– Muy bien. Paja -dijo Dal con soltura-. E'lir Fenton, como Kvothe esta invicto, puedes escoger la fuente. -Se oyeron debiles risas por el aula.

Note un vacio en el estomago. Eso no me lo esperaba. Normalmente, el que no escogia el juego, escogia la fuente. Yo tenia pensado escoger brasero, porque sabia que la cantidad de calor me ayudaria a compensar el handicap que yo mismo me habia impuesto.

Fenton sonrio. Sabia que tenia ventaja.

– Ninguna fuente -dijo.

Hice una mueca. La unica fuente de calor con que contariamos seria nuestro propio cuerpo. Eso era dificil en el mejor de los casos, ademas de un poco peligroso.

Yo no podia ganar. No solo iba a perder mi privilegiada posicion en el ranking, sino que ademas no tenia forma de indicar a Sovoy que no apostara mis dos ultimas iotas. Intente atraer su atencion, pero ya estaba ocupado en silenciosas e intensas negociaciones con un punado de alumnos.

Fenton y yo, sin decir nada, fuimos a sentarnos a los lados opuestos de una gran mesa de trabajo. Elxa Dal puso dos gruesos cabos de vela encima de la mesa, uno delante de cada uno de nosotros. El objetivo era encender la vela de tu contrincante y, al mismo tiempo, impedir que el encendiera la tuya. Para eso tenias que partir tu mente en dos; una parte tenia que convencer al Alar de que tu trozo de mecha (o de paja, si eras estupido) era lo mismo que la mecha de la vela que intentabas encender. Luego extraias energia de tu fuente para conseguirlo.

Entretanto, la otra parte de tu mente trataba de mantener la creencia de que el trozo de mecha de tu contrincante no era lo mismo que la mecha de tu vela.

Si os parece complicado, creedme: no os podeis ni imaginar lo mucho que lo era.

Por si fuera poco, ninguno de los dos tenia una fuente facil de donde extraer la energia. Si usabas tu propio cuerpo como fuente, tenias que andarte con cuidado. El cuerpo esta caliente por algun motivo, y reacciona mal cuando lo privan de ese calor.

Elxa Dal nos hizo una senal, y Fenton y yo nos pusimos a trabajar. Inmediatamente, yo emplee toda mi mente en la defensa de mi vela y empece a pensar con furia. Era imposible que ganara. Por muy buen esgrimista que seas, si tu oponente tiene una espada de acero de Ramston y tu has elegido pelear con una vara de sauce, solo puedes perder.

Me sumergi en el Corazon de Piedra. Entonces, dedicando todavia la mayor parte de mi mente a la proteccion de mi vela, murmure un vinculo entre mi vela y la de Fenton. Estire un brazo y tumbe mi vela, obligando a Fenton a sujetar la suya antes de que hiciera lo mismo que la mia y rodara por la mesa.

Intente aprovechar rapidamente la distraccion de Fenton y prender su vela. Me lance y note como el frio ascendia por mi brazo, desde mi mano derecha, con la que sujetaba el trozo de paja. No paso nada. La vela de Fenton seguia apagada y fria.

Ahueque una mano alrededor de la mecha de mi vela, para que Fenton no pudiera verla. Era un truco muy bajo, y generalmente inutil contra un simpatista experto, pero mi unica esperanza era poner nervioso a Fenton.

– Eh, Fen -dije-, ?sabes el del calderero, el tehlino, la hija del granjero y la mantequera?

Fen no contesto. Su palido rostro reflejaba una intensa concentracion.

Descarte la distraccion como tactica. Fenton era demasiado listo para dejarse vencer asi. Ademas, me estaba costando mantener la concentracion necesaria para proteger mi vela. Me sumergi un poco mas en el Corazon de Piedra y me olvide de todo excepto de las dos velas y los trozos de mecha y de paja.

Al cabo de un minuto estaba empapado de un sudor frio. Empece a temblar. Fenton lo vio y sonrio estirando sus palidos labios. Redoble mis esfuerzos, pero la vela de mi contrincante ignoraba mis mejores intentos de prenderle fuego.

Pasaron cinco minutos; el resto de los alumnos de la clase estaban quietos como estatuas. Los duelos no solian durar mas de un minuto o dos; eso era lo que tardaba una persona en demostrar que era mas lista o que poseia una voluntad mas fuerte. Yo ya tenia ambos brazos frios. Me fije en que a Fenton le palpitaba un musculo del cuello, como la ijada de un caballo que intenta ahuyentar a una mosca que le esta picando. Se puso rigido para combatir el impulso de temblar. Una voluta de humo empezo a salir de la mecha de mi vela.

