Me ruborice de placer ante esos cumplidos.

– Pero la artificeria es algo mas que simple habilidad -prosiguio Kilvin. Dejo la lampara en la mesa y apoyo una enorme mano a cada lado-. No puedo vender esta lampara. Podria acabar en manos de las personas equivocadas. Si atraparan a un ladron con un utensilio asi, los arcanistas saldriamos perjudicados. Has terminado tu aprendizaje, y te has destacado en terminos de destreza. -Me relaje un poco-. Pero tu criterio esta, en cierto modo, en tela de juicio. La lampara la fundiremos y la reutilizare-mos, supongo.

– ?Va a fundir mi lampara? -Habia trabajado un ciclo entero en ella y habia invertido casi todo el dinero que tenia en la compra de materias primas. Tenia previsto obtener un beneficio considerable cuando Kilvin la vendiera, pero…

Kilvin me miro, muy decidido.

– Nos corresponde a todos conservar la reputacion de la Universidad, E'lir Kvothe. Un articulo como este en malas manos nos perjudicaria a todos.

Estaba buscando una forma de persuadirlo cuando el maestro agito una mano senalando la puerta.

– Ve a darle la buena noticia a Manet.

Desanimado, sali del taller y me recibio el sonido de un centenar de manos tallando madera, cincelando piedra y batiendo metal. La atmosfera estaba impregnada del olor a acidos de grabado, hierro caliente y sudor. Vi a Manet en un rincon, poniendo unas baldosas de ceramica en un horno. Espere hasta que hubo cerrado la puerta y se aparto, secandose el sudor de la frente con la manga de la camisa.

– ?Como te ha ido? -me pregunto-. ?Has aprobado o voy a tener que aguantarte un bimestre mas?

– He aprobado -conteste quitandole importancia-. Tenias razon respecto a las modificaciones. No le han impresionado.

– Ya te lo adverti -repuso Manet sin excesiva petulancia-. Tienes que recordar que llevo mas tiempo aqui que diez alumnos juntos. Cuando digo que, en el fondo, los maestros son conservadores, no hablo por hablar. Lo digo por algo. -Manet se paso una mano por la barba desgrenada mientras observaba las olas de calor que desprendia el horno de ladrillo-. ?Sabes ya que vas a hacer con tu tiempo ahora que tienes libertad para hacer lo que quieras?

– Tenia pensado preparar un lote de emisores para lampara azul -conteste.

– Los pagan bien -dijo Manet, pensativo-. Pero es arriesgado.

– Ya sabes que soy cuidadoso -lo tranquilice.

– Eso no quita que siga siendo arriesgado -dijo Manet-. Un tipo al que ensene hace unos diez anos… ?como se llamaba? -Se dio unos golpecitos en la cabeza, y luego se encogio de hombros-. Cometio un pequeno desliz. - Manet chasco los dedos-. Pero con eso basta. Sufrio quemaduras graves y perdio un par de dedos. Despues de eso no triunfo mucho como artifice.

Mire a Cammar, tuerto y con la cabeza calva y cubierta de cicatrices.

– Entiendo lo que quieres decir. -Flexione los dedos, nervioso, mientras contemplaba el contenedor de metal. Los primeros dos dias despues de la exhibicion de Kilvin, los alumnos se habian mostrado intranquilos en su proximidad, pero pronto se habia convertido en otra pieza mas del equipo. Lo cierto era que en la Factoria habia diez mil maneras diferentes de morir si no tenias cuidado. La brea comehuesos era, sencillamente, la ultima y mas emocionante forma de matarte.

Decidi cambiar de tema.

– ?Puedo preguntarte una cosa?

– Dispara -dijo Manet vigilando un horno que teniamos cerca-. ?Fuego!

Puse los ojos en blanco.

– ?Dirias que conoces la Universidad mejor que nadie?

Manet asintio.

– Mejor que nadie que siga vivo. Conozco todos sus pequenos secretos.

