otra cosa. ?No te sobraran un delantal y unos guantes de forja?
– Tal vez -respondio Caleb con vacilacion-. ?Por que?
– Detras de la posada hay una vieja parcela llena de zarzas -dijo Kote senalando hacia la Roca de Guia con la cabeza-. Creo que voy a desbrozarla para plantar un huerto el ano que viene. Pero no quiero despellejarme vivo.
El herrero asintio e hizo senas a Kote para que lo siguiera a la trastienda.
– Tengo los viejos -dijo mientras desenterraba un par de pesados guantes y un acartonado delantal de cuero; ambos estaban chamuscados en varios sitios y manchados de grasa-. No son bonitos, pero supongo que te protegeran un poco.
– ?Cuanto quieres por ellos? -pregunto Kote sacando su bolsa.
El herrero nego con la cabeza.
– Si te pidiera una iota ya me pareceria excesivo. Ni el muchacho ni yo los necesitamos.
El posadero le dio una moneda, y el herrero metio el delantal y los guantes en un viejo saco de arpillera.
– ?Estas seguro de que quieres hacerlo ahora? -pregunto el herrero-. Hace tiempo que no llueve. La tierra estara mas blanda en primavera, despues del deshielo.
Kote se encogio de hombros.
– Mi abuelo siempre decia que el otono es la estacion idonea para arrancar de raiz cualquier cosa que no quieras que vuelva a molestarte. -Kote imito la temblorosa voz de un anciano-: «En los meses de primavera todo esta demasiado lleno de vida. En verano, esta demasiado fuerte y no hay manera de soltarlo. El otono…» -Miro alrededor; las hojas de los arboles estaban cambiando de color-. «El otono es el momento idoneo. En otono todo esta cansado y mas dispuesto a morir.»
Esa misma tarde, Kote envio a Bast a recuperar horas de sueno. Entonces se movio con desgana por la posada, haciendo las pequenas tareas que no habia terminado la noche anterior. No habia clientes. Cuando por fin anochecio, el posadero encendio las lamparas y, sin mucho interes, se puso a hojear un libro.
Se suponia que el otono era la estacion del ano mas ajetreada, pero ultimamente escaseaban los viajeros. Kote sabia con funesta certeza lo largo que iba a ser el invierno.
Cerro la posada temprano, lo que nunca habia hecho hasta entonces. No se molesto en barrer, no hacia falta. No limpio las mesas ni la barra, porque no se habian utilizado. Restrego un par de botellas, cerro la puerta con llave y fue a acostarse.
No habia nadie alli que pudiera notar la diferencia. Solo estaba Bast, que, preocupado, observaba a su maestro y esperaba.
4 De camino a Newarre
Cronista caminaba. El dia anterior habia cojeado, pero ahora le dolian los pies pisara como pisase, asi que no tenia sentido cojear. Habia buscado caballos en el vado de Abbott y en Rannish, y habia ofrecido sumas exorbitantes por los animales mas lamentables. Pero en los pueblos pequenos como esos, a la gente no le sobraban caballos, sobre todo estando proximo el tiempo de la cosecha.
Pese a llevar todo el dia andando, seguia en el camino cuando cayo la noche; la calzada de tierra, con profundas rodadas, se convirtio en un terreno traicionero, lleno de siluetas apenas vistas. Tras dos horas avanzando a tientas en la oscuridad, Cronista vio unas luces que parpadeaban entre los arboles y abandono su proposito de llegar a Newarre esa noche, pues no pudo renunciar a la hospitalidad de una granja.
Dejo el camino y fue hacia la luz dando tumbos entre los arboles. Pero el fuego estaba mas lejos y era mayor de lo que le habia parecido. No se trataba de la lampara de una vivienda, ni de las chispas de una fogata. Era una hoguera que ardia con fiereza entre las ruinas de una casa de la que solo quedaban dos muros de piedra desmoronadizos. Acurrucado en la esquina que formaban esas dos paredes habia un hombre. Llevaba una capa con capucha, y se abrigaba con ella como si fuera un dia de pleno invierno y no una templada noche de otono.
