– Conozco a ciertos hombres, ?entiende? No por gusto, claro esta, sino por negocios. El senor Durban pensaba que quiza yo estuviera enterado de alguna… ?Como expresarlo? ?Debilidad? ?Me comprende, senor?

Monk no tenia tiempo ni paciencia para andarse con lindezas.

– ?Clientes del barco de Phillips?

El indio hizo una mueca ante la brusquedad de Monk.

– Exacto. Me parecio que creia que algunos de esos hombres tenian mucha influencia en lo que atania a que la ley interviniera en esos asuntos y, como es natural, un imperioso deseo de que todo ello siguiera siendo una cuestion privada.

– ?Entre Phillips, esos caballeros y los ninos de los que abusaban? -pregunto Monk crudamente.

– En efecto. Veo que me ha entendido a la perfeccion.

– ?Y usted pudo ayudarle?

El indio se encogio de hombros.

– Le di nombres y ejemplos, pero no tengo pruebas.

– ?Que nombres? -dijo Monk con apremio.

– Los de ciertos capitanes de puerto, funcionarios de aduanas, el propietario de un burdel, un comerciante que tambien es perista aunque casi nadie lo sabe. Otro nombre que buscaba era el de un capitan de barco que se establecio en tierra y monto su propio negocio de importacion. Amigo de un recaudador de Hacienda, segun dijo el senor Durban.

– Eso suena mas a evasion de impuestos que a cualquier cosa que tenga que ver con Phillips -contesto Monk.

– Oh, si que guardaba relacion con Phillips -insistio el indio-. El senor Durban casi lo atrapo en dos o tres ocasiones. Luego las pruebas se esfumaron como la bruma matutina cuando sale el sol. Puedes ver como ocurre, pero siempre se te escurre entre los dedos, ?entiende? -Nego con la cabeza-. Lo que vende el senor Phillips no es barato, al menos lo que vende en su sucio barquito. Los hombres que lo compran tienen mucho dinero, y el dinero viene del poder. Por eso es tan dificil echar la soga al cuello del senor Phillips.

Monk hizo mas preguntas y el indio se las contesto, pero cuando se levanto para irse, seguido de cerca por Scuff, no tuvo claro que hubiese averiguado nada nuevo. Habia toda clase de hombres implicados, y al menos algunos de ellos tenian el poder suficiente para proteger a Phillips de la Policia Fluvial.

– Mas vale que se ande con ojo -dijo Scuff, con la voz tensa y un poco aguda por la inquietud. Habia renunciado a intentar aparentar que no tenia miedo. Caminaba al lado de Monk, dando un saltito de vez en cuando para compensar su zancada mas corta-. Los de Hacienda son unos malvados. Como vayan a por ti nunca dejaras de tener problemas. A lo mejor el senor Durban se echo para atras por eso, ?no?

– Tal vez -dijo Monk.

El dia siguiente Scuff acompano a Orme, y Monk salio solo en busca de los pocos amigos y confidentes que se habia ganado durante el breve periodo que llevaba en el rio.

Comenzo por Smiler Hobbs, un adusto norteno cuyo rostro lugubre era el motivo de su ironico apodo [6].

– ?Que quiere ahora? -pregunto Smiler en cuanto Monk entro en la casa de empenos y cerro la puerta a sus espaldas-. No tengo nada robado, y no se quede ahi plantado como el castigo del Todopoderoso. Me espanta a la clientela. Lo suyo es peor que construir junto a un estercolero.

– Buenos dias tambien para usted, Smiler -respondio Monk, abriendose paso entre los montones de ollas y sartenes, instrumentos musicales, planchas, varias sillas y un sinfin de piezas sueltas de porcelana-. Me marchare en cuanto averigue lo que quiero saber.

Smiler lo fulmino con la mirada.

– Pues entonces tendra que esperar mucho, porque no tengo nada robado y no se nada de nada.

– Por supuesto que no. Y en cuanto a lo que no tiene, me trae sin cuidado -respondio Monk.

Smiler se mostro sorprendido y luego entrecerro los ojos. Monk se quedo exactamente donde estaba.

– Aunque siempre podria despertarseme el interes -comento-. Ahi tiene un hermoso sextante. Lastima que no este en el mar prestando un buen servicio.

