con vino.

Me meti la llave de encendido en el bolsillo, le quite la tapa del distribuidor y regrese a donde estaba sentado.

– ?Es usted D. J.?

Mirada vidriosa. De cerca hedia a fermento y vomito.

– ?Que estaba haciendo alla arriba?

No hubo respuesta.

– ?Fue a presentar sus ultimos respetos? ?A la doctora Ransom?

El vidriado se disipaba rapidamente. Estaba en el buen camino.

– Yo tambien -le dije.

– Te jooodan -seguido de un eructo putrido, que me hizo echarme atras. Murmuro, trato de mover una mano pero no pudo. Cerro los ojos, y parecio dolerle algo.

– Yo era amigo de ella -le dije.

Eructo y gorgoteo. Parecia a punto de vomitar. Di otro par de pasos atras, y aguarde.

Una arcada en seco, que no dio paso a nada. Se abrieron sus ojos, que no miraron a nada.

– Yo era amigo de ella -repeti-. ?Y usted?

Gimio. Otra arcada en seco.

– ?D.J.?

– ?Oh, tio… me estas…! -se perdio su voz.

– ?Que?

– Comiendo… el jodido… coco…

– No quiero hacer eso -le dije-. Solo pretendo comprender por que ha muerto ella.

Mas gemidos.

Se paso la lengua por los labios, trato de escupir y acabo babeando.

– Si ella era para usted algo mas que una amiga, puede resultarle duro -le dije-. El perder una terapeuta puede ser como perder a una madre.

– Te jodan.

– ?Era ella su doctora, D. J.?

– ?Te jodan! -Tras varios esfuerzos consiguio ponerse en pie, venir hacia mi, caer sobre mi…

Tan desmadejado como un monton de harapos, sus brazos fuertes pero pesados por el alcohol, sin poder hacer nada con ellos. Lo detuve con facilidad, con una sola mano en su pecho. Luego lo tome de un brazo y lo volvi a sentar.

Le mostre la tapa y las llaves.

– ?Hey, tio…! ?Que…?

– No esta en condiciones de conducir. Voy a quedarme con esto, hasta que me demuestre que ya puede volver a hacerlo.

– Te jodan -con menos conviccion.

– Hable conmigo, D. J. Luego lo dejare en paz.

– ?De… que?

– De si era paciente de la doctora Ransom.

Una exagerada negativa con la cabeza:

– No, no… no estoy… loco.

– ?Y cual era su relacion con ella?

– Puta espalda.

– ?Tiene dolores de espalda?

– Me hice dano… en el jodido trabajo. -Recordandolo, se mordio el labio.

– ?Y la doctora Ransom le estaba ayudando a superar el dolor?

Asentimiento con la cabeza.

– Y… despues… -hizo un debil intento por quitarme las llaves-. ?Dame esa mierda!

– Despues, ?que…?

– ?Dame mi mierda, tio!

– Despues que ella le ayudo con lo de su dolor, ?que paso?

– ?Te jodan! -aullo. Los nervios de su cuello se hincharon; lanzo punetazos alocadamente, fallo, trato de levantarse, pero no pudo alzar el culo del suelo.

Tras el tratamiento… Yo habia pulsado un boton. Y eso me hizo ponerme a pensar.

– ?Joder, despues nada! ?Joder, nada! -Aleteo con los brazos, maldijo, trato de levantarse y no pudo.

– ?Quien le mando a ver a la doctora Ransom, D. J.? Silencio.

Repeti la pregunta.

– Te-jo-dan.

– Puede haber otros pacientes que se sientan tan mal como usted, D.J.

Mostro una sonrisa enfermiza, luego un debil negar con la cabeza.

– No… no.

– Si podemos saber quien se los mandaba a ella, podemos tratar de encontrarlos. Ayudarlos.

– No hay… jodida manera.

– Alguien deberia ponerse en contacto con ellos, D. J.

– Yo… ?Eres un… jodido Robin Hood?

– Soy un amigo. ?Quien le mando a verla, D. J.?

– Doctora.

– ?Que doctora?

– Carmen.

– ?La doctora Carmen? Lanzo una risita.

– Carmen… Doctora.

– ?Carmen Doctora?

Asentimiento de cabeza.

– ?Quien es Carmen?

– Te jodan.

– ?Cual es el apellido de esa Carmen Doctora?

Unos pocos rodeos mas, antes de que me dijese:

– Judia de Bev… Hills… Wein…

No sabia si me estaba dando un apellido o pidiendome vino en aleman.

– ?Vino?

– Doctora Wein-joder.

– ?Wein-algo? ?Weinstein? ?Weinberg?

– Garden… un jardin, crece, crece, crece…

– ?Weingarden? ?La doctora Weingarden?

– Judia… bocazas…

Se derrumbo y desplomo sobre un costado, quedandose echado.

Le di unos golpecitos. Estaba fuera de este mundo. Tras copiar el numero del apartado de correos de la puerta de la camioneta, rebusque entre las botellas de la cabina, halle una que estaba medio llena y la vacie. Luego vacie el aire de dos neumaticos, tome una de las mantas de la plataforma de la camioneta, oculte las llaves bajo las otras dos, guarde la tapa del distribuidor en el compartimento inferior de su caja de herramientas y me dije que, si podia superar todo aquello, es que ya estaria lo bastante sobrio como para poder conducir. Luego, lo tape con la otra manta y lo deje dormir la mona.

Me marche en mi coche, diciendome que usaria el apartado de correos para ponerme en contacto con el, dentro de unos dias. Le animaria a que se buscase un nuevo terapeuta.

Dios sabia que necesitaba de esa ayuda. A traves de la neblina del alcohol se adivinaba un potencial para la violencia… uno de esos toritos jovenes, muy liados, metidos en una olla a presion, que dejaban que las cosas se fueran poniendo mas y mas dificiles, hasta que resultaban insoportables; luego, un dia, sin previo aviso, estallaban con punos, nudilleras, navajas, cadenas y armas de fuego.

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