Se reunio conmigo en la puerta, me dio las gracias por venir, y luego apreto el timbre que habia en medio de la puerta de acero. Unos momentos mas tarde esta fue abierta por un hombre robusto, negro como el carbon, con el cabello corto y una barbita de chivo. Llevaba un pendiente de diamantes en una oreja, y una chaqueta de uniforme color azul sobre una camiseta de manga corta y tejanos. Cuando vio a Sharon le dedico una sonrisa llena de fundas de oro.

– Buenas tardes, doctora Ransom. -Su voz era aguda y amable.

– Buenas tardes, Elmo. Este es el doctor Delaware, un amigo mio.

– Me alegra conocerle, senor. -A Sharon-: Esta arreglada y peripuesta y preparada para usted.

– Eso es estupendo, Elmo.

Se echo a un lado y entramos en una sala de espera con un suelo en linoleo color sangre de buey y amueblada con sillas de plastico naranja y mesas verdes. A un lado habia una oficina marcada RECEPCION, con una ventana que era un cuadrado de metacrilato amarillento. Pasamos al lado y llegamos a otra puerta de acero en la que se indicaba: PROHIBIDA LA ENTRADA. Elmo selecciono una llave de una gruesa anilla y abrio la cerradura.

Entramos a la luz y a un jaleo tremendo: una larga y alta sala, con ventanas cerradas por contraventanas de acero y un techo fluorescente que irradiaba una fria y plana imitacion de la luz del sol. Las paredes estaban cubiertas por hojas de plastico verde esmeralda, el aire era calido y rancio.

Y, por todas partes, movimiento. Como un ballet dejado al azar.

Docenas de cuerpos, agitandose, balanceandose, tropezando, brutalizados por la Naturaleza y el dedo del sino. Miembros congelados o atrapados en un inacabable espasmo ateoide. Bocas caidas, babeantes. Espaldas encorvadas, espinas dorsales rotas, miembros que faltaban o estaban atrofiados. Contorsiones y muecas nacidas de cromosomas echados a perder y caminos neurales descarrilados, todo ello convertido en mas cruel por el hecho de que todos aquellos pacientes eran jovenes… quinceaneros o adultos de poca mas edad, que nunca conocerian los placeres que da la falsa inmortalidad de la juventud.

Algunos de ellos se agarraban a andadores y median su avance en milimetros. Otros, contraidos y rigidos como estatuas de yeso, se encabritaban y luchaban contra los confines de sillas de ruedas. Los que mas tristeza causaban de entre ellos estaban derrumbados, flacidos como invertebrados, en carritos de lados altos y cochecitos metalicos que se parecian, en un tamano desmesurado, a los de los bebes.

Nos abrimos paso entre un mar de ojos vidriados, tan inertes como botones de plastico. Mas alla de caras sin cordura que nos contemplaban desde el santuario de cuero de unos protectores de cabeza, una audiencia de rostros inertes, no perturbados por el menor destello de consciencia.

Una galeria de deformidades…, una cruel muestra de todo lo que podia echarse a perder en la caja en la que llegan los humanos.

En un rincon de la sala una television grande, con antena interior, atronaba a todo volumen con un programa de concurso, con los chillidos de los participantes compitiendo con la chachara sin palabras y los alaridos inconexos de los pacientes. Los unicos que miraban el programa eran la media docena de enfermeros de chaquetas azules. Nos ignoraron mientras pasabamos.

Pero los pacientes si que se dieron cuenta. Como imantados, se agolparon hacia Sharon, comenzaron a acumularse en su derredor rodando en sus sillas o trastabillando. Pronto estuvimos totalmente rodeados. Los enfermeros ni se movieron.

Ella metio la mano en su bolso, saco una caja de pastillas de goma y comenzo a distribuirlas. Cuando vacio una caja aparecio otra. Y otra.

Tambien repartia otra clase de dulzura, besando cabezas deformes, abrazando cuerpos contrahechos. Llamando a los pacientes por su nombre, diciendoles el buen aspecto que tenian. Ellos competian por sus favores, suplicaban les diese las pastillas de goma, lloraban presa del extasis, la tocaban como si fuese milagrosa.

Parecia mas feliz de lo que jamas la hubiese visto: completa. Una princesa de cuento de hadas, reinando sobre el pais de los deformes.

Finalmente, acabadas las pastillas de goma, dijo:

– Eso fue todo, gente. Tengo que irme.

