– Tienes toda la razon.
Eso la sorprendio, como si fuera la primera vez que alguien estuviera de acuerdo con ella.
– Algunos doctores no deberian de ser doctores -le dije.
– Quiero decir -anadio agresiva-, que podria ponerla un pleito o algo asi.
– No hay nadie a quien poner un pleito, Carmen. Si estas hablando de la doctora Ransom, esta muerta. Ella tambien se mato.
La mano le volo a la boca.
– ?Oh, Dios mio, no lo sabia…! Quiero decir que, ?sabe?,
Se santiguo, se apreto las sienes, miro al techo.
– Carmen, nada de todo esto es culpa tuya. Tu eres una victima.
Nego con la cabeza.
– Una victima. Quiero que entiendas esto.
– No… no entiendo nada. -Lagrimas-. Todo esto es demasiado, ?sabe?… demasiado… No entiendo nada.
Me incline hacia delante, oli su angustia.
– Carmen, me quedare aqui contigo tanto tiempo como me necesites. ?De acuerdo? ?De acuerdo, Carmen?
Asentimiento.
Paso media hora antes de que se hubiera compuesto, y cuando se seco los ojos, parecio haber recobrado tambien algo de su dignidad.
– Es usted muy bueno -me dijo-. Estoy bien. Ya puede irse.
– ?Que me dices de la doctora Small, la terapeuta que quiero que veas?
– No se.
– Por lo menos una vez.
Una sonrisa macilenta.
– De acuerdo.
– ?Prometido?
– Prometido.
Le tome la mano, se la aprete por un instante y luego fui a recepcion y le dije a Bea que la vigilase. Use el telefono de una de las salas de examen vacias para llamar a Ada. La telefonista de su servicio me dijo que estaba a punto de entrar en una sesion.
– Es una emergencia -dije, y me conectaron.
– Alex -dijo Ada-. ?Que pasa?
– Tengo a una joven en crisis que me gustaria que vieses tan pronto como te sea posible. No es una clienta de las buenas, Ada… tendrias que aceptarla por la Medi-Cal y no es un caso nada brillante. Pero cuando te cuente los detalles creo que estaras de acuerdo en que es importante que la visiten.
– Cuentame.
Cuando hube terminado, ella dijo:
– ?Que terrible! Has hecho bien en llamarme, Alex. Puedo quedarme y verla a las siete. ?Puede estar aqui a esa hora?
– Me ocupare de que este. Muchas gracias, Ada.
– Es un placer, Alex. Pero ahora tengo una visita y no puedo entretenerme mas.
– Lo entiendo. Gracias de nuevo.
– No hay problema. Te llamare despues de que la haya visto.
Regrese a la oficina privada y le di a Carmen el numero.
– Todo esta arreglado -le dije-. La doctora Small te vera hoy mismo, a las siete de la tarde.
– De acuerdo.
Le aprete la mano y sali, me encontre a Leslie entre salas de examen y le dije lo que habia organizado.
– ?Que tal le parece? -me pregunto.
– Muy fragil, y aun esta acolchada por el shock; los dias inmediatos siguientes pueden ser realmente malos. No tiene ningun sistema de apoyo. Es verdaderamente importante para ella que vea a alguien.
– Tiene sentido. ?Donde esta la consulta de esa terapeuta?
– En Brentwood. En San Vicente, cerca de Barrington. -Le di la direccion y la hora de la cita.
– Perfecto. Yo vivo en Santa Monica. Saldre de la oficina sobre las seis treinta. La llevare alli yo misma. Hasta entonces, le haremos de nineras. -Un momento de duda-. ?Es buena esa persona a la que la manda?
– La mejor. Yo mismo me he visitado con ella.
Este fragmento de autoconfesion habia tranquilizado a Carmen, pero irrito a su doctora.
– Honestidad californiana -dijo. Y luego-: ?Jesus, lo siento! Ha sido usted realmente amable al venir aqui en cuanto lo llame… lo que pasa es que me he convertido en una cinica total. Se que esto no es bueno: he de llegar a una situacion en la que pueda volver a confiar en la gente.
– Es duro -dije, pensando en mi propio sentido de la confianza, que estaba justamente desmoronandose.
Jugueteo con un pendiente.
– Escuche, realmente quiero darle las gracias por venir aqui. Digame cual es su tarifa, y le hare un talon ahora mismo.
– Olvidelo -le conteste.
– No, insisto. Me gusta pagar lo que debo.
– Ni hablar, Leslie. Jamas espere cobrar por esto.
– ?Esta seguro? Solo quiero que se convenza de que no trato de explotarle.
– Jamas sospeche tal cosa.
Parecia incomoda. Se quito el estetoscopio y se lo fue pasando de mano en mano.
– Se que, la primera vez que estuvo usted aqui, yo le pareci absolutamente mercenaria, pensando unicamente en mi misma. Lo unico que puedo decirle es que yo no soy asi. Queria llamar a esos pacientes, no dejaba de darle vueltas a eso en la cabeza. No me culpo por la muerte de Rasmussen…, era una autentica bomba de tiempo. Todo era cuestion de cuando. Pero esto me ha hecho darme cuenta de que tengo una responsabilidad, de que tengo que empezar a actuar como una medica. Cuando le deje con Carmen, fui al telefono y empece a llamar. Logre ponerme en contacto con un par de las mujeres. Sonaban normales, me dijeron que sus maridos estaban tambien normales, cosa que espero sea cierta. De hecho, todo fue mejor de lo que me esperaba: se mostraron menos hostiles que la primera vez. Quiza pase la barrera, no se. Pero el caso es que estableci contacto. Lo seguire intentando hasta que lo haya hecho con todas, y que las jodidas fichas de domino caigan donde caigan.
– Por si le sirve de algo, le dire que esta haciendo lo que debe.
– Me sirve de mucho -dijo, con repentina intensidad. Luego parecio azarada y miro a la puerta de una de las salas de examen-. Bueno, tengo que irme, debo tratar de aferrarme a los pacientes que me quedan. Gracias otra vez.
Duda.
Se puso de puntillas, me beso en una mejilla. Atrapado por sorpresa, yo movi la cabeza y nuestros labios se rozaron.
– Eso ha sido una estupidez -dijo ella.
Antes de que pudiera decirle que no lo habia sido, se marcho a ver a su siguiente paciente.
18
Ya casi eran las cinco para cuando llegue a la universidad. El departamento de Psico se estaba vaciando y solo quedaba una secretaria en la oficina del mismo. Fui derecho al directorio de profesorado de la Facultad y lo ojee sin que ella hiciera comentario alguno. Quiza fuese la chaqueta de pana. Kruse ya estaba listado como Presidente y el numero de su oficina era el 4302. Tome nota de su direccion privada…: seguia siendo el mismo sitio, en los Pacific Palisades.