Hester se alarmo.
– ?No me ha dicho nada! ?Por que no me ha avisado en cuanto he llegado? -Ya estaba de pie-. ?Esta…?
– Esta bien -dijo Claudine enseguida, indicando a Hester que volviera a sentarse-. No esta ni mucho menos tan mal como le deje creer. Manche de sangre un monton de ropa para que pareciera algo grave y asi tuviera miedo de marcharse.
– ?Claudine! ?Se puede saber…?
Ahora Hester estaba asustada no solo por la paciente, sino tambien por la cordura de Claudine.
Claudine la interrumpio, con el semblante aun mas rojo.
– Tenia que hablar con usted antes de que fuera a verla. Es posible que le cuente algo importante, si la sonsaca con cautela. -Apenas se detuvo a tomar aire-. Conoce a Jericho Phillips desde hace mucho tiempo. En realidad, desde que era nino. Y tambien conocia un poco a Durban.
– ?En serio? -Ahora Claudine contaba con toda la atencion de Hester-. ?Donde esta?
Ya habia alcanzado la puerta cuando Claudine contesto, y tenia la mano en el picaporte antes de volverse para darle las gracias.
Claudine sonrio. Era un principio, pero sabia que podia resultar infructuoso. Necesitaba ayudar.
Hester camino presurosa a lo largo del pasillo, un tramo de escaleras arriba, otro tramo hacia abajo, un tramo todavia mas estrecho hasta que llego a la ultima habitacion, la mas grande, ubicada al final. Quedaba apartada del trafico habitual de la clinica. A veces la usaban para pacientes con enfermedades infecciosas, o para aquellas que temian estuvieran en una fase terminal de su dolencia. Era lo bastante espaciosa para que cupiera un segundo camastro donde la enfermera de turno podia descabezar un suenecito sin dejar nunca a nadie a solas en sus ultimas horas.
La mujer que la ocupaba distaba mucho de estar agonizando. Claudine, desde luego, se las habia arreglado para que su herida pareciera importante. Aun habia compresas y vendas manchadas de sangre en una palangana sobre una mesa auxiliar, agujas e hilo de seda para suturar y una botella de agua.
Sin embargo, la mujer tendida en la cama con la cabeza apoyada en almohadas y el brazo herido envuelto en abultados vendajes parecia asustada, aunque tenia buen color en las mejillas y no presentaba la mirada perdida de los heridos graves.
– Hola -dijo Hester en voz baja, cerrando la puerta a sus espaldas-. Soy la senora Monk. He venido a ver como evoluciona su herida y a preguntarle si necesita algo. ?Como se llama?
– Mina -dijo la mujer con voz ronca, ahogada por el miedo.
Hester sintio una aguda punzada de verguenza pero no permitio que la apartara de su proposito. Acerco la silla de madera hasta quedar lo bastante cerca de la cama como para trabajar comodamente, y entonces se puso a quitar los vendajes, con tanto cuidado como pudo, para examinar la herida sin retirar la ultima gasa, pues de hacerlo sin duda volveria a sangrar. Claudine habia hecho un buen trabajo limpiandola y uniendo los bordes con sutura. El irregular corte del cuchillo no era tan profundo ni peligroso como habia dejado que Mina creyera.
Hester comenzo a hablar informalmente, como si solo quisiera distraer a Mina de lo que ella estaba haciendo. El reglamento de la clinica prohibia preguntar a las pacientes detalles que no quisieran dar, salvo cuando era necesario para su tratamiento. A veces las condiciones del lugar donde vivian revestian mucha importancia, sobre todo cuando se trataba de la calle, sin cama, sin cobijo, sin agua y alimentandose de la comida que mendigaban. En ese caso la clinica se hacia cargo de ellas hasta su total restablecimiento. Incluso una o dos de ellas se habian quedado como asistentas permanentes, pagadas con alojamiento y comida. La consecucion de una inesperada y respetable ocupacion constituia un beneficio impagable.
Despues del habitual relato de su situacion, en respuesta a una pregunta de Hester, Mina paso a describirle ciertos aspectos de su vida cotidiana, incluyendo algunos clientes peligrosos pasados y presentes.
– ?Y de verdad conoce a Jericho Phillips? -dijo Hester asombrada.
– Si, claro que lo conozco -contesto Mina sonriendo. Era curiosamente atractiva, pese a tener un diente roto, sin duda en una pelea-. No era tan malo, al menos para el negocio.
– ?Su negocio o el de el? -pregunto Hester con una sonrisa.
– ?El mio! -dijo Mina indignada-. No tengo nada que ver con el suyo.
Hester se nego a dejar que su imaginacion echara a volar. Se concentro en el examen de la herida. La hemorragia habia cesado casi por completo, solo se filtraba entre los puntos, pero aun se veia abierta y dolorosa. Siguio hablando, tanto para sonsacar informacion como para que Mina no estuviera pendiente del dolor mientras lavaba la sangre seca y cerraba un poco mas los bordes de la carne, cortando gasa ensangrentada.
– Supongo que ha conocido un lado de el que nadie mas conoce -comento.
– Oh, no soy la unica. -Mina lo encontro divertido-. Solo que yo hace mas que lo conozco. Aunque mucho me guardo de andar diciendolo. No le gusta que le recuerden el pasado para nada. Era pobre de solemnidad. Siempre andaba muerto de frio y hambre, y recibia mas palos que un mulo. Su madre era mala. Tenia el mismo genio que una rata de alcantarilla. Se peleaba con todo el mundo.
– ?Y su padre? -pregunto Hester.
Mina se rio.
– Se bajo de un barco y se volvio a embarcar -contesto secamente, manteniendo los ojos bien cerrados para no ver la herida ni por casualidad-. Vivia junto al rio, casi en el mismo borde del agua. Siempre pelado de frio, el pobrecillo. Ahora se pone como loco cuando oye que algo gotea.
– ?Pero si vive en un barco! -protesto Hester.
– Ya. Es de chiflados, ?no? -comento Mina-. Una vez conoci a un tipo que les tenia panico a las ratas. Sonaba con ellas. Se despertaba sudando como un cerdo. A veces le oia gritar. Se te helaba la sangre en las venas. ?Pues no metio una jaula con una rata en su cuarto? Asi oia al maldito bicho raspar con sus garritas y chillar.
Temblo convulsivamente y sin darse cuenta movio el brazo, de modo que Hester tuvo que apartar las tijeras un momento.
– ?Cree que eso es lo que hace Jericho Phillips con el agua? -pregunto con curiosidad. Se imagino a un hombre obligandose a vivir inmerso en sus temores obsesivos hasta inmunizarse contra ellos para dejar de tener panico. Era el colmo del dominio de si mismo. En cierto sentido, eso quiza fuese lo que mas miedo daba de el.
Comenzo a vendar de nuevo la herida con tanto mimo como pudo mientras pensaba en el nino intimidado, temeroso del frio, temeroso del ruido del agua, que al crecer se habia convertido en un hombre cruel, armado de valor contra cualquier flaqueza, comenzando por las suyas. No tuvo claro si seria capaz de compadecerlo o no. ?Pasarian frio los ninos que tenia secuestrados?
– ?Tiene miedo de el? -le pregunto a Mina cuando ya casi habia acabado.
Mina seguia con los ojos cerrados.
– ?Que va! No abro la boca, hago lo que quiere y paga bien. No es a mi a quien odia.
Hester dio unas puntadas para impedir que el vendaje se deshiciera.
– ?A quien odia? -pregunto.
– A Durban -contesto Mina.
– Solo hacia su trabajo, como toda la Policia Fluvial -senalo Hester-. Ya puede abrir los ojos, he terminado.
Mina miro la costura con admiracion.
– ?Tambien hace blusas? -pregunto.
– No. Solo coso piel y vendajes. Por lo demas solo sirvo para remiendos.
– Habla como si hubiese tenido criados que lo hicieran por usted -observo Mina.
– Los tuve.
– ?Esta pasando una mala racha? -dijo Mina con lastima-. ?Quiere dinero por esto? -pregunto, indicando el brazo-. No tengo nada. Pero le pagare tan pronto tenga.
– No, no quiero dinero, gracias. No nos debe nada -contesto Hester-. ?Phillips odiaba a Durban en concreto? Creo que Durban le persiguio sin tregua.
– Pues claro que si-confirmo Mina-. ?Se odiaban!
Hester volvio a sentir frio en las entranas.
– ?Por que?
– Es natural, supongo. -Mina encogio el hombro del brazo sano-. Crecieron juntos, ?sabe? A Durban le fue bien y a Phillips le fue mal. Y ahi sigue. Tenian que odiarse por narices, ?no le parece?