– Menos mal que eres tan ingenuo como ellos -dijo Kote con aspereza en cuanto estuvieron fuera del alcance de la vista de la clientela. Empezo a maldecir por lo bajo mientras subia unos escalones mas; era evidente que no le pasaba nada en la rodilla.

Bast abrio mucho los ojos, y luego los entrecerro.

Kote se paro en lo alto de la escalera y se froto los ojos.

– Hay un tipo que me ha reconocido -dijo frunciendo el ceno-. Al menos sospecha.

– ?Quien? -pregunto Bast con una mezcla de enfado y aprension.

– Ese rubio de la camisa verde. El que estaba mas cerca de mi, junto a la chimenea. Dale algo que le haga dormir. Ya ha bebido mucho. Si se queda frito, a nadie le extranara.

Bast cavilo un momento.

– ?Nogrura? -pregunto.

– Mejor mhenka.

Bast arqueo una ceja, pero asintio con la cabeza.

Kote se enderezo.

– Escuchame con atencion, Bast.

Bast parpadeo una vez y asintio con la cabeza.

Kote hablo resuelta y decididamente:

– Era escolta municipal de Ralien. Me hirieron unos bandidos cuando defendia una caravana. Una flecha en la rodilla. Hace tres anos. En verano. Hice bien mi trabajo. Un comerciante cealdi-co, agradecido, me dio dinero para montar una posada. Se llama Deolan. Habiamos viajado juntos desde Purvis. Mencionalo de pasada. ?Lo tienes?

– Te he escuchado con atencion -respondio Bast con formalidad.

– Ya puedes bajar.

Media hora mas tarde Bast llevo un cuenco a la habitacion de su maestro y le aseguro que abajo todo iba bien. Kote asintio y le dio instrucciones a su pupilo de que no lo molestaran durante el resto de la noche.

Bast cerro la puerta al salir; su expresion era de preocupacion. Se quedo un rato en lo alto de la escalera, pensando que podia hacer.

Resulta dificil decir que era lo que tanto preocupaba a Bast. No se apreciaba ningun cambio en la actitud de Kote. Salvo que se movia un poco mas despacio, quiza, y que la pequena chispa que la actividad de esa noche habia prendido en sus ojos se habia apagado un poco. De hecho, apenas se veia ya. De hecho, podia no haber existido nunca.

Kote se sento delante del fuego y se comio la comida con movimientos mecanicos, como si sencillamente buscara un sitio en su interior donde depositarla. Despues del ultimo bocado, se quedo sentado con la mirada perdida; no se acordaba de que habia comido ni de que sabor tenia.

El fuego crepito; Kote parpadeo y miro alrededor. Se miro las manos, recogidas una dentro de la otra sobre su regazo. Pasados unos instantes, las levanto y las abrio, como si quisiera calentarlas a la lumbre. Eran unas manos elegantes, con dedos largos y delicados. Las observo atentamente, como si esperara que hiciesen algo por propia iniciativa. Entonces las bajo de nuevo al regazo, recogidas, y siguio contemplando el fuego. Asi permanecio -inexpresivo, inmovil- hasta que en la chimenea solo quedaron cenizas grises y unas brasas que ardian debilmente.

Cuando estaba desvistiendose para acostarse, el fuego llameo. La luz rojiza descubrio unas debiles lineas en su cuerpo, en la espalda y en los brazos. Todas las cicatrices eran lisas y plateadas, y lo surcaban como rayos, como rastros de dulces recuerdos. La llamarada del fuego las ilumino brevemente todas: las antiguas y las nuevas. Todas las cicatrices eran lisas y plateadas excepto una.

El fuego parpadeo y se apago. El sueno recibio a Kote como un amante en una cama vacia.

Los viajeros partieron a la manana siguiente, temprano. Bast los atendio y les explico que a su amo se le habia hinchado mucho la rodilla y que no se veia con animos de bajar la escalera tan pronto. Todos lo entendieron salvo el joven rubio, que estaba demasiado atontado para entender nada. Los guardias se sonrieron y pusieron los ojos en blanco mientras el calderero soltaba un sermon improvisado sobre la abstinencia de bebidas alcoholicas. Bast le recomendo diversas curas para la resaca, todas desagradables.

Cuando se hubieron marchado, Bast se quedo atendiendo la posada. Una tarea sencilla, porque no habia clientes. La mayor parte del tiempo la dedico a buscar maneras de distraerse.

Poco despues del mediodia Kote bajo por la escalera y se lo encontro en la barra cascando nueces con la ayuda de un grueso libro encuadernado en piel.

– Buenos dias, Reshi.

– Buenos dias, Bast -dijo Kote-. ?Alguna noticia?

– Ha pasado el hijo de Orrison. Queria saber si necesitamos cordero.

Kote asintio, como si hubiera estado esperando esa noticia.

– ?Cuanto le has encargado?

Bast hizo una mueca.

– Odio el cordero, Reshi. Sabe a mitones mojados.

Kote se encogio de hombros y fue hacia la puerta.

– Tengo que hacer unos encargos. Vigila esto, ?quieres?

– Siempre lo hago.

Fuera de la posada Roca de Guia, en la vacia calle de tierra que discurria por el centro del pueblo, no corria ni pizca de brisa. El cielo era una extension uniforme de nubes grises; parecia que quisiera llover pero no lograse reunir la energia suficiente.

Kote cruzo la calle y fue hasta la puerta de la herreria, que estaba abierta. El herrero llevaba el pelo muy corto y tenia una poblada y enmaranada barba. Mientras Kote lo observaba, metio con cuidado un par de clavos por la abrazadera de la hoja de una guadana, fijandola con firmeza a un mango curvo de madera.

– Hola, Caleb.

El herrero apoyo la guadana en la pared.

– ?En que puedo ayudarte, maese Kote?

– ?Por tu casa tambien ha pasado el hijo de Orrison? -Caleb asintio-. ?Siguen perdiendo ovejas? -pregunto Kote.

– La verdad es que han aparecido algunas de las que habian perdido. Destrozadas, eso si. Practicamente trituradas.

– ?Lobos? -pregunto Kote.

El herrero se encogio de hombros.

– Ya se que es raro en esta epoca del ano, pero ?que va a ser? ?Un oso? Creo que estan vendiendo los animales que no pueden vigilar, porque andan escasos de mano de obra.

– ?Escasos de mano de obra?

– Han tenido que dejar marchar al jornalero por culpa de los impuestos, y su hijo mayor se alisto al servicio del rey a principios de verano. Esta combatiendo a los rebeldes en Menat.

– En Meneras -le corrigio amablemente Kote-. Si vuelves a ver al chico, dile que me gustaria comprar tres mitades.

– Lo hare. -El herrero miro al posadero con complicidad-. ?Algo mas?

– Bueno… -Kote miro hacia otro lado; de pronto parecia cohibido-. Me preguntaba si tendrias por ahi alguna barra de hierro -dijo sin mirar al herrero a los ojos-. No hace falta que sea bonita. Un trozo de hierro basto me serviria.

Caleb chasco la lengua.

– No sabia si vendrias. El viejo Cob y los demas pasaron anteayer. -Fue hasta un banco de trabajo y levanto un trozo de lona-. Hice un par de mas por si acaso.

Kote cogio una barra de hierro de unos sesenta centimetros de largo y la hizo oscilar con una mano.

– Eres un tipo listo.

– Conozco el negocio -repuso el herrero con petulancia-. ?Necesitas algo mas?

– Pues… -dijo Kote al mismo tiempo que apoyaba comodamente la barra de hierro sobre un hombro-, si, hay

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