– Tienes razon -dije, mas relajado-. Lo consideraremos un ejercicio practico.
Hubo un momento de silencio, y la sonrisa de Fela se apago un tanto. Alargo una mano hacia mi; entonces vacilo y la dejo caer junto al cuerpo.
– En serio, Kvothe… Fue la peor experiencia de mi vida. Habia fuego por todas partes…
Bajo la mirada y parpadeo varias veces seguidas.
– Estaba convencida de que iba a morir. Lo sabia. Pero me quede alli plantada como… como un conejo asustado. -Levanto la cabeza, parpadeando para contener las lagrimas, y volvio a sonreir. Su sonrisa era mas hermosa que nunca-. Y entonces te vi correr hacia el fuego. Fue lo mas asombroso que he visto jamas. Fue como… ?Has visto alguna vez una representacion de
Asenti y sonrei.
– Fue como ver a Tarso saliendo del infierno. Atravesaste las llamas, y entonces comprendi que no iba a pasarme nada. -Dio un pasito hacia mi y me puso una mano en el brazo. Note su calor a traves de la camisa-. Estaba a punto de morir… -Se interrumpio, abochornada-. Vaya, me estoy repitiendo.
Sacudi la cabeza.
– No es verdad. Te vi. Estabas buscando una forma de salir.
– No. Estaba alli plantada. Como esas ninitas tontas de los cuentos que me leia mi madre. Siempre las odie. Me preguntaba: «?Por que no arroja a la bruja por la ventana? ?Por que no envenena la comida del ogro?». -Fela tenia la cabeza agachada y se miraba los pies; el cabello le ocultaba la cara. Su voz fue volviendose mas y mas debil, hasta reducirse a poco mas que un susurro-. «?Por que se queda quieta esperando que la salven? ?Por que no hace ella algo para salvarse?»
Puse una mano sobre la suya tratando de consolarla. Al hacerlo, note algo. Su mano no era delicada y fragil, como yo esperaba. Era fuerte y callosa, una mano de escultor curtida a base de largas horas de trabajo con el martillo y el cincel.
– No tienes manos de doncella -comente.
Fela me miro y vi que tenia los ojos brillantes y estaba a punto de llorar. De pronto dio una risotada que a la vez era tambien un sollozo.
– ?Que no tengo… que?
Me ruborice de verguenza al darme cuenta de lo que habia dicho, pero me mantuve firme.
– No tienes las manos de una princesa fragil que pasa las horas haciendo encaje y que espera que llegue algun principe a salvarla. Son las manos de una mujer capaz de trepar por una cuerda hecha con su propio cabello para alcanzar la libertad, o de matar al ogro que la ha capturado mientras duerme. -La mire a los ojos-. Y son las manos de una mujer que habria conseguido salir del incendio por si sola si yo no hubiera estado alli. Un poco chamuscada, quiza, pero nada mas.
Me lleve su mano a los labios y la bese. Me parecio que era lo que me correspondia hacer.
– Aun asi, me alegro de haber estado alli para ayudar. -Sonrei-. Asi que… ?como Tarso?
Fela volvio a deslumhrarme con su sonrisa.
– Como Tarso, el Principe Azul y Oren Velciter, los tres juntos -dijo riendo. Me cogio la mano-. Ven a ver. Tengo una cosa para ti.
Fela me llevo a la mesa donde habia estado sentada y me dio un fardo de tela.
– Les pregunte a Wil y a Sim que podia regalarte, y nos parecio apropiado… -Hizo una pausa, como si de pronto la venciera la timidez.
Era una capa de color verde oscuro, de tela buena y de corte elegante. Y no se la habia comprado a ningun vendedor ambulante. Era la clase de prenda que yo jamas podria aspirar a comprarme.
– Le pedi al sastre que le cosiera unos cuantos bolsillitos -dijo Fela, nerviosa-. Wil y Sim mencionaron que ese detalle era importante.
– Es preciosa -dije.
Fela volvio a sonreir.
– Tuve que calcular las medidas a ojo -admitio-. A ver si te sienta bien. -Me quito la capa de las manos y se acerco mas a mi; me la colgo de los hombros y me rodeo con los brazos en algo muy parecido a un abrazo.
