– Gracias -dijo Claudine con profunda gratitud-. ?Que le parece si desayunamos? Espero que le guste la mermelada.
– ?Jolin! Claro que me gusta. Usted dira. -Ruby contemplaba el bote como si ya estuviera saboreando su contenido-. Tendra que ponerse una blusa y una falda que no canten, y un manton. Puedo conseguirle uno. Olera mal, se lo advierto. Pero tiene que oler. No puede ir por ahi con su aspecto normal, o la calaran enseguida. Y tendra que mantener la boca cerrada tanto como pueda. Yo le dire lo que tiene que decir, O mejor, finja que es sorda y que no oye nada… Y botines, le conseguire unos botines que parecera que haya ido y vuelto de Escocia a pie.
– Gracias -dijo Claudine en voz baja. Comenzaba a preguntarse si realmente tendria el coraje de seguir adelante con aquello. Era una idea de locos. Se veia totalmente incompetente para llevar a cabo semejante plan. Resultaria humillante. Descubririan que iba disfrazada al instante, y Wallace la haria internar por lunatica. No tendria el menor problema para hacerlo. ?Que otra explicacion podia haber para tal comportamiento?
Ruby meneo la cabeza.
– Tiene muchas agallas, senora. -Los ojos le brillaban con un respeto reverencial-. Apuesto a que la senora estaria orgullosa de usted. ?Aunque no sere yo quien se lo diga! -agrego enseguida-. Descuide, que no me chivare.
Aquello zanjaba el asunto. Ya no habia vuelta atras. Le seria imposible defraudar la fe que Ruby depositaba en ella y su ferviente admiracion.
– Gracias -dijo Claudine de nuevo-. Es usted una aliada excelente y leal.
Ruby resplandecio complacida, pero estaba demasiado emocionada para hablar.
Claudine no salio hasta el atardecer, cuando tendria mas posibilidades de pasar inadvertida. Aun asi, caminaba con la cabeza gacha, arrastrando un poco los pies calzados con botines ajenos e incomodos en extremo. Debia de presentar un aspecto horrible. Llevaba el pelo engrasado con aceite de la cocina, cuyo olor a rancio le repugnaba, y la cara manchada de mugre, igual que las manos y la parte del cuello que quedaba a la vista. Iba envuelta en un manton, y le alegraba poder arrebujarse con el, no tanto porque hiciera frio, pues hacia una noche templada, como para ocultar tanto de si misma como fuese posible. Acarreaba una bandeja ligera que podia colgarse del cuello con un cordel, y una bolsa llena de cajas de cerillas para vender. Tambien llevaba calderilla, sobre todo peniques y medios peniques. Ruby le habia dicho que monedas mayores resultarian sospechosas.
Comenzo por el muelle de mas alla de Wapping y camino lentamente hasta encontrar una esquina entre una buena tabaqueria y una taberna, y se quedo alli plantada con la bandeja apoyada justo debajo del busto, sintiendose tan llamativa como una mosca aplastada contra una pared blanca, y mas o menos igual de inutil.
Tambien sentia miedo. Cuando oscurecio solo veia claramente los breves trechos de calle que iluminaban las farolas, o retazos de acera rota donde la luz salia de una ventana o de una puerta abierta de repente. Habia ruido por todas partes. A lo lejos los perros ladraban por encima del traqueteo del trafico que circulaba por una bulliciosa travesia a unos setenta metros de alli. Mas cerca de ella, la gente gritaba, y por encima de ese jaleo, se oian subitas carcajadas y pasos a la carrera.
La embargo un ridiculo agradecimiento cuando un hombre le hablo y le compro cerillas. Que la hubiese visto y reconocido como un ser humano rompio la soledad que la habia ido envolviendo como una burbuja de cristal. Sonrio, y al hacerlo recordo con verguenza que Ruby tambien le habia ennegrecido dos dientes; los tenia muy bonitos, demasiado regulares y blancos para el tipo de mujer que estaba fingiendo ser.
Lo que aun resultaba mas extrano y desconcertante era que el hombre no se diera cuenta de nada. La tomo exactamente por lo que aparentaba ser, una mujer de la calle demasiado vieja y poco agraciada para ejercer de puta, pero que aun asi necesitaba ganar un par de chelines, sola y de noche en la esquina de una calle vendiendo cerillas lloviera o nevara, hiciera frio o calor. Se sintio aliviada, aunque no menos perpleja. ?Era esa la unica diferencia, la ropa y un poco de mugre, el modo de llevar la cabeza, tanto si se atrevia a mirarle a los ojos como si no?
