resquebrajados.

– ?Tu Keth-Selhan? -«?Eres la primera noche?»

El caballo agacho la cabeza y me acaricio con el hocico.

– Ese te gusta, ?verdad? -dije, risueno.

Sabia que en realidad el animal habia olido el paquete de manzanas secas que llevaba en uno de los bolsillos de la capa. Lo importante era que ahora se interesaba por mi. Si se sentia lo bastante comodo para olfatearme en busca de comida, podriamos llevarnos bien durante un dia de duro viaje.

– Creo que Keth-Selhan es un buen nombre -dije volviendome hacia Kaerva-. ?Hay algo mas que tenga que saber?

Kaerva parecia desconcertado.

– Respinga un poco hacia la derecha.

– ?Un poco?

– Solo un poco. Seguramente tambien tiene tendencia a espantar por ese lado, pero nunca le he visto hacerlo.

– ?Como esta entrenado? ?Corto o estilo troupe?

– Corto.

– Muy bien. Le queda un minuto para cerrar el trato. Es un buen caballo, pero no estoy dispuesto a pagar veinte talentos por el. -Lo dije con conviccion en la voz, pero sin esperanza en el corazon. Era un animal estupendo, y su color hacia que valiera como minimo veinte talentos. Sin embargo, yo estaba decidido a cumplir con las formalidades y presionar a Kaerva para que rebajara el precio a diecinueve talentos. Asi, al menos me quedaria dinero para comprar comida y para pagarme el alojamiento cuando llegara a Trebon.

– De acuerdo -repuso Kaerva-. Dieciseis.

Gracias a mi experiencia teatral, no me quede con la boca abierta ante aquella inesperada rebaja.

– Quince -dije fingiendo fastidio-. Y con la silla, los arreos y una bolsa de avena incluidos. -Empece a sacar el dinero, como si ya diera el trato por cerrado.

Para mi sorpresa, Kaerva asintio; llamo a un mozo y le ordeno que le llevara una silla de montar y unos arreos.

Le puse las monedas en la mano a Kaerva, y el mozo ensillo el enorme caballo negro. El cealdo parecia reacio a mirarme a los ojos.

Si no entendiera tanto de caballos, habria pensado que me estaban estafando. Quiza fuera un caballo robado, o quiza aquel tipo necesitara el dinero mas de lo que yo creia.

Fuera cual fuese la razon, no me importo. Me merecia un poco de buena suerte. Ademas, eso significaba que podria revender el caballo y obtener algun beneficio cuando llegara a Trebon. La verdad es que tendria que venderlo tan pronto como pudiera, aunque perdiese dinero en la transaccion. Una cuadra, comida y un mozo para un caballo como aquel me costarian un penique diario. No podia quedarmelo.

Colgue mi macuto de una de las alforjas, comprobe la cincha y los estribos, y me monte en Keth-Selhan. El animal danzo un poco hacia la derecha, ansioso por echar a andar. En eso coincidiamos. Sacudi las riendas y nos pusimos en marcha.

La mayoria de los problemas con los caballos no tienen nada que ver con los propios caballos. Surgen de la ignorancia del jinete. La gente hierra mal a los caballos, no los ensilla correctamente, los alimenta mal, y luego se queja de que le han vendido un jamelgo medio lisiado, con escoliosis y de mal temperamento.

Yo entendia de caballos. Mis padres me habian ensenado a montar y a cuidarlos. Aunque tenia mas experiencia con razas mas robustas, criadas para tirar de carromatos mas que para correr, sabia que tenia que hacer para cabalgar deprisa.

Cuando tienen prisa, muchos jinetes presionan demasiado y demasiado pronto a su montura. Salen a galope tendido, y una hora mas tarde se encuentran con un caballo cojo o medio muerto. Eso es pura idiotez. Solo un desgraciado trata asi a un caballo.

Pero para ser sincero he de admitir que yo tambien habria puesto a Keth-Selhan al limite de sus posibilidades si eso me hubiera permitido llegar antes a Trebon. A veces tiendo a ser un desgraciado. Habria matado a una docena de caballos si eso me hubiera ayudado a obtener mas informacion sobre los Chandrian y a descubrir por que habian matado a mis padres.

Pero a la larga, no tenia sentido pensar asi. Un caballo muerto no me llevaria a Trebon. Y uno vivo si.

