Tuve otra arcada, me aprete el panuelo contra la boca y nariz, aguante la respiracion, me senti ahogar, y me aparte de los cadaveres, retrocediendo.

Sali de nuevo, de vuelta al patio trasero.

Pero justo mientras estaba retrocediendo, mis ojos se sintieron atraidos, a traves de las puertas francesas, hacia la parte posterior de la casa, arriba de una escalera de peldanos de baldosas.

La escalera de atras. Barandilla de hierro curvada.

En el escalon superior otro monton en putrefaccion.

Un vestido rosa. Lo que parecia ser cabello oscuro. Mas podredumbre, mas manchas oscuras, goteando escaleras abajo, como uno de esos repugnantes juguetes que son una masa viscosa.

Me di la vuelta y corri, mas alla de la piscina, a traves del cesped hasta un parterre de flores iluminadas por el alumbrado nocturno, todas ellas de tonalidades malvas y azules que no eran de este mundo.

Me incline hacia ellas y aspire su perfume.

Dulce. Demasiado dulce. Mis tripas se revolvieron. Trate de vomitar, pero no pude.

Corri a lo largo del lateral de la casa, de vuelta al patio delantero, a traves del cesped de la parte frontal.

Camino vacio, silencioso. ?Todo este horror, y nadie con quien compartirlo!

Volvi al Seville, me sente dentro del coche oliendo a muerte. Saboreandola.

Al fin, a pesar de que el hedor seguia conmigo, me crei ya capaz de conducir, y me dirigi hacia el sur, Mandeville abajo, luego al este por Sunset. Deseando tener una maquina del tiempo, algo que pudiese girar hacia atras las agujas del reloj.

Girarlas del todo…

Pero estaba dispuesto a conformarme con un cigarro fuerte, un telefono y una voz amistosa.

19

Encontre una farmacia y una cabina de telefono en Brentwood. Milo lo cogio a la primera llamada, escucho lo que tenia que decir, y me dijo a su vez:

– Sabia que habia una razon para volver a casa pronto.

Veinte minutos mas tarde llego, por Mandeville y Sunset, y me siguio de vuelta a la casa del crimen.

– Tu quedate aqui -me dijo, y le espere en el Seville, chupando una panatela barata, mientras el daba la vuelta por detras. Un poco mas tarde reaparecio, secandose la frente. Se metio en el asiento del pasajero, me tomo un cigarro del bolsillo de la camisa y lo encendio.

Lanzo algunos anillos de humo, y luego comenzo a tomarme declaracion, de un modo friamente profesional. Tras llevarme hasta mi descubrimiento de los cadaveres, bajo su bloc de notas y me pregunto:

– ?Para que viniste aqui, Alex?

Le hable de las peliculas porno, del accidente fatal de D. J. Rasmussen, de como habia vuelto a surgir de nuevo el nombre de Leland Belding.

– La mano de Kruse estaba detras de la mayor parte de estas cosas.

– Ya no queda mucho de esa mano -comento-. Los cuerpos llevaban ahi un tiempo.

Dejo a un lado su bloc.

– ?Tienes alguna suposicion acerca de quien pudo ser?

– Rasmussen era un tipo explosivo -dije-. Mato a su padre. Durante los ultimos dias habia estado hablando acerca de ser un pecador, de haber hecho algo terrible. Podria ser esto.

– ?Y por que iba a matar a Kruse?

– No lo se. Quiza culpase a Kruse por la muerte de Sharon… Estaba patologicamente unido a ella, sexualmente unido.

Milo penso un rato.

– ?Que es lo que has tocado ahi dentro?

– El interruptor de la luz… pero con un panuelo.

– ?Que mas?

– La puerta… creo que eso es todo.

– Piensa en mas cosas.

– Eso es de todo de lo que me acuerdo.

– Vamos a reseguir tus pasos.

Cuando lo hubimos hecho, me dijo:

– Vete a casa, Alex.

– ?Esto es todo?

Una mirada a su Timex.

– Los chicos de investigacion en el lugar del crimen llegaran aqui de un momento a otro. Vete. Desaparece antes de que empiece la fiesta.

– Milo…

– Vete, Alex. Dejame hacer mi maldito trabajo.

Me marche, aun saboreando la podredumbre a traves del amargor del tabaco.

Todo lo que Sharon habia tocado se estaba convirtiendo en muerte.

No pudiendo dejar de estar siempre hurgando en las mentes, me pregunte que seria lo que la habria hecho ser de aquel modo. Que clase de trauma infantil. Entonces, algo me impacto: el modo en que habia actuado aquella terrible noche en que me la habia encontrado con la foto de su gemela. Dando patadas y punetazos, aullando, derrumbandose y acabando en posicion fetal. ?Tan parecido al comportamiento de Darren Burkhalter en mi consulta! Las reacciones al horror en su vida, que yo habia capturado en cinta de video y luego revivido para un auditorio de abogados, sin caer en la conexion.

Un trauma de la primera ninez.

Hacia mucho me lo habia explicado. Continuando luego con una muestra de carino, tierno y amoroso. Mirando hacia atras, lo veia como una manifestacion bien ensayada. ?Mas teatro?

Era en el verano de 1981, en un hotel de Newport Beach, repleto de psicologos en una convencion. Dentro de un bar de cocteles, que dominaba el puerto: grandes ventanales tenidos, paredes tapizadas con papel aterciopelado color rojo, sillones con ruedecitas. Oscuro y vacio y oliendo a la fiesta de la noche anterior.

Yo habia estado sentado a la barra, mirando al agua, contemplando a unos yates, de proas afiladas como dagas, cortar la superficie, que parecia de cristal soplado, del puerto deportivo. Dando sorbitos a una cerveza y comiendo un bocadillo reseco, mientras le prestaba media atencion a las quejas del barman.

Este era un hispano bajo y con un gran tripon, de manos rapidas y un cobrizo rostro de indio. Lo contemple secar vasos como si fuera una maquina.

– Lo peor que he visto, sin duda alguna, si senor. En cambio, ahi estan los vendedores: de seguros, de ordenadores, de lo que sea… los vendedores si que son unos buenos bebedores. Y los pilotos tambien.

– Eso me anima mucho -le dije.

– Se lo digo yo, los vendedores y los pilotos. Pero, ustedes los psicos… nada de nada. Incluso los maestros que tuvimos el ano pasado eran mejores, y eso que no valian gran cosa. Mire como esta este sitio… muerto.

Girando la tapa de una botella de cebollitas de coctel, vertio el jugo en la pica y puso las perlitas en una bandeja.

– De todos modos, ?cuantos de ustedes han venido a esta cosa?

– Unos pocos miles.

– Unos pocos miles. -Agito la cabeza-. Mire este lugar. ?Que es lo que pasa, estan ustedes demasiado ocupados analizando a otra gente? ?O es que no les dejan pasarselo bien?

– Quiza -le dije, reflexionando acerca de lo aburrida que habia sido la convencion. Pero las convenciones siempre lo eran. La unica razon por la que yo habia asistido a esta era porque me habian pedido que preparase un informe acerca del estres en la ninez.

Habiendo ya leido mi informe, contestado a las inevitables preguntas malintencionadas, estaba disfrutando de un poco de soledad antes de volverme a L. A., a realizar mi guardia nocturna en el pabellon de adolescentes.

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