Baje un poco la voz.

– Entonces, si quisieras, ?podrias entrar en el Archivo sin que nadie se enterara?

Manet entrecerro los ojos.

– Si, podria -respondio-. Pero no lo haria.

Fui a continuar, pero el me corto con algo mas que un deje de exasperacion:

– Escucha, hijo. Ya hemos hablado de esto otras veces. Ten paciencia. Tienes que darle a Lorren mas tiempo para que se calme. Solo ha pasado un bimestre desde que…

– ?Ha pasado medio ano!

Manet sacudio la cabeza.

– A ti te parece mucho tiempo porque eres joven. Creeme, Lorren todavia lo tiene muy reciente. Dedicate un bimestre mas a impresionar a Kilvin, y luego pidele que interceda por ti. Confia en mi: funcionara.

Puse cara de abatimiento.

– Con solo que me…

Manet agito firmemente un dedo.

– No. No. No. No te lo ensenare. No te lo dire. No te dibujare un mapa. -Suavizo la expresion y me puso una mano en el hombro, tratando de suavizar su negativa-. Que Tehlu nos asista, ?para que tanta prisa? Eres joven. Tienes toda la vida por delante. -Agito el dedo indice, apuntandome-. Pero si te expulsan, sera para siempre. Y eso es lo que pasara si te sorprenden colandote en el Archivo.

Deje caer los hombros, desalentado.

– Supongo que tienes razon.

– Eso es, tengo razon -confirmo Manet, y se volvio hacia el horno-. Y ahora, vete. Me vas a provocar una ulcera.

Me marche reflexionando, furioso, sobre el consejo que me habia dado Manet y sobre lo que, sin darse cuenta, me habia revelado. Por lo general, Manet solia dar buenos consejos. Si me portaba bien durante un bimestre, podria entrar de nuevo en el Archivo. Era la ruta mas segura y mas sencilla hacia lo que yo queria conseguir.

Por desgracia, yo no podia permitirme el lujo de tener paciencia. No podia olvidar ni por un momento que ese bimestre seria mi ultimo bimestre a menos que encontrara la manera de ganar mucho dinero muy deprisa. No. La paciencia estaba descartada.

Al salir, me asome al despacho de Kilvin y lo vi sentado a su mesa, encendiendo y apagando mi lampara. Volvia a estar abstraido, y no me cupo duda de que la vasta maquinaria de su cerebro estaba ocupada pensando en media docena de cosas a la vez.

Di unos golpes en el marco de la puerta para llamar su atencion.

– ?Maestro Kilvin?

El no se volvio para mirarme.

– ?Si?

– ?Puedo comprar yo la lampara? -pregunte-. Me vendria bien para leer por la noche. Me gasto mucho dinero en velas. -Me plantee retorcerme las manos, pero decidi no hacerlo. Habria resultado demasiado dramatico.

Kilvin cavilo un buen rato. La lampara que tenia en la mano dio un debil chasquido cuando el maestro volvio a encenderla.

– No puedes comprar lo que han fabricado tus manos -dijo-. El tiempo y los materiales con que la hiciste eran tuyos. -Me la ofrecio.

Entre en la habitacion para coger la lampara, pero Kilvin retiro la mano y me miro a los ojos.

– Quiero dejar clara una cosa -dijo con seriedad-. No puedes venderla ni prestarla. Ni siquiera a alguien en quien confies. Si se perdiera, acabaria en malas manos y seria utilizada para merodear en la oscuridad y para hacer cosas deshonestas.

– Le doy mi palabra, maestro Kilvin. No la utilizara nadie mas que yo.

Sali del taller y trate de mantener una expresion neutral, pero por dentro sonreia de satisfaccion. Manet me habia confirmado exactamente lo que yo queria saber: que habia otra forma de entrar en el Archivo. Un camino secreto. Si existia, yo lo encontraria.

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