cielos y oscuras montanas de granito, que se cernian al fondo. Montanas perfectas, de postal, lo bastante perfectas como para que pareciesen un decorado de fotografo.

Las gemelas tenian un aspecto solemne, de pose. Demasiado solemne para su edad. Las habian disfrazado con vestidos identicos de vaquera: zahones, chalecos con flecos de cuero, camisas con lentejuelas… y sostenian unos cucuruchos de helado igualitos. Copias en papel carbon la una de la otra, exceptuando un pequeno detalle: una nina agarraba el helado con la mano derecha, la otra con la izquierda.

Gemelas de espejo.

Sus facciones eran serias, supermaduras.

Las facciones de Sharon, al cuadrado.

Yo era su unica hijita.

Sorpresa, sorpresa.

La mire, le toque el hombro desnudo, esperando el habitual calor. Pero su tacto era frio y seco, extranamente inorganico.

Me incline hacia ella y la bese en la nuca. Dio un salto, gritando como si la hubiesen golpeado. Lanzando punetazos cayo hacia atras en la cama, con las piernas muy abiertas, en una inerme caricatura de la bienvenida sexual, jadeando, mirandome.

– Sharon…

Me miraba como si yo fuera un monstruo. Su boca se abrio en un alarido silencioso.

La foto cayo al suelo. Al recogerla, vi algo escrito atras. Una sola frase, con letra segura.

S y S. Companeras silenciosas.

Di la vuelta a la foto y volvi a mirar a las gemelas.

– ?No! -aullo, mientras daba un salto y cargaba contra mi-. ?No, no, no! ?Dame, dame! ?Mia, mia, mia!

Lanzo zarpazos para hacerse con la foto. Su furia era absoluta, la transformacion infernal. Estremecido, tire la foto sobre la cama.

La agarro de un tiron, la apreto contra su pecho, se puso a cuatro patas y gateo hacia atras, hasta que estuvo tocando el cabezal. Su mano libre daba manotazos al aire entre nosotros, creando una tierra de nadie. Su cabello estaba enmaranado, enloquecido como el de una Medusa. Se puso de rodillas, se estremecio y tambaleo, con sus grandes senos yendo de un lado a otro.

– Sharon, ?que es lo que pasa…?

– ?Vete! ?Vete!

– Carino…

– ?Vete! ?Largate! ?Vete! ?Vete! ?Largate! ?Vete!

El sudor le caia a chorros, corriendole por el cuerpo. En la nieve que era su piel surgieron calientes parches sonrosados, como si estuviese ardiendo por dentro.

– Sharon…

Me siseo como una serpiente, luego gimio y se enrosco en posicion fetal, apretando la foto contra su pecho. Vi como este subia y bajaba con cada trabajosa respiracion. Di un paso adelante.

– ?No! ?Largate! ?Largate!

La mirada en sus ojos era asesina.

Retrocedi, saliendo de la habitacion, corri fuera de la casa, sintiendome mareado, con ganas de vomitar, como si me hubiesen atizado en la tripa.

Seguro de que, fuera lo que fuese lo que habiamos tenido entre nosotros, aquello se habia acabado.

Y no sabia si eso era bueno o malo.

12

El miercoles por la manana estaba de regreso en Beverly Hills, en el atico en el que estaban las oficinas de Trenton, Worthy y La Rosa. Esperando para hacer mi declaracion en una sala de conferencias forrada de madera de palisandro, decorada con arte abstracto y amueblada con sillones de cuero color mantequilla y una mesa de cristal ahumado del tamano de un campo de futbol.

Mal estaba sentado junto a mi, desmanadamente a la moda con un traje de seda natural color plateado, barba de cinco dias y cabello por la espalda. Detras nuestro habia una pizarra sobre un atril de palisandro, y un colgador de ropa del que colgaba una maleta de piel de becerro…, la pasada de Mal para superar a los portadores cronicos de maletin. Al otro lado de la mesa habia una informadora legal, con su estenografo. Y, rodeandola, estaban ocho… no siete, abogados.

– La compania de seguros ha mandado a tres -me susurro Mal-. Esos tres primeros.

Mire al trio: jovenes, con trajes de rayitas, funebres.

Su portavoz era un tipo alto, prematuramente calvo, llamado Moretti, que debia andar a principios de la treintena. Tenia una mandibula carnosa y hendida, hombros anchos y todo el encanto de un sargento instructor. Una de las secretarias de Mal sirvio cafe y pastas y, mientras comiamos, Moretti se preocupo mucho de hacerme saber que habia obtenido un Master de Psiquiatria en Stanford. Menciono los nombres de catedraticos famosos, trato, sin lograrlo, de hacerme hablar de temas profesionales, y me contemplo sobre el borde de su taza de cafe, con agudos ojos marrones.

Cuando presente mi informe se coloco en el borde del sillon. Cuando acabe, el fue el primero en hablar. Los otros abogados le cedieron la palabra. Como cualquier manada de lobos, habian elegido a su asesino de cabeza, y estaban muy satisfechos de quedarse sentados, viendo como el abria las primeras heridas.

Me recordo que la ley me obligaba a decir la verdad, tal como si estuviera ante el tribunal, y que cometeria perjurio si testificaba en falso. Luego extrajo de su maletin un monton de articulos fotocopiados, del grosor de un listin telefonico, e hizo todo un espectaculo de apilarlos encima de la mesa, rebuscando entre ellos, ordenandolos e igualando los bordes. Alzando el articulo de arriba, dijo:

– Me gustaria leerle algo, doctor.

– Seguro.

Sonrio.

– En realidad no le estaba pidiendo permiso, doctor.

– En realidad no se lo estaba dando.

La sonrisa desaparecio. Mal me dio un codazo por debajo de la mesa. Alguien tosio. Moretti trato de ganarme a mirarnos a los ojos, finalmente se puso un par de gafas octogonales, sin aro, se aclaro la garganta y comenzo a leer. Finalizo un parrafo, antes de volverse hacia mi.

– ?Le resulta conocido, doctor?

– Si.

– ?Recuerda la fuente?

– Es la introduccion de un articulo que publique en La Revista de Pediatria en 1981. En el verano de 1981, creo. Agosto.

Examino la fecha del articulo, pero no comento nada.

– ?Recuerda lo que decia en el articulo, doctor?

– Si.

– ?Podria resumirnoslo?

– El articulo describe un estudio que hice de 1977 a 1980, cuando estaba en el Hospital Pediatrico del Oeste. La investigacion se hizo con fondos del Instituto Nacional de la Salud Mental, y trataba de descubrir los efectos de las enfermedades cronicas en el ajuste psicologico de los ninos.

– ?Era un estudio bien planeado, doctor?

– Creo que si.

– Eso cree. Diganos lo que hizo usted en ese estudio bien planeado… y sea especifico respecto a la metodologia.

– Administre varios tests de ajuste psicologico a una muestra de ninos enfermos, y a un grupo de control de ninos saludables. Los grupos eran parejos en lo que se refiere a clase social, estatus marital de los padres, y

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