Eso me estremecio, y le dije:
– No estaba implicando que lo hubieses hecho.
Su sonrisa era malevola.
– Pero si cruzo por tu mente, mi dulce Principe.
– ?Jamas! -Mire a las montanas. El cielo era color agua de mar clara, sobre un horizonte de marron rosado. Seguia la coordinacion de colores de los cincuenta-. Nada ha cruzado por mi mente. Simplemente, es que no estaba preparado para esto. No te veo, ni se nada de ti durante todo el verano y, ahora… esto.
Me dio el refresco, puso su cabeza en mi hombro.
– Es hermoso -le dije-. No tanto como tu, pero hermoso. Disfrutalo.
– Gracias, Alex. Eres tan maravilloso…
Nos quedamos alla un rato, dando sorbitos. Luego abrio la puerta corrediza y salimos a la terraza. Un espacio estrecho y blanco, que colgaba sobre una caida en vertical. Era como subirse a una nube. El olor yesoso de los matorrales secos subia de los canones. A la distancia se veia el letrero de HOLLYWOOD, medio caido, astillado, el cartel de unos suenos hechos anicos.
– Tambien hay una piscina -me dijo-. Al otro lado.
– ?Quieres que nos banemos en pelotas?
Sonrio y se reclino en la barandilla. Le toque el cabello, meti la mano bajo su sueter y le hice un masaje en la espina dorsal.
Ella lanzo un sonido de satisfaccion, se recosto contra mi tendio el brazo hacia atras y me acaricio la barbilla.
– Creo que
– Tengo tiempo -le dije.
– ?Lo tienes? -me dijo, repentinamente excitada. Se volvio hacia mi, tomandome el rostro con sus manos-. ?No tienes que regresar de inmediato al hospital?
– No hay nada mas que reuniones hasta las seis. Debo estar en la Sala de Emergencias a las ocho.
– ?Maravilloso! Podemos quedarnos sentados un rato aqui, y contemplar el atardecer. Luego te llevare de regreso.
– Me ibas a explicar… -le recorde.
Pero ya habia entrado en la casa y conectado el estereo. Me llego una lenta musica brasilena: de suaves guitarras y una discreta percusion.
– Llevame tu -dijo, de vuelta en la terraza. Serpenteando sus brazos en derredor de mi-. En el baile, se supone que es el hombre el que tiene que llevar.
Nos acunamos juntos, vientre contra vientre, lengua contra lengua. Cuando la musica termino, me tomo de la mano y me llevo, por un corto pasillo hasta su alcoba. Mas muebles tenidos, con sobres de cristal, una lampara de pie, una cama baja y ancha con una cabecera cuadrada y tenida. Por encima, dos estrechas y altas ventanas.
Se quito los zapatos. Mientras yo me quitaba los mios, me fije en algo que habia en las paredes: burdos