– La compra de un caballo no deberia ser nunca tan precipitada, senor. Usted no escogeria a una esposa en diez minutos, y cuando uno emprende un viaje, un caballo es mas importante que una esposa. -Sonrio con timidez-. Ni siquiera Dios…
Le corte una vez mas:
– Hoy no es Dios quien compra un caballo, sino yo.
El delgado cealdico hizo una pausa para poner en orden sus ideas.
– Esta bien -dijo en voz baja, como si hablara para si-.
Me guio por los establos hasta un pequeno corral. Se detuvo junto a la valla y senalo.
– Esa yegua pinta es de lo mas resistente que podra encontrar. Lo llevara…
Lo ignore y eche un vistazo a la media docena de jamelgos que habia al otro lado de la valla. Aunque yo no tenia ni medios ni motivos para tener un caballo, sabia distinguir a los buenos de los malos, y nada de lo que habia alli parecia satisfacer mis necesidades.
Vereis, los artistas itinerantes viven y mueren junto a los caballos que tiran de sus carromatos, y mis padres no habian descuidado mi educacion en ese sentido. Cuando tenia ocho anos, ya sabia examinar un caballo. Era habitual que en los pueblos intentaran endilgarnos jacos medio muertos, porque sabian que cuando descubrieramos nuestro error, ya estariamos a kilometros y a dias de distancia. La persona que le vendia un caballo enfermo a su vecino podia tener graves problemas, pero ?que peligro habia en enganar a uno de aquellos repugnantes e indecentes Ruh?
Mire al tratante con el ceno fruncido.
– Acaba de malgastar dos valiosos minutos de mi tiempo, asi que deduzco que todavia no me ha entendido bien. Dejeme explicarselo con la maxima sencillez. Quiero un caballo rapido que aguante un duro viaje. Pagare en efectivo, ahora mismo y sin rechistar. -Levante mi pesada bolsa y la agite; sabia que Kaerva distinguiria el tintineo de la plata cealdica que habia dentro.
»Si me vende un caballo mal herrado, o uno que al cabo de un rato empiece a cojear, o asustadizo, perdere una valiosa oportunidad. Una oportunidad irrepetible. Si eso sucede, no vendre a exigirle que me devuelva mi dinero. No lo denunciare al alguacil. Volvere a Imre esta misma noche y le prendere fuego a su casa. Entonces, cuando usted salga corriendo por la puerta principal en camisa y gorro de dormir, lo matare, lo cocinare y me lo comere. Alli mismo, en el jardin de su casa, delante de todos sus vecinos.
Le lance una mirada asesina.
– Este es el trato que le propongo, Kaerva. Si no le parece bien, digamelo y me ire a otro sitio. Si le parece bien, deje de ensenarme jamelgos y muestreme un caballo de verdad.
El cealdo me miro, mas asombrado que asustado. Vi que intentaba hacerse una composicion de lugar. Debia de pensar que o bien estaba completamente loco o bien era el hijo de algun noble importante. O ambas cosas.
– Muy bien -dijo abandonando el tono obsequioso-. Cuando dice un viaje duro, ?a que se refiere exactamente?
– Muy duro -dije-. Necesito recorrer cien kilometros hoy mismo. Por caminos de tierra.
– ?Va a necesitar tambien silla y arreos?
Asenti.
– Nada excesivamente lujoso. Ni siquiera hace falta que sean nuevos.
Kaerva respiro hondo.
– De acuerdo. Y ?cuanto puede gastar?
Sacudi la cabeza y esboce una sonrisa.
– Enseneme el caballo y propongame un precio. Un vaulder podria servirme. No me importa que sea un poco nervioso, si eso significa que le sobra energia. Hasta podria servirme un buen vaulder mezclado, o un khershaen camijano.
Kaerva asintio y me guio hacia las grandes puertas del establo.
– Tengo un khershaen. De pura sangre, de hecho. -Le hizo una sena a uno de sus mozos de cuadra-. Trae a nuestro caballero negro, y aprisa. -El chico echo a correr.