Aguante. Me di cuenta de que hacia ruido al respirar, con los dientes apretados y con los labios retirados formando una mueca feroz. Fenton no se habia fijado; tenia los ojos vidriosos y desenfocados. Volvi a estremecerme, con tanta fuerza que casi me paso por alto el temblor de la mano de Fenton. Entonces, poco a poco, a Fenton empezo a desplomarsele la cabeza hacia el tablero de la mesa. Se le cayeron los parpados. Aprete los dientes y obtuve la recompensa de ver una fina voluta de humo que se elevaba de la mecha de la vela de Fenton.

Fenton se volvio con un movimiento rigido para mirar, pero en lugar de correr a defender su vela, hizo un ademan lento y pesado de rechazo y apoyo la cabeza sobre el brazo.

Cuando en su vela, que tenia cerca del codo, prendio una chisporroteante llama, Fenton no levanto la cabeza. Hubo unos breves aplausos, mezclados con exclamaciones de incredulidad.

Alguien me dio unas palmadas en la espalda.

– ?Que te parece? Se ha consumido el mismo.

– No -dije con voz pastosa, y estire un brazo por encima de la mesa. Con dificultad, pues tenia los dedos entumecidos, abri la mano de Fenton que sujetaba la mecha y vi que tenia sangre-. Maestro Dal -dije tan rapido como pude-, esta helado. -Al hablar me di cuenta de lo frios que tenia los labios.

Pero Dal ya estaba alli con una manta para cubrir a mi contrincante.

– Tu. -Senalo a uno de los alumnos al azar-. Trae a alguien de la Clinica. ?Rapido! -El alumno se marcho a toda prisa-. Insensato. -El maestro Dal murmuro un vinculo de calor. Me miro-. Deberias andar un poco. No tienes mucho mejor aspecto que el.

Ese dia no hubo mas duelos. El resto de los alumnos contemplaron como Fenton se recuperaba lentamente bajo los cuidados de Elxa Dal. Cuando llego un El'the de la Clinica, Fenton habia entrado en calor lo suficiente para empezar a temblar. Tras un cuarto de hora de mantas abrigadas y cuidados simpaticos, Fenton pudo beber algo caliente, aunque todavia le temblaban las manos.

Cuando hubo pasado todo el alboroto ya era casi la tercera campanada. El maestro Dal consiguio hacer sentar a todos los alumnos y hacerlos callar lo suficiente para dirigirnos unas palabras.

– Lo que hemos visto hoy es un ejemplo excelente de «tiritona del simpatista». El cuerpo es delicado, y perder unos grados de calor rapidamente puede alterar todo el organismo. Un caso leve de tiritona no es mas que eso: una tiritona. Pero los casos mas extremos pueden conducir a un estado de choque y a la hipotermia. -Dal miro alrededor-. ?Sabria alguien decirme cual ha sido el error de Fenton? -Hubo un momento de silencio, y luego un alumno levanto la mano-. ?Si, Brae?

– Utilizo sangre. Cuando la sangre pierde calor, el cuerpo se enfria como una entidad unica. Eso no siempre resulta ventajoso, puesto que las extremidades pueden soportar una perdida de temperatura mas drastica que las visceras.

– Entonces, ?por que se plantearia alguien utilizar sangre?

– Porque ofrece mayor cantidad de calor mas deprisa que la carne.

– ?Cuanto calor habria sido sensato extraer? -Dal paseo la mirada por el aula.

– ?Dos grados? -aventuro alguien.

– Uno y medio -le corrigio Dal, y escribio una serie de ecuaciones en la pizarra para mostrar la cantidad de calor que se obtendria-. Dados los sintomas que presentaba Fenton, ?cuanto creeis que llego a extraer?

Hubo una pausa. Finalmente Sovoy dijo:

– Ocho o nueve.

– Muy bien -dijo Dal a reganadientes-. Me alegro de que al menos uno de vosotros haya hecho los deberes. -Adopto una expresion severa-. La simpatia no es para los debiles de mente, pero tampoco es para los demasiado confiados. Si no hubieramos estado aqui para prestarle a Fenton los cuidados que necesitaba, se habria quedado dormido y habria muerto. -Hizo una pausa para que los alumnos asimilaran sus palabras-. Es mejor conocer los propios limites que calcular mal las propias habilidades y perder el control.

Sono la tercera campanada; los alumnos se levantaron, y la habitacion se lleno repentinamente de ruido. El maestro Dal subio la voz para hacerse oir:

– E'lir Kvothe, ?te importaria quedarte un momento?

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