De pronto se interrumpio y miro mas alla del circulo de luz.
– Quedate con la espalda pegada a la pared -dijo de pronto, y levanto el garrote de hierro con ambas manos.
Cronista miro mas alla de la hoguera. Una silueta oscura se movia entre los arboles.
Llegaron a la zona iluminada, avanzando pegadas al suelo: eran unas siluetas negras, con muchas patas y del tamano de ruedas de carreta. Una, mas rapida que las demas, se dirigio hacia la luz sin vacilar, moviendose con la inquietante y sinuosa velocidad de un insecto que se escabulle.
Antes de que Cronista pudiera levantar el leno, la cosa avanzo de lado bordeando la hoguera y salto sobre el con la agilidad de un grillo. Cronista levanto las manos al mismo tiempo que la cosa negra le golpeaba en la cara y en el pecho. Sus frias y duras patas buscaron un sitio donde sujetarse, y Cronista sintio unas fuertes punzadas de dolor en la parte de atras de uno de sus brazos. El escribano se tambaleo; se le torcio un tobillo y empezo a caer hacia atras agitando los brazos.
Al caer, Cronista vio el circulo de luz por ultima vez. Habia mas cosas negras saliendo de la oscuridad; sus patas marcaban un rapido
Cronista todavia estaba cayendo hacia atras, con esa cosa negra encima, cuando noto una sorda y oscura explosion: se habia golpeado la cabeza contra la pared de piedra. Todo se ralentizo alrededor, se volvio borroso y, finalmente, negro.
Cronista abrio los ojos y vio una confusa mezcla de luminosidad y siluetas oscuras. Le dolia la cabeza. Notaba diversas lineas de intenso dolor en la parte de atras de los brazos y, al respirar, un dolor mas sordo en el costado izquierdo.
Tras un largo momento de concentracion, el mundo volvio a aparecer ante el, aunque desenfocado. El desconocido estaba sentado cerca de el. Ya no llevaba puestos los guantes, y su pesada capa colgaba de su cuerpo hecha jirones; pero por lo demas parecia ileso. La capucha de la capa le tapaba la cara.
– ?Estas despierto? -pregunto el hombre con curiosidad-. Me alegro. Con las heridas en la cabeza nunca se sabe. -Ladeo un poco la cabeza-. ?Puedes hablar? ?Sabes donde estas?
– Si -contesto Cronista con voz pastosa. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para pronunciar esa unica palabra.
– Mejor aun. Veamos, la tercera es la definitiva. ?Crees que podras levantarte y echarme una mano? Tenemos que quemar y enterrar los restos.
Cronista movio un poco la cabeza y de pronto sintio nauseas.
– ?Que ha pasado? -pregunto.
– Quiza te haya roto un par de costillas -respondio el hombre-. Se te habia subido uno encima. No tuve muchas opciones. -Se encogio de hombros-. Lo siento, si te sirve de algo. Ya te he cosido los cortes de los brazos. Creo que se te curaran bien.
– ?Se han ido?
El hombre de la capucha meneo la cabeza.
– Los escrales no se retiran. Son como las avispas cuando salen del avispero. Siguen atacando hasta morir.
Una expresion de horror se extendio por el rostro de Cronista.
– ?Hay un nido de esas cosas?
– No, por Dios. Solo eran cinco. Sin embargo, tenemos que quemarlos y enterrarlos, para asegurarnos. Ya he cortado la lena que vamos a necesitar, de fresno y de serbal.
Cronista solto una risotada que sono un tanto histerica.
– Como en la cancion infantil:
Atiende, si no escuchas no da igual:
esta vez cavaras un hoyo abismal,
cogeras fresno, olmo y serbal…
– Si, exacto -dijo el hombre de la capucha con aspereza-. Te sorprenderia la cantidad de verdades que se esconden en las canciones infantiles. No creo que haga falta cavar tan hondo, pero… no me vendria mal un poco de ayuda.
Cronista levanto una mano y se palpo la parte de atras de la cabeza; luego se miro los dedos y le sorprendio que no estuvieran manchados de sangre.
– Creo que estoy bien -dijo al mismo tiempo que lentamente se apoyaba en un codo y a continuacion se sentaba-. ?Hay algun…? -Parpadeo un momento y todo el se desmadejo; cayo hacia atras sin fuerzas. Su cabeza golpeo el suelo, reboto una vez y se quedo quieta, ligeramente ladeada.
Kote espero largo rato pacientemente sentado, observando al hombre inconsciente. Cuando no vio mas movimiento que el lento subir y bajar del pecho, se puso en pie con dificultad y se arrodillo al lado de Cronista. Le levanto un parpado y luego el otro, y dio un grunido. Al parecer, lo que acababa de ver no lo habia sorprendido mucho.
– Supongo que no vas a volver a despertarte, ?verdad? -pregunto sin muchas esperanzas. Le dio unos golpecitos en la palida mejilla-. No, no lo creo. -Una gota de sangre cayo en la frente de Cronista, seguida rapidamente de otra.
Kote se enderezo y le limpio la sangre a Cronista lo mejor que pudo. No fue facil, porque tambien tenia las manos ensangrentadas.
– Lo siento -dijo distraidamente.
Exhalo un hondo suspiro y se quito la capucha. Tenia el rojo cabello apelmazado y adherido al craneo, y media cara cubierta de sangre seca. Poco a poco empezo a quitarse los restos de la capa. Debajo llevaba un delantal de herrero, cubierto de grandes tajaduras. Se lo quito tambien, revelando una sencilla camisa gris de tejido artesanal. Tenia el brazo izquierdo y los hombros oscuros y mojados de sangre.
Kote hizo ademan de empezar a desabrocharse la camisa, pero entonces decidio no quitarsela. Se puso trabajosamente en pie, cogio la pala y poco a poco, con mucho dolor, empezo a cavar.
5 Notas
Era pasada la medianoche cuando Kote llego a Newarre cargando el cuerpo inerte de Cronista sobre los hombros lacerados. Las casas y las tiendas del pueblo estaban a oscuras y en silencio, pero la posada Roca de Guia estaba iluminada.
Bast, de pie en el umbral, casi danzaba de irritacion. Al ver acercarse a Kote, echo a correr calle abajo agitando, furioso, un pedazo de papel.
– ?Una nota? ?Te escapas y me dejas una nota? -dijo en voz baja, pero furioso-. ?Por quien me has tomado, por una ramera de puerto?
Kote se dio la vuelta y sacudio los hombros hasta depositar el cuerpo inerte de Cronista en los brazos de Bast.
– Sabia que lo unico que harias seria discutir conmigo, Bast.
Bast sujeto a Cronista ante el sin esfuerzo.
– Si al menos hubiera sido una nota decente. «Si estas leyendo esto, seguramente estoy muerto.» ?Que clase de nota es esa?
– Se suponia que no la encontrarias hasta manana -respondio Kote cansado, y echaron a andar por la calle hacia la posada.
Bast miro al hombre que llevaba en brazos como si lo viera por primera vez.
– ?Quien es este? -Lo zarandeo un poco, mirandolo con curiosidad antes de cargarselo sobre un hombro con