El tratante se volvio hacia mi.
– Es un animal precioso. Lo probe antes de comprarlo, para estar seguro. Galope dos kilometros y ni siquiera sudo; tiene un paso sumamente elegante, y respecto a eso no le mentiria.
Asenti. Un khershaen de pura sangre era perfecto para mis propositos. Esos caballos eran famosos por su resistencia, pero por otra parte, eran caros. Un camijano bien entrenado valia doce talentos.
– ?Cuanto pide por el?
– Dos marcos -contesto el sin ni pizca de remordimiento ni camelo en la voz.
?Tehlu misericordioso! ?Veinte talentos! Para valer tanto, debia de llevar herraduras de plata.
– No estoy de humor para regateos, Kaerva -me limite a decir.
– Eso ya me lo ha hecho entender, senor -repuso el-. Le estoy proponiendo un precio. Venga por aqui. Ahora vera por que.
El mozo salio con un elegante caballo, un verdadero monstruo. Como minimo media dieciocho palmos hasta la cruz; tenia una cabeza preciosa y era negro desde el morro hasta la punta de la cola.
– Le encanta la velocidad -expuso Kaerva con verdadero sentimiento. Le acaricio el suave y negro cuello-. Y mire que color. No tiene ni un solo bigote que no sea negro como el carbon. Por eso no lo vendo por menos de veinte talentos.
– El color no me importa -dije, abstraido, mientras lo examinaba tratando de apreciar alguna lesion o algun indicio de vejez. No encontre nada. Era un animal hermoso, joven y fuerte-. Lo que necesito es un caballo que corra.
– Lo entiendo -dijo el como disculpandose-. Es que no puedo dejar de mencionar el color. Si espero un ciclo o dos, algun joven noble me lo comprara solo por su elegancia.
Yo sabia que Kaerva tenia razon.
– ?Tiene nombre? -pregunte al mismo tiempo que me acercaba al caballo, dejandole que me oliera las manos para que se acostumbrara a mi. Se puede regatear deprisa, pero hacerse amigo de un caballo, no. Solo un idiota se fia de su primera impresion con un brioso y joven khershaen.
– No, todavia no tiene nombre.
– ?Como te llamas, amigo? -pregunte en voz baja, para que el caballo se acostumbrara al sonido de mi voz. Me olfateo suavemente una mano, vigilandome con un ojo grande e inteligente. No retrocedio, pero tampoco estaba del todo tranquilo. Segui hablando y me acerque un poco mas a el, confiando en que el sonido de mi voz lo relajara-. Te mereces un buen nombre. Lamentaria mucho que algun senoritingo que se crea muy ingenioso te ponga un nombre espantoso como Medianoche, Tiznado u Hollin.
Me acerque mas aun y le puse una mano en el cuello. Le temblo la piel, pero no se aparto. Necesitaba poner a prueba su temperamento ademas de su resistencia. No podia correr el riesgo de montarme en un caballo asustadizo.
– Algun idiota podria llamarte Brea, o Carbon; son nombres poco favorecedores. O Pizarra, un nombre sedentario. No permita Dios que acaben llamandote Negrito; ese es un nombre que no le hace justicia a un principe como tu.
Mi padre siempre les hablaba asi a los caballos nuevos, con una constante y tranquilizadora letania. Mientras le acariciaba el cuello, seguia hablando sin importarme lo que decia. Al caballo no le importan las palabras, sino el tono de voz.
– Has venido desde muy lejos. Te mereces un buen nombre, para que la gente se de cuenta de que no eres un caballo normal y corriente. ?Era cealdico tu anterior amo? -pregunte-. Ve
Note que el animal se relajaba un poco al oirme hablar en sia-ru. Lo rodee y me situe a su otro lado, sin dejar de examinarlo minuciosamente y dejando que se acostumbrara a mi presencia.
–
Queria decir «crepusculo», pero no me venia a la mente la palabra en siaru. En lugar de interrumpirme, segui hablando, fingiendo lo mejor que podia mientras le examinaba los cascos para ver si los tenia cascados o