La expresion de Smiler se torno aun mas sombria, como si estuviera contemplando un desastre sin remedio.

– ?Que quiere?

– Cuando el senor Durban intentaba demostrar que Jericho Phillips era responsable de la muerte del nino, ?hablo con usted? -pregunto Monk.

– ?La muerte de que nino? -replico Smiler.

Monk estuvo a punto de espetarle el nombre de Fig, pero entonces vislumbro una oportunidad mejor y la aprovecho.

– Reilly -contesto-. O cualquiera de los otros.

– No me acuerdo del nombre de ningun nino en concreto. Pregunto a todo bicho viviente -dijo Smiler-. Como le he dicho, no se nada sobre eso ni sobre nada mas. Compro cosas a gente que necesita venderlas y vendo cosas que otros necesitan comprar. Digamos que es un servicio publico.

– Eso ya lo se. Yo necesito informacion.

– ?He dicho vender! No estoy para regalar nada.

– Yo tampoco -advirtio Monk-. Al menos no lo hago a menudo. Usted digame lo que quiero saber y le pagare no volviendo aqui para hacerle mas preguntas.

Smiler torcio hacia abajo las comisuras de los labios hasta que su rostro fue una mascara de tragedia.

– Es de la misma calana que Durban, ?verdad? Pilla a los mindundis y los estruja, mientras los sujetos como Phillips, Pearly Boy y Fat Man cortan el cuello a la gente como si fueran ratas, ?y que hacen ustedes al respecto? ?Nada! ?Maldita sea! ?Absolutamente nada!

– Fat Man esta muerto -le dijo Monk.

– ?Ah, si? Quiza… -dijo Smiler esceptico.

– Sin lugar a dudas -respondio Monk sinceramente-. Vi como se hundia con mis propios ojos, y me consta que no volvio a emerger.

Smiler dejo escapar un prolongado suspiro.

– Pues entonces, por una vez hizo usted algo bien. Aunque el arresto de Phillips no pudo hacerse peor. Supongo que alguien lo manipulo, igual que manipularon a Durban. No se puede vencer al diablo. Ya se dara cuenta, si vive lo suficiente. -Volvio a suspirar-. Cosa que dudo.

Monk trago saliva.

– ?Quien manipulo a Durban?

– ?Como quiere que lo sepa? -dijo Smiler con tristeza-. Capitanes de puerto, magistrados [7], hombres con dinero que andan metidos en politica. Estibadores; por lo que se, incluso jueces. Cortas un brazo y mientras buscas el segundo, el primero vuelve a crecer. No vencera. Acabara muerto, igual que Durban. A nadie le importara. Diran que era un loco, y no les faltara razon.

– ?No podran decir que no lo intente!

Smiler hizo una mueca exagerada, torciendo los labios hacia abajo.

– ?Y de que le va a servir en la tumba?

– Voy a lograr que ahorquen a Phillips, se lo prometo -dijo Monk en un arrebato. En su fuero interno bullia la ira y rememoro el rostro socarron de Phillips en el banquillo cuando el jurado dio el veredicto.

– Si lo atrapa, mas vale que lo deguelle -le aconsejo Smiler-. No lo pillara por las buenas; Durban tampoco lo consiguio. Le daba caza como un terrier a una rata y de golpe y porrazo se echo para atras como si lo hubiera mordido. Luego, al cabo de seis meses, volvio a ir a por el. Despues, cuando nadie se lo esperaba, le quito la mano de encima y lo dejo en paz como si fuese el amo del rio. Durban no llevaba la voz cantante, eso se lo puedo asegurar. Y usted tampoco lo hara, por mas tono que se de con su abrigo y sus botas de calidad. Acabara igual que el, mordiendose la cola. Le dare diez chelines por las botas, si no las estropea.

– De modo que alguien lo protege -dijo Monk agriamente-. Tambien lo pillare. Y conservare las botas.

Smiler solto una especie de ladrido, lo que en el equivalia a una carcajada.

– Ni siquiera sabe de quien habla. Y antes de que se ponga a amenazarme como hizo Durban, sepa que me guardo muy mucho de intentar saber nada. La oferta por las botas sigue en pie.

– ?Quien es Mary Webber?

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