Grunidos, gemidos, unos minutos mas de caricias y apretones. Un par de enfermeros se acercaron y comenzaron a separar a los pacientes. Finalmente pudimos apartarnos. Se reanudo el caos.

Elmo dijo:

– Desde luego, la quieren mucho. -Sharon no parecio oirlo.

Los tres caminamos hasta el extremo de la gran sala, hacia una puerta senalada UNIDAD DE PACIENTES INTERNOS, que estaba protegida por una verja de hierro de acordeon, que Elmo corrio. Otro giro de una llave y la puerta se abrio a su vez y luego se cerro tras de nosotros, y todo quedo en silencio.

Caminamos por un pasillo cubierto por el mismo plastico chillon, y pasamos un par de galerias vacias, que hedian a enfermedad y desesperacion, una puerta con una ventana de cristal y rejilla metalica que nos permitio ver a varias chaparras mujeres mexicanas trabajando en una humeante cocina industrial, otro pasillo verde y, finalmente, una puerta que era otra hoja de acero, marcada PRIVADO.

Al otro lado un nuevo ambiente: mullidas alfombras, suave iluminacion, paredes empapeladas, aire perfumado y musica… los Beatles, tal como los interpretaba una somnolienta orquesta de cuerda.

Cuatro puertas marcadas PRIVADO. Cuatro puertas de roble, provistas de mirillas de laton. Elmo abrio una de las puertas y dijo:

– Ya esta.

La habitacion era color marron claro y decorada con litografias de los impresionistas franceses. Mas alfombras gruesas y luz suave. Molduras y decoraciones en roble en el techo. Buenos muebles: un chiffonier antiguo, un par de fuertes sillas de roble. Dos generosas ventanas en arco, con barrotes y cerradas por un cristal opaco, pero cubiertas con cortinas de puntillas. Floreros estrategicamente colocados. El lugar olia como un prado, pero yo no estaba prestando atencion a los toques del decorador.

En el centro de la habitacion habia una cama de hospital, cubierta por un edredon rosa perla, que cubria hasta el cuello a una mujer morena.

Su piel era blanco-grisacea, sus ojos grandes y de un profundo azul…, el mismo color que los de Sharon, pero peliculados e inmoviles, apuntados directamente hacia el techo. Su cabello era negro y espeso, desparramado por sobre la mullida almohada, decorada con una orla de puntillas. El rostro que enmarcaba estaba demacrado, reseco, inmovil como una mascarilla en yeso. Su boca estaba entreabierta: un agujero negro tachonado con dientes raquiticos.

Un debil movimiento agitaba el edredon. Una respiracion debil, luego nada, despues reignicion, anunciada por un gemido, como de muneco de juguete cuando lo aprietas.

Estudie su cara. Era menos un rostro que el apunte de un rostro… un andamiaje anatomico, despojado del adorno de la carne.

Y, en algun lugar entre las ruinas, un parecido. Un recuerdo de Sharon.

Esta la estaba agarrando, acunandola, besandole el rostro.

Gemido de muneco.

Una silla giratoria, junto al lecho, contenia una jarra y vasos, un peine y cepillo para el cabello en carey, y unos utiles de manicura a juego. Lapiz de labios, panuelos de papel, cosmeticos, esmalte de unas.

Sharon senalo a la jarra. Elmo lleno un vaso con agua y se lo entrego, luego se fue.

Sharon inclino el borde del vaso hacia los labios de la mujer. Parte del agua se le vertio barbilla abajo. Sharon seco la palida piel y la beso.

– Me gusta tanto verte, encanto -le hablo-. Elmo dice que te portas muy bien.

La mujer siguio tan en blanco como la cascara de un huevo. Sharon la arrullo como una paloma, y la fue acunando. El edredon fue cayendose, mostrando un inerte espectro que era un cuerpo envuelto en una bata rosa de franela, contraido, patetico… demasiado fragil para ser viable. Pero la respiracion continuaba.

– Shirlee, tenemos visita. Es el doctor Alex Delaware. Es un buen hombre. Alex, te presento a la senorita Shirlee Ransom, mi hermana. Mi gemela. Mi companera silenciosa.

Yo, simplemente, me quede alli. Ella acaricio el cabello de la mujer.

– Clinicamente es ciega y sorda…, funcionamiento cortical minimo. Pero yo se que nota a la gente, que tiene alguna conciencia de lo que la rodea. Puedo notarlo…, ella emite pequenas vibraciones. Una tiene que estar sintonizada a ellas, tiene que estar en contacto fisico con ella para notarlas.

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