Asi que puse a Keth-Selhan al paso para calentarlo. El queria ir mas deprisa, seguramente porque percibia mi impaciencia, y yo le habria dejado si solo hubiera tenido que recorrer tres o cuatro kilometros. Pero necesitaba recorrer como minimo ochenta, o quiza cien, y para eso necesitaba paciencia. En dos ocasiones tuve que frenarlo para ponerlo al paso, hasta que el animal se resigno.

Cuando habiamos recorrido casi dos kilometros, lo puse al trote. Era agil, incluso para tratarse de un khershaen, pero el trote siempre te sacude un poco, por suave que sea, y empezo a dolerme la herida del costado. Un par de kilometros mas alla, lo puse a medio galope. Hasta que no nos hallamos a cinco o seis kilometros de Imre y llegamos a un tramo de camino liso, recto y llano, no lo puse al galope.

Ahora que tenia la oportunidad de correr, Keth-Selhan salio a toda pastilla. El sol acababa de consumir el rocio matutino, y los granjeros que cosechaban trigo y cebada en los campos levantaban la cabeza al oirnos pasar a toda velocidad. Keth-Selhan era rapido; tan rapido que el viento tiraba de mi capa, desplegandola detras de mi como una bandera. Pese a saber que debia de ofrecer un aspecto muy dramatico, enseguida me canse de la tirantez en el cuello, asi que me desabroche la capa y la guarde en una alforja.

Pasamos por una arboleda y puse de nuevo a Selhan al trote. Asi el descansaria un poco, y no nos arriesgariamos a tomar una curva y tropezamos con un arbol caido o con un carro lento. Cuando salimos de nuevo a la pradera y vi que teniamos el camino despejado, volvi a soltarle las riendas y casi echamos a volar.

Una hora y media mas tarde, Selhan sudaba y respiraba con dificultad, pero aguantaba mejor que yo, que tenia las piernas entumecidas. Era joven y estaba en forma, pero llevaba anos sin montar. Cuando montas, no utilizas los mismos musculos que cuando caminas, y cabalgar al galope es tan duro como correr, a menos que quieras hacer trabajar el doble a tu montura.

Solo dire que agradeci que llegaramos a otra arboleda. Me apee de la silla y camine un rato para darnos a ambos un merecido descanso. Corte una manzana por la mitad y le di a Selhan el trozo mas grande. Calcule que debiamos de haber recorrido unos cincuenta kilometros, y el sol ni siquiera estaba en el cenit.

– Esto ha sido el tramo mas facil -le dije acariciandole el cuello con carino-. Eres precioso. Todavia no estas cansado, ?verdad?

Segui caminando unos diez minutos; entonces tuvimos la suerte de llegar a un pequeno arroyo con un puente de madera que lo atravesaba. Deje que el caballo bebiera durante un largo minuto, y luego lo aparte para que no bebiera demasiado.

A continuacion monte y lo puse al galope poco a poco, por etapas. Iba inclinado sobre su cuello, y me dolian las piernas. El golpeteo de sus cascos era como un contrapunto de la lenta cancion del viento, que, incesante, ardia en mis oidos.

El primer escollo surgio una hora mas tarde, cuando tuvimos que cruzar un rio bastante ancho. No era peligroso, pero tuve que desensillar a Keth-Selhan y cargar con todo hasta la otra orilla para que no se me mojara. No podia hacerlo cabalgar durante horas con unos arreos humedos.

Al otro lado del rio, lo seque con mi manta y volvi a ensillarlo. Tarde media hora; el caballo estaba descansado, pero por otra parte se habia enfriado, asi que tuve que calentarlo despacio: del paso al trote, y del trote al galope. Entre pitos y flautas, cruzar ese rio me llevo una hora. Temia que, si encontrabamos otro, el frio se le metiera en los musculos a Selhan. Si llegaba a pasar eso, ni el propio Tehlu habria podido hacerlo galopar otra vez.

Una hora mas tarde pase por un pueblecito: era poco mas que una iglesia y una taberna que, curiosamente, estaban una al lado de la otra. Me detuve el tiempo suficiente para dejar que Selhan bebiera un poco de un abrevadero. Estire mis entumecidas piernas y mire el cielo con aprension para ver donde estaba el sol.

A partir de ese momento, los campos y las granjas empezaron a escasear. Los bosques cada vez eran mas tupidos. El camino se estrechaba y no estaba bien conservado: en algunos sitios habia rocas y en otros se desdibujaba. Cada vez avanzaba mas despacio. Pero, la verdad sea dicha, ni Selhan ni yo teniamos muchas fuerzas para seguir galopando.

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