Podria pasar alli toda la noche y quienes se apiadaran de ella le comprarian cerillas, pero no averiguaria nada. Tenia que situarse mas cerca de las tiendas que vendian libros y periodicos, tabaco, la clase de cosa que un hombre compraria sin suscitar interes ni comentarios. Ruby le habia dicho donde estaban y como eran. ?Quiza deberia ir mas cerca del barco de Jericho Phillips? Deseaba descubrir su comercio en concreto. A lo mejor, como la mayoria de otros ramos, cada cual tenia su zona y no se metia en territorio ajeno. En cualquier caso, alli estaba cogiendo frio y se estaba entumeciendo, y lo unico que conseguia era un poco de practica en la venta de cerillas.
Echo a caminar hacia el rio y recorrio cosa de medio kilometro hasta el sur de Execution Dock. Aquel era uno de los sitios donde se sabia que Phillips atracaba su barco. Otro quedaba todavia mas al sur, en Limehouse Reach, Aun habia un tercero donde el meandro de Isle of Dogs doblaba hacia Blackwall Reach, enfrente de las marismas de Bugsby Marshes. Demasiado lejos para que un hombre rico fuera en busca de placeres y, por descontado, mucho menos rentable para vender libros y fotografias.
?Estaba siendo inteligente? ?O simplemente demasiado estupida para saber lo necia que era? Wallace habria dicho lo segundo, si no estuviera que trinase y optara por callar. No soportaria que llevara razon; eso seria casi tan malo como defraudar a Ruby.
Siguio caminando. Era tarde y reinaba una oscuridad absoluta. ?Hasta que hora permanecian abiertas las tiendas? Comprar pornografia infantil sin duda no era algo que se hiciera durante el dia. Como estaban en verano, ?permanecerian abiertas toda la noche? Tal vez los clientes acudieran despues de asistir al teatro. Aunque lo mas evidente seria hacerlo despues de visitar el barco de Phillips.
Aquella era su mejor baza, ir hacia el rio y los callejones que conducian a los muelles.
Sin embargo, anduvo de aqui para alla infructuosamente hasta pasada la medianoche. Finalmente, cansada, con frio y desalentada, regreso a la clinica, donde Ruby la recibio. Fue entonces cuando se jacto de que no se daba por vencida, aseverando que al dia siguiente volveria a salir. Fue a una de las habitaciones vacias que reservaban para las pacientes con enfermedades contagiosas y durmio hasta que de buena manana la desperto un ruido de pasos y la maldicion entre dientes de una de las asistentas.
Claudine se habia puesto contra las cuerdas y no podia eludir el compromiso de salir aquel atardecer, a no ser que estuviera dispuesta a perder la reciente adoracion de Ruby. Se sorprendio al constatar que la valoraba demasiado para plantearse siquiera algo semejante.
Esa razon la llevo a encontrarse de nuevo en la esquina de la misma calle, azotada por el viento y bajo una fina llovizna veraniega, acarreando una bandeja de cerillas, tapada con un hule, cuando un par de encopetados caballeros pasaron por alli, al parecer sin reparar en ella.
Claudine se volvio, como para cruzar la calle, o incluso para seguirlos y suplicarles que le compraran una caja de cerillas. En cambio, paso de largo y echo una rapida ojeada a la fotografia que uno de los hombres estaba mirando. La decepciono mucho que fuese de una mujer adulta sorprendida completamente desnuda. Lo unico que sintio fue la desilusion de que no fuera uno de los ninos de Phillips. Y tambien cierto alivio que no hizo sino acentuar su sensacion de culpabilidad. En realidad preferia no ver esas imagenes; el problema residia en que no tenia sentido presentar ninguna prueba a Hester si no podia jurar que contenian. Todos habian aprendido la amarga leccion de lo inutil que podia llegar a ser.
Entonces cayo en la cuenta de que vender un tipo de pornografia no impedia venderla de otro. Paro en seco, como si hubiese olvidado algo, dio media vuelta y regreso de nuevo a ocupar su sitio a pocos metros de donde habia estado antes. Esta vez se situo al otro lado de la calle, desde donde podria observar a cualquiera que entrara a la tienda, viniese de la direccion que viniera.
Vio entrar y salir a varios clientes de aspecto corriente, pero la siguiente vez que vio entrar a un hombre bien vestido cruzo la callejuela y entro en la tienda detras de el. Se quedo en un rincon como si aguardara su turno en las sombras, alejada de lo que se hablara en el mostrador. A primera vista cualquiera hubiese pensado que estaba siendo discreta.
Cuando el comprador hubo elegido las tarjetas que deseaba y pagado al tendero, Claudine avanzo, fingiendo estar mareada, y dio un traspie hacia un lado. Como por accidente, choco contra la mano del cliente y las tarjetas cayeron al suelo revoloteando. Dos quedaron boca abajo, tres boca arriba. Mostraban ninos desnudos y asustados