eso es como era ella. De modo que no tiene sentido el que cayese tan bajo.
– Asi que ella sabia que Resthaven iba a cerrar.
– Y no se equivocaba. Un par de semanas mas tarde todos los demas recibieron las notitas de siempre:
– ?Tiene alguna idea de a donde se llevo a Shirlee la doctora Ransom?
– No, pero creame, debio de ser algun sitio bueno; amaba a esa chica, y la trataba como a una reina. -Se detuvo, puso cara de consternacion-. Con ella muerta, ?quien se va a ocupar de la pobrecilla?
– No se. No tengo ni idea de donde esta. Nadie lo sabe.
– ?Oh, Dios! Esto empieza a sonar horrible.
– Estoy seguro de que esta bien -le dije-. La familia tiene dinero… ?Hablaba mucho de ellos?
– No, conmigo no hablaba.
– Pero usted sabia que ella era rica.
– Pagaba las cuentas en Resthaven, asi que tenia que serlo. Ademas, cualquiera podia saber que tenia dinero solo con mirarla… el modo en que se vestia, como se comportaba. Y era una doctora.
– ?La doctora Ransom pagaba las cuentas?
– Eso es lo que decia en la parte de arriba de la ficha de ella:
– ?Que mas habia en la ficha?
– Todos sus historiales de terapia, psiquiatrica y fisica. Durante un tiempo la doctora Ransom incluso la hizo visitar por un terapeuta del habla, pero era una perdida de tiempo… Shirlee no iba a hablar, ni con mucho. Lo mismo sucedio con un maestro de Braille. La doctora Ransom lo intento todo. Amaba a esa chica… ?Es que no puedo imaginarmela destruyendose a si misma y abandonando a la pobrecilla!
– ?Habia algun historial medico en la ficha?
– Solo algunas cosas muy antiguas y un sumario de todos los problemas, escrito por la doctora Ransom.
– ?Y certificado de nacimiento?
Nego con la cabeza.
– ?Habia algun otro doctor relacionado con el cuidado de Shirlee?
– Solo la doctora Ransom.
– ?No habia ninguno de medicina general?
– ?Y que se cree que era ella?
– Ella era una psicologa. ?Le dijo a usted que era doctora en medicina general?
Penso un instante.
– Ahora que lo pienso, no… no lo hizo. Pero por el modo en que se hizo cargo del caso de Shirlee, escribiendo ordenes para los terapeutas, lo di por supuesto.
– Shirlee debio tener problemas fisicos… ?quien se ocupaba de ellos?
– Si, uno piensa que deberia haberlos tenido, pero lo curioso es que, exceptuando sus otros problemas, ella era muy saludable: tenia un corazon muy fuerte, presion sanguinea correcta, los pulmones bien. Lo unico que habia que hacer era cambiarla de posicion, alimentarla, limpiarla, hacerle su vaciado de vientre… y podria haber seguido asi siempre. -Alzo la vista al cielo y agito la cabeza-. Me pregunto donde estara, la pobrecilla.
– ?Le hablo alguna vez la doctora Ransom del accidente?
Sus cejas se arquearon.
– ?Que accidente es ese?
– Del ahogarse en la piscina que origino los problemas de Shirlee.
– Ahora si que me he perdido.
– Se ahogo cuando era una nina pequena. La doctora Ransom me hablo de ello, me dijo que era eso lo que habia causado la lesion cerebral a Shirlee.
– Bueno, pues yo de eso no se nada, porque lo que me dijo a mi fue algo totalmente distinto: que la pobre chica habia nacido asi.
– ?Nacido ciega, sorda y deforme?
– Eso es, con todo. «Deformidades congenitas multiples». Dios sabe que lei esa frase cantidad de veces, cuando mi vista caia sobre el resumen de la doctora Ransom.
Agito la cabeza:
– «Deformidades congenitas multiples». La pobrecilla empezo asi, y jamas tuvo oportunidad alguna.
Era ya casi el mediodia. Conduje hasta una gasolinera cercana y use su cabina telefonica para llamar a la oficina de Olivia. Me informaron que la senora Brickerman habia regresado de Sacramento, pero que hoy no se la esperaba ya en la oficina. Llame a su casa, deje que el timbre sonase diez veces y me disponia ya a colgar cuando ella lo cogio, sin aliento.
– ?Alex! Justo acabo de llegar. Literalmente: del aeropuerto. Me ha pasado la manana moviendome entre el poder: he comido con funcionarios del Senado, para tratar de conseguir que nos den mas dinero. ?Vaya una gente. Si alguno de ellos tuvo alguna vez una idea, la vendio ya hace mucho. ?Y barata!
– Lamento molestarte -le dije-, pero me preguntaba…
– Si el sistema vuelve a funcionar ya… Pues si, funciona desde esta manana. Y, justo para demostrarte lo mucho que te quiero, emplee el ordenador grande de la Division de Sacramento, para investigar a tu Shirlee Ransom. Lo siento, nada de nada. Encontre a una persona de ese mismo nombre, identica forma de escribirlo. Pero en los archivos de Med-Cal daban su fecha de nacimiento como 1922, no 1953.
– ?Tienes su direccion?
– No. Tu me hablaste de 1953, asi que no crei que te interesase una anciana.
– Tiene logica.
– ?Te
– Podria ser… si no es demasiado…
– Vale, vale. Dejame quitarme este traje de mujer de negocios y llamare a la oficina, para tratar que mi ayudante supere su fobia a los ordenadores. Me llevara un tiempo. ?Donde puedo encontrarte?
– Te estoy llamando desde un telefono publico.
– ?Ahora haces todas esas tonterias de los agentes secretos? ?En
– Desenterrando esqueletos.
– ?Uff! ?Cual es ese numero?
Se lo lei.
– Eso es en mi barrio. ?Desde donde me llamas?
– Desde una gasolinera en Melrose, cerca de Fairfax.
– ?Oh, por Dios, si estas a un par de minutos de distancia! Ven aqui y me veras hacer de detective de alta tecnologia.
La casa de los Brickerman era pequena, estaba recien pintada de blanco y tenia un techo de tejas espanolas. A lo largo del camino para coches, que ya quedaba lleno con el descomunal Chrysler New Yorker de Olivia, habia plantados estrechos parterres de petunias.
Habia dejado la puerta sin cerrar. Albert Brickerman estaba en la sala de estar, en bata y zapatillas, mirando a su tablero de ajedrez. Lanzo un grunido en respuesta a mi saludo. Olivia estaba en la cocina, batiendo huevos, vistiendo una blusa con muchas blondas y una falda color azul marino del tamano mas grande; su cabello era una masa de ricitos pequenos, tenidos con henna, sus mejillas eran regordetas y sonrosadas. Estaba a principios de los sesenta, pero su piel era tan tersa como la de una nina. Me dio un abrazo, aplastandome contra su repleto pecho.
– ?Que te parece? -Se paso las manos por la falda, para alisarsela.
– Muy de sala de juntas.
Se echo a reir, bajo el fuego bajo los huevos.
– ?Si mi papi, el socialista, me viese ahora! ?Te hubieras creido que, a mi edad, iban a arrastrarme… eso si, gritando y pataleando, al mundo de los yupies?