– Quiza ustedes deberian de estudiarse a si mismos, amigo. Analizar el motivo por el que no les gusta divertirse.

– Buena idea. -Puse algo de dinero sobre la barra y le dije-. Tomese un trago a mi salud.

Miro a los billetes.

– Seguro, gracias. -Encendiendo un cigarrillo, se sirvio una cerveza y se inclino hacia delante-. De todos modos, yo soy de los del vive y deja vivir. Si alguien no quiere divertirse, esta bien; pero al menos que entre aqui y pida algo, ?entiende lo que le digo? Infiernos, que no se lo beba… lo puede analizar. Pero que pida algo y deje una propina. Que deje algo para un hombre que trabaja.

– Para un hombre que trabaja -brinde, alzando mi copa. La deje sobre la barra, vacia.

– ?Otra copa, Doc? Invita la casa.

– Me tomare una Coke.

– Era de imaginar. Un ron con Coca en marcha, sin ron y sin alegria.

Puso la bebida sobre la barra y estaba a punto de decir algo mas, cuando se abrio la puerta del bar y dejo entrar el ruido del vestibulo. Sus ojos saltaron al fondo de la sala y exclamo:

– ?Vaya, vaya!

Mire por sobre mi hombro y vi a una mujer de blanco. De largas piernas, bien formada, con una nube de cabellos oscuros. En pie junto a la maquina de cigarrillos, la cabeza moviendose de un lado al otro, como quien explora un territorio desconocido.

Me era familiar. Me volvi para mirarla mejor.

Sharon. Definitivamente Sharon. En un vestido de lino hecho por una modista, con zapatos y bolso a juego.

Me vio y me hizo un gesto con la mano, como si estuviesemos ciados.

– ?Alex!

Y de inmediato estuvo a mi lado. Agua y jabon, hierba fresca…

Se sento en el taburete que habia junto al mio, cruzo las piernas y se bajo la falda hasta encima de sus rodillas.

El barman me hizo un guino.

– ?Algo de beber, senora?

– Seven-Up, por favor.

– Si, senora.

Despues de que le sirvio la bebida y se hubo apartado, ella me dijo:

– Tienes un excelente aspecto, Alex. Me gusta esa barba.

– Me ahorra tiempo por las mananas.

– Bueno, me parece que te queda bien. -Dio un sorbito, jugueteo con la paletita de agitar-. No dejo de oir cosas buenas de ti, Alex. Exitos academicos, todas esas publicaciones. He leido muchos de tus articulos. He aprendido mucho de ellos.

– Me alegra oir eso.

Silencio.

– Finalmente me gradue -dijo-. El mes pasado.

– Felicidades, doctora.

– Gracias. Me costo mas tiempo del que pense que necesitaria. Pero me vi metida en trabajo clinico y no me dedique a escribir mi tesis con la diligencia que deberia haberle dedicado.

Seguimos sentados en silencio. A algunos pasos de distancia, el barman estaba silbando «La Bamba» y atareandose con el picador de hielo.

– Es bueno verte otra vez -me dijo.

No conteste.

Me toco el brazo. Mire a sus dedos hasta que finalmente los retiro.

– Queria verte -dijo al fin.

– ?Para que?

– Quiero explicarte…

– No hay necesidad de explicar nada, Sharon. Es historia antigua.

– No para mi.

– En esto tenemos diferencia de opiniones.

Se me acerco mas, y me dijo:

– Se que lo eche todo a perder -con un susurro ahogado-. Creeme, lo se. Pero eso no cambia el hecho de que, despues de todos esos anos, aun sigues conmigo. Buenos recuerdos, recuerdos muy especiales. Energia positiva.

– Percepcion selectiva -afirme.

– No. -Se acerco unos centimetros, volvio a tocarme el brazo-. Pasamos algunos momentos maravillosos, Alex. Eso no lo olvidare nunca.

No dije nada.

– Alex la forma en que… acabamos, fue horrible. Debiste de pensar que era una psicotica… lo que sucedio fue psicotico. ?Si supieras cuantas veces he querido llamarte, para explicarte…!

– Entonces, ?por que no lo hiciste?

– Porque soy una cobarde. Me escapo de las cosas. Es mi estilo…, tu lo comprobaste la primera vez que nos vimos, en la clase practica. -Sus hombros cayeron-. Algunas cosas nunca cambian…

– Olvidalo. Como ya te he dicho, es historia antigua.

– Lo que teniamos era algo especial, Alex. Y yo permiti que fuese destruido.

Su voz siguio suave, pero con mayor tension. El barman nos miro. Mi expresion hizo que sus ojos volviesen a su trabajo.

– ?Lo permitiste? Eso suena a bastante pasivo.

Ella se echo atras, como si la hubiese escupido en la cara.

– De acuerdo -acepto-. Yo lo destrui. Yo estaba loca. Fue un tiempo de locura en mi vida… no creas que no me ha sabido mal, un millar de veces, todo aquello.

Se tironeo del lobulo de la oreja. Sus manos eran suaves y blancas.

– Alex, el encontrarte aqui hoy no ha sido ningun accidente. Yo nunca asisto a convenciones, ni tenia intencion de venir a esta. Pero cuando recibi el folleto por correo dio la casualidad de que vi tu nombre en el programa y, de repente, desee verte de nuevo. Estuve en tu conferencia, me quede en la parte de atras de la sala. El modo en que hablaste…, tu humanidad. Pense que podria tener una oportunidad.

– ?Una oportunidad de que?

– De ser amigos. De olvidar los malos sentimientos.

– Consideralos olvidados. Mision cumplida.

Ella se inclino hacia delante, de modo que nuestros labios casi se tocaban, agarro mi hombro y susurro:

– Por favor, Alex, no seas vengativo. Dejame que te lo muestre.

Habia lagrimas en sus ojos.

– ?Que me muestres que?

– Un lado diferente de mi. Algo que nunca le he mostrado a nadie.

Caminamos a la parte delantera del hotel, y esperamos a los aparcacoches.

– Coches separados -dijo ella, sonriente-. Asi podras escaparte cuando lo desees.

La direccion que me dio estaba en la parte sur de Glendale, la parte baja de la poblacion, llena de aparcamientos de los negocios de venta de coches usados, casas en ruinas, pensiones para transeuntes, tiendas de empenos y restaurantes de baratillo. A casi un kilometro al norte del Brand, la Glendale Galleria estaba en construccion: un tributo en ladrillo a la nueva riqueza. Pero, aqui abajo, boutique aun era una palabra en frances.

Ella llego antes que yo, y estaba sentada en su pequeno Alfa rojo, frente a un edificio de un solo piso, estucado en marron. El lugar tenia un aspecto que recordaba a una carcel: ventanas estrechas, con barrotes, la puerta delantera una plancha de acero pulimentado, nada de decoracion externa, excepto un sediento arbol liquidambar que lanzaba sus escasas sombras sobre el tejado de papel asfaltico.

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