Me quede alli plantado, por decirlo con las palabras de Fela, como un conejo asustado. Fela estaba tan cerca de mi que yo notaba su calor, y cuando se inclino para ajustarme la capa sobre los hombros, uno de sus pechos me rozo un brazo. Me quede quieto como una estatua. Por encima del hombro de Fela, vi sonreir a Deoch, que estaba apoyado en el marco de la puerta del local.
Fela se retiro, me miro con ojo critico y volvio a acercarseme para hacer algun pequeno ajuste en el cierre de la capa, sobre mi pecho.
– Si, te va bien -dijo-. Realza el color de tus ojos. Aunque tus ojos no lo necesitan. Son la cosa mas verde que he visto jamas. Como un pedazo de primavera.
Fela se aparto para admirar su obra, y entonces vi una figura inconfundible que salia del Eolio por la puerta principal. Era Den-na. Solo vi un atisbo de su perfil, pero la reconoci con la certeza con que reconoceria las palmas de mis manos. Me pregunte que habria visto, y que conclusiones sacaria.
Mi primer impulso fue echar a correr hacia la puerta. Explicarle por que habia faltado a nuestra cita de dos dias atras. Decirle que lo sentia. Aclarar que la mujer que me estaba abrazando solo me estaba haciendo un regalo, nada mas.
Fela aliso la capa sobre mi hombro y me miro con unos ojos que solo unos instantes antes brillaban con una punta de lagrimas.
– Me queda perfecta -sentencie cogiendo la tela y abriendola hacia un lado-. Es mucho mas de lo que merezco, y no deberias haberte molestado, pero te lo agradezco.
– Queria que supieras cuanto valoro lo que hiciste. -Alargo un brazo y volvio a tocarme el brazo-. En realidad esto no es nada. Si alguna vez puedo hacer algo por ti… Si necesitas un favor… Solo tienes que pedirmelo. -Hizo una pausa y me miro con extraneza-. ?Estas bien?
Mire mas alla de Fela, hacia la puerta. Denna podia estar ya en cualquier sitio. No podria alcanzarla.
– Si, estoy bien -menti.
Fela me invito a una copa y charlamos un rato. Me sorprendio enterarme de que habia estado trabajando con Elodin durante los ultimos meses. Hacia esculturas para el, y a cambio, el maestro intentaba, a veces, ensenarle algo. Puso los ojos en blanco. Elodin la despertaba en plena noche y la llevaba a una cantera abandonada que habia al norte de la ciudad. Le ponia arcilla humeda en los zapatos y la hacia caminar todo el dia con ellos. Hasta… Se ruborizo y sacudio la cabeza, interrumpiendo su relato. Yo sentia curiosidad, pero como no queria que se sintiera incomoda, no insisti, y ambos estuvimos de acuerdo en que el maestro estaba como una regadera.
Pase todo ese rato sentado de cara a la puerta, con la vana esperanza que Denna regresara y de que pudiese explicarselo todo.
Al final Fela volvio a la Universidad para asistir a su clase de Matematicas Abstractas. Yo me quede en el Eolio, con una copa en la mano y pensando como podria arreglar las cosas entre Den-na y yo. Me habria gustado pillar una buena borrachera y ponerme sensiblero, pero no tenia dinero para eso, asi que volvi despacio, cojeando, al otro lado del rio mientras se ponia el sol.
Me disponia a hacer una de mis excursiones al tejado de la Princi-palia cuando comprendi la importancia de una cosa que me habia dicho Kilvin. Si toda la brea comehuesos se hubiera colado por los desagues…
Auri. Vivia en los tuneles que habia debajo de la Universidad. Corri hacia la Clinica tan aprisa como me lo permitio mi lamentable estado. Por el camino tuve un golpe de suerte y vi a Mola cruzando el patio. Le grite y le hice senas para que me esperara.
Mola me miro con recelo cuando me acerque a ella.
– No iras a darme una serenata, ?verdad?
Aparte mi laud con timidez y negue con la cabeza.
– Necesito que me hagas un favor. Tengo una amiga que podria estar herida.
Mola dio un suspiro.
– Tendrias que…
– No puedo pedir ayuda en la Clinica. -Deje que mi ansiedad se reflejara en mi voz-. Por favor, Mola. Te