se movian sin parar. A veces esos sonidos y visiones los causaba la luz reflejada por la marea en un brazo de una darsena, donde el agua golpeaba los muros de piedra, al igual que los costados de madera de las barcas; pero mayormente revelaban presencias de personas que corrian o se arrastraban con sigilo, o cargando con un bulto. El hedor a cieno del rio y a excrementos humanos era inaguantable.
El chico se nego a dar su nombre. Era flaco y cetrino. Resultaba dificil calcular su edad pero seguramente tendria entre quince y veinte anos. Tenia un diente roto y le faltaba un dedo de la mano derecha. Se puso con la espalda pegada a la pared, mirandolos fijamente como si esperara un ataque.
– No pienso jurar nada -dijo a la defensiva-. Si me encuentra, me mata. -Le temblaba la voz-. ?Como han dado conmigo?
Primero miro a Monk y luego a Orme, haciendo caso omiso de Scuff.
– Gracias a las notas del senor Durban -contesto Orme-. Cuenta con dos chelines si nos dices la verdad, y luego olvidaremos que te hemos visto.
– ?Contestar que? ?Yo no se nada!
– Tu sabes por que se escapan tan pocos ninos -le dijo Monk-. Que no lo hagan los mas pequenos lo entiendo. No tienen adonde ir ni pueden cuidar de si mismos. Pero ?que pasa con los de mas edad, los que tienen catorce o quince anos? Los clientes van y vienen del barco, ?no es cierto? ?No podriais salir con uno de ellos? No puede teneros encerrados todo el tiempo.
El chaval le dedico una mirada de fulminante desden.
– Somos mas de veinte. ?No podemos irnos todos! Unos tienen miedo, otros estan enfermos, algunos son unos crios. ?Adonde vamos a ir? ?Quien nos alimentara, nos dara ropa y un sitio donde dormir? ?Quien nos escondera de Phillips o de otros tipos como el? Las cosas estan igual de crudas en tierra.
– Ahora estas en tierra y a salvo de el. Y no me refiero a los pequenos; te he preguntado por los de tu edad - insistio Monk-. ?Por que no se marchan, uno por uno, antes de que os venda a un barco?
El rostro del chico era pura amargura.
– ?Quiere decir que por que mato a Fig, a Reilly y a otros tantos? Pues porque se enfrentaron con el. Es una leccion, ?entiende? Haz lo que te dicen y todo ira bien. Comeras, tendras donde dormir, zapatos y una chaqueta. A lo mejor una nueva cada ano. Crea problemas y te degollaran.
Reilly; la vieja vendedora de cordones habia mencionado aquel nombre.
– ?Y si te escapas? -le recordo Monk.
El chaval trago saliva, e hizo una mueca de dolor.
– Escapa y te dara caza para matarte. Pero antes de eso, hara dano a los pequenos, les hara quemaduras en los brazos y las piernas, quizas algo peor. Me despierto en plena noche oyendo sus gritos…, y resulta que son las ratas. Pero los sigo oyendo dentro de mi cabeza. Por eso pienso que ojala no me hubiese marchado, pero ahora no puedo volver. Y no voy a declarar nada. Se lo dije al senor Durban en su momento y ahora se lo digo a usted. Y no puede obligarme.
– Nunca se me ocurriria intentarlo -dijo Monk con discrecion-. Yo tampoco podria vivir con eso. Bastante tengo ya, como para anadir nada mas. Solo queria saber.
Rebusco en el bolsillo y saco la moneda de dos chelines que Orme le habia prometido. La sostuvo en alto.
El chico vacilo y, de pronto, se la arrebato. Monk se hizo a un lado para que pudiera pasar.
El chico volvio a titubear.
Monk se retiro un poco mas.
El chico se abalanzo como si temiera que lo prendieran y echo a correr con una velocidad asombrosa, casi sin hacer ningun ruido sobre el adoquinado. Solo entonces reparo Monk en que llevaba los pies envueltos con harapos, sin botas. En cuestion de segundos se habia esfumado en uno de los innumerables callejones que se abrian como bocas de tunel, y bien pudo haber sido no mas que la voz de una pesadilla.
Mientras caminaban de regreso al aire abierto del muelle, anduvieron al mismo paso, pero en fila india porque no habia espacio para hacerlo de otro modo. Monk iba delante, contento del silencio forzoso que reinaba entre ellos. Lo que el chico habia contado era espantoso pero en ningun momento puso en duda que fuese verdad. Explicaba no solo por que nadie habia testificado contra Phillips, sino tambien por que Durban habia sido presa de una ira incontrolable. La impotencia al percibir el terror y el sufrimiento, la pura desesperacion del projimo, habia hundido el mundo exterior y su equilibrio, sus valores y sus principios.
Monk se fue sintiendo mas proximo a Durban a medida que avanzaba por los tortuosos callejones, dejandose guiar por el recuerdo y el ruido del agua hacia el rio, patio tras patio. Comprendia no solo sus actos sino los sentimientos que sin duda atestaban en la mente de Durban, le tensaban los musculos y le encogian el estomago. Monk compartia la misma ira, la necesidad de hacerle dano a alguien para que pagara por toda aquella maldad.
Rememoro los tiempos en que el y Durban habian recorrido calles interminables buscando a la tripulacion del
?Lo recordaba Monk como realmente habia sido? ?O el dolor de la perdida pintaba su recuerdo con los colores mas calidos de la camaraderia, apartandolo de la realidad? Lo dudaba mucho. No solo resultaba insincero, era una cobardia fingir que la amistad que entablaron fuese artificiosa. Todavia era capaz de oir la voz de Durban, su risa, el sabor del pan y la cerveza compartidos, el amigable silencio mientras el amanecer se anunciaba sobre el rio. Habian contemplado la luz extendiendose por el agua rizada, brillando en la bruma que ocultaba algunos de los perfiles mas duros, aportando belleza a los palos torcidos de un naufragio y emborronando la silueta recortada de construcciones utilitarias.
Scuff iba detras de el, caminando sin hacer ruido, mirando con recelo a un lado y al otro. La estrechez lo asustaba. No queria ni imaginar lo que ocultaban los pasajes. Habia oido lo que el chico acababa de contarles sobre los demas ninos que Phillips habia raptado. Sabia que el tambien podia correr esa suerte. Sin Monk, podia sucederle con suma facilidad. Tenia ganas de alargar el brazo y agarrar el faldon del abrigo de Monk, pero hacer eso seria muy indigno, pues el mundo entero sabria que tenia miedo. No le gustaria que Orme pensara eso de el, y no soportaria que lo hiciera Monk. Tal vez se lo dijera incluso a Hester, y eso seria aun peor.
Trabajaron varios dias mas interrogando a gabarreros, pilotos de transbordador, estibadores y rapinadores. Encontraron ladrones y mendigos, merodeadores, traficantes y peristas, y a todos preguntaron acerca de Durban y su persecucion de Phillips. Sus pesquisas los llevaron rio arriba y abajo por ambas orillas, a lo largo de muelles, dentro de almacenes, en callejones y tiendas, tabernas, albergues y burdeles.
En una ocasion la busqueda de informacion condujo a Monk y a Scuff hasta el Hogar del Extranjero sito en Limehouse. Era un hermoso y espacioso edificio que se alzaba en West India Dock Road.
– ?Caray! -exclamo Scuff, profundamente impresionado por la entrada. Miraba embelesado la inmensidad del lugar, tan radicalmente distinto de las estrechas y miserables casas que habian visitado antes, donde los hombres dormian apinados en las habitaciones.
Se cruzaron con un marino africano; la tersa piel oscura como una castana pulida contrastaba con su camisa blanca. Casi pisandole los talones iba un malayo con pantalones a rayas y un viejo chaqueton de marinero, caminando con un leve balanceo, como si aun estuviera a bordo de un barco.
Scuff se quedo paralizado. En torno a si oia un punado de idiomas y dialectos que resonaban en la sala principal atestada de hombres que constituian un muestrario completo de colores de piel y facciones.
Monk le tiro de la mano para sacarlo de su ensimismamiento y casi lo arrastro hacia el hombre que andaba buscando: un marino indio, oriundo de Madras, que al parecer habia dado informacion a Durban varias veces.
– Oh, si, senor, si-afirmo el indio cuando Monk le pregunto-. Claro que hable con el senor Durban en varias ocasiones. Queria apresar a un hombre muy malo, lo cual resulta singularmente dificil cuando el hombre en cuestion esta protegido por el hecho de utilizar a ninos que estan demasiado asustados para denunciarlo.
– ?Por que lo interrogo a usted? -pregunto Monk sin mas preambulo. El indio enarco las cejas.