Las esperanzas de Cronista aumentaron cuando vio un pequeno fuego de cocinar con un cazo colgando encima. Pero al acercarse, percibio un olor desagradable que se mezclaba con el del humo de lena. Apestaba a pelo quemado y a flores podridas. Rapidamente, Cronista decidio que fuera lo que fuese lo que ese hombre estuviera cocinando en el cazo de hierro, el no queria probarlo. Sin embargo, la perspectiva de sentarse junto al fuego era mejor que la de acurrucarse en la cuneta.
Cronista entro en el circulo de luz que proyectaba la hoguera.
– He visto el fu… -Se interrumpio, porque la figura se puso en pie de un brinco, blandiendo una espada con ambas manos. No, no era una espada, sino una especie de garrote, largo y oscuro, con una forma demasiado regular para ser un tronco.
Cronista se paro en seco.
– Solo buscaba un sitio donde dormir -se apresuro a decir, e inconscientemente agarro el aro de hierro que llevaba colgado del cuello-. No quiero causar problemas. Te dejare cenar en paz. -Dio un paso atras.
La figura se relajo; bajo el garrote, que rozo una piedra y produjo un sonido metalico.
– Por el carbonizado cuerpo de Dios, ?que haces aqui a estas horas de la noche?
– Iba hacia Newarre y he visto el fuego.
– ?Y te has dirigido en plena noche hacia un fuego desconocido? -El hombre encapuchado sacudio la cabeza-. Sera mejor que te acerques. -Le hizo senas para que se aproximara, y el escribano se fijo en que el individuo llevaba puestos unos gruesos guantes de cuero-. Que Tehlu nos asista, ?has tenido mala suerte toda la vida, o la reservabas toda para esta noche?
– No se a quien esperas -dijo Cronista, y todavia retrocedio un paso mas-, pero estoy seguro de que prefieres hacerlo solo.
– Callate y escucha -replico el individuo con aspereza-. No se cuanto tiempo nos queda. -Miro hacia abajo y se froto la cara-. Dios, nunca se cuanto tengo que decir. Si no me crees, pensaras que estoy loco. Y si me crees, te asustaras y sera peor. -Volvio a mirar hacia arriba y vio que Cronista no se habia movido-. Ven aqui, maldita sea. Si te vas ahora, eres hombre muerto.
Cronista miro por encima del hombro hacia el oscuro bosque.
– ?Por que? ?Que hay ahi fuera?
El hombre lanzo una breve y amarga risotada y sacudio la cabeza, exasperado.
– ?Quieres que te diga la verdad? -Se paso las manos por el pelo, y al hacerlo se bajo la capucha. La luz de la hoguera ilumino un cabello de un rojo increible, y unos ojos de un verde asombroso e intenso. Miro a Cronista como si se midiera con el-. Demonios -dijo-. Demonios con forma de aranas enormes y negras.
Cronista se relajo.
– Los demonios no existen. -Por su tono de voz, era evidente que habia pronunciado esas palabras muchas, muchas veces.
El pelirrojo solto una risotada de incredulidad.
– ?Bueno, en ese caso supongo que podemos marcharnos todos a casa! -Y le lanzo una sonrisa de loco a Cronista-. Mira, supongo que eres un hombre instruido. Eso lo respeto, y en gran parte tienes razon. -Adopto una expresion mas seria-. Pero aqui y ahora, esta noche, te equivocas. Te equivocas de plano. Cuando lo comprendas no querras estar al otro lado de la hoguera.
La rotunda certeza en la voz de aquel hombre le produjo a Cronista un escalofrio. Con la impresion de que estaba cometiendo una estupidez, bordeo la hoguera poco a poco hasta situarse al otro lado.
El desconocido enseguida lo calo.
– Supongo que no llevaras armas, ?verdad? -pregunto, y Cronista nego con la cabeza-. En realidad no importa. Una espada no te serviria de mucho. -Le puso en las manos un grueso leno-. Dudo que consigas darle a alguno, pero vale la pena intentarlo. Son rapidos. Si se te sube uno encima, tirate al suelo. Intenta caer sobre el y aplastarlo con el cuerpo. Rueda por el suelo. Si logras sujetar a uno, lanzalo al fuego.
Volvio a ponerse la capucha y siguio hablando, muy deprisa:
– Si llevas alguna prenda de repuesto, pontela. Si tienes una manta